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Afganistán: la insurrección que siguió a la insurrección

Por: Ernesto
Acolmixtli

“La
posición geográfica de Afganistán, y el carácter peculiar del pueblo, confiere
al país una importancia política que difícilmente se puede sobrestimar en los
asuntos de Asia Central. Los afganos son una raza valiente, resistente e
independiente…” Así comienza Federico Engels su artículo titulado “Afganistán”,
escrito en 1857 y publicado en The New
American Cyclopaedia,
Vol. I, en 1858. Este riguroso artículo de Engels sobre
el intento de los ingleses de colonizar Afganistán es de gran utilidad para
comprender la reciente liberación de este indómito país de la ocupación norteamericana.

Muchas semejanzas acompañan al intento de dominio de los
ingleses del siglo XIX con este intento norteamericano del siglo XXI. La salida
reciente del ejército norteamericano y aliados de Afganistán y la conmemoración
de los 20 años del ataque terrorista, a las torres gemelas de Nueva York del 11
de septiembre de 2001, que dieron origen a la invasión, ofrecen ocasión para
compararlas y tomar posición ante ambas acciones imperiales.

Así comienza la invasión inglesa descrita por Engels: “El
20 de febrero de 1839, el ejército británico pasó por el Indo. Consistía en unos
12.000 hombres del ejército Hindú-Inglés, con más de 40.000 seguidores del campamento
(tribus aliadas regionales)”.

Y, de esta forma comenzó la invasión norteamericana: “…el 7
de octubre de 2001 el Gobierno de Estados Unidos inició sus operaciones
militares en Afganistán bajo el pretexto de que este país protegía al grupo
terrorista Al Qaeda responsable del ataque del 11 de septiembre. Equipos de la
CIA fueron las primeras fuerzas estadounidenses en entrar en Afganistán para
comenzar con las operaciones de combate” (Reuters. Marzo 10, 2021). “A ellos se
unieron 98.000 soldados sobre el terreno, según cifras del Pentágono […] y en diciembre
de 2001 se sumó una coalición de 38 países de la OTAN, además de grupos opositores
afganos, en particular la Alianza del Norte” (Infobae. Julio 6, 2021).

 EU y sus aliados
lograron el poder en el mes de diciembre de 2001, imponiendo un gobierno
interino incondicional y declarando que su invasión militar pretendía implantar
“la democracia” y “combatir el terrorismo”, pero buscando en realidad,
adueñarse de su enorme riqueza y su territorio para controlar Asia Central.
Veamos con más detalle.

Afganistán tiene más de 1,400 campos minerales que
contienen oro, petróleo, gas natural, cobre, barita, cromita, carbón, hierro,
plomo, piedras preciosas y semipreciosas, y posee las minas más ricas e
históricamente famosas de lapislázuli piedra que ornamentó joyas de faraones y
reyes de todas las latitudes. Pero resalta el hecho de que es una de las
reservas más grandes del litio y de tierras raras en el mundo, ambiciosamente
disputadas hoy, por ser indispensables para la industria aeroespacial y de
inteligencia artificial. “De acuerdo con un estudio conjunto realizado por el
Pentágono y el Servicio Geológico de los Estados Unidos, Afganistán tiene un
estimado de 3 billones de dólares en minerales sin explotar” (The Independent
14 julio 2010). Este potencial incluye la construcción del gasoducto “Trans-Afganistán-Pipeline”,
que llevaría gas de Turkmenistán al Mar Arábigo sin depender de Rusia.

En suma, los recursos del país podrían convertirlo en centro
neurálgico de una de las regiones mineras más ricas del planeta y su ubicación geoestratégica
es fundamental para la actividad energética. Todo esto ya lo sentían suyo los capitales
americanos, pues lograron en diez años, las ansiadas reformas legales para la explotación
minera en su favor y crecía al mismo tiempo, su inversión para reconstrucción y
desarrollo de infraestructura sin grandes obstáculos.           

Luego de los primeros 13 años de dominio militar, cuando el
capital norteamericano se sintió consolidado, “El Presidente de los Estados
Unidos Barack Obama dio por finalizada la misión militar en Afganistán. Estados
Unidos y la OTAN terminaron formalmente su guerra en Afganistán, con una
ceremonia tranquila de arriamiento de banderas en Kabul” (13 diciembre de 2014.
CNN en español). Pero, fue entonces, cuando el espíritu afgano que exaltara
Engels y que ha sido “tumba de imperios”, les dio a los invasores gringos el gran
revés de su historia moderna, entonces “la insurrección siguió a la
insurrección” como sucedió a los ingleses en 1839.

“La conquista de Afganistán parecía realizada (continúa
Engels) y una parte considerable de las tropas fue devuelta. Pero los afganos
no siempre se contentaron con ser gobernados por los Feringhee Kaffirs
(infieles europeos), y durante todo 1840 y 1841, la insurrección siguió a la
insurrección en todas partes del país, entonces el odio al dominio británico
entre los afganos había alcanzado el punto más alto […] haciendo imposible toda
resistencia. El paso de Koord-Kabul se convirtió en la tumba de casi todo el
ejército (invasor), y el pequeño remanente, menos de 200 europeos, cayó a la
entrada del paso Jugduluk”. (Federico Engels…Ídem).

Así les sucedió también a los norteamericanos en esta
reciente agresión a Afganistán: comenzaron a perder terreno ante el coraje Talibán
y las fuerzas nacionalistas que no aceptaron a los “infieles americanos”. Siete
dolorosos años más tardaron los talibanes y sus ejércitos en quebrar la milicia
invasora, hasta lograr el Acuerdo de Doha y “El 29 de febrero de 2020, el
gobierno de Estados Unidos, presidido por Donald Trump, y los talibanes
firmaron en Doha, Qatar, el acuerdo que fijó un calendario para la retirada
definitiva de Estados Unidos y sus aliados tras casi 20 años de conflicto.” (BBC
de Londres 17 agosto 2021).

La invasión norteamericana destruyó Afganistán, los costos
para el país musulmán han sido enormes: la destrucción material y humana que provocaron
calculadamente los invasores deja lesiones históricas para los afganos, sirvan
de ejemplo las siguientes cifras, según el diario chino The Global Times: “hay
11 millones de refugiados fuera de su país en malas condiciones, más de 60 mil
heridos en un país empobrecido, un 50% de desempleo abierto, 70 % de su
población en grave pobreza” (Infograma 17 agosto 2021). Y la ONU en su página
oficial dice: “La escalofriante cifra de víctimas civiles en Afganistán
asciende a más de 100.000 en la última década” (ONU Noticias, 22 febrero 2020).

Afganistán sufre las terribles heridas sí, pero esta misma
guerra, alegra y enriquece al complejo industrial-militar de Estados Unidos con
jugosos dividendos. Desde 2001, Estados Unidos ha gastado 2,26 billones de dólares
en Afganistán, según “el Proyecto de Costos de Guerra” de la Universidad Brown.
La mayor parte, casi 1 billón de dólares (¡un millón de millones de dólares!),
fue consumida por el presupuesto de Operaciones de Contingencia en el
Extranjero para el Departamento de Defensa, beneficiando a las poderosísimas
empresas militares como Lockheed Martin,
que vio cómo durante 20 años sus productos ganaban valor en la Bolsa como sobre
el campo de batalla; lo mismo la  empresa
aeroespacial Boing que multiplicó su
capital; o Raytheon proveedor de
sistemas de comunicación, mando e inteligencia; o la empresa Systems Inc., fabricante de misiles. Estas empresas lograron ganancias de
locura según Jon Schwarz, investigador especializado, quien afirma que “10 mil dólares
invertidos en acciones de defensa cuando comenzó la guerra ahora valen casi 100
mil” (The Intercept 16 de agosto de 2021).

Continuemos con la segunda cantidad más grande: “530 mil
millones de dólares, son los pagos de intereses a los grandes bancos, estimados
sobre el dinero que el gobierno pidió prestado para financiar la guerra” (Al Jazeera,
16 agosto, 2021). “¿Fue la guerra de Afganistán un fracaso? No para los cinco
principales contratistas de defensa, sus accionistas y la grana Banca” (The
Intercept 16 de agosto de 2021).

Además, gozaron por 20 años de los cientos de miles de
millones de dólares que se lavaban en sus redes financieras y que controló la
CIA y los gigantes del narcotráfico norteamericano y europeo por la producción
de amapola y heroína, con  ser Afganistán
el primer productor mundial. No cabe duda, para el capital imperialista nada
tiene desperdicio.

Finalmente triunfaron los talibanes y la retirada oficial
de los invasores norteamericanos de Afganistán corrió a cargo del jefe del
Comando Central, general Frank McKenzie desde el Pentágono: “Estoy aquí para
anunciar la culminación de nuestra retirada de Afganistán […] La retirada de
Kabul significa el final de la misión que comenzó hace casi 20 años, poco
después del 11 de septiembre de 2001”. Y con la retirada militar, el gobierno
títere de Ashraf Ghani, impuesto por los gringos, huyó cobardemente.

A los ingleses, nos dice Engels, les pasó lo mismo: “El 12
de octubre de 1842, los británicos abandonaron Kabul y marcharon por Jelalabad
y Peshawer a la India. Dost Mohammed fue despedido de su cautiverio y regresó a
su reino. Así terminó el intento de los británicos de establecer un príncipe de
su propia creación en Afganistán”. Así terminaron las dos invasiones de
Afganistán: la inglesa y la norteamericana, de ésta somos testigos, de la otra,
lo fue el gran pensador y dirigente de los obreros del mundo, Federico Engels.

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