Ricardo
Torres
El pasado 16 de agosto los trabajadores de la planta
automotriz Audi, ubicada en el municipio de San José Chiapa, Puebla, se
declararon en “paro de brazos caídos” para protestar contra la empresa por el despido
de personal en las distintas áreas de producción. El Sindicato Independiente de
Trabajadores de Audi (Sitaudi) exhortó a sus agremiados a presentarse en sus
puestos de trabajo pero sin realizar labor alguna, es decir, efectuando un “paro
de brazos caídos” como señal de desaprobación a dicha política patronal.
Desde meses atrás el Sitaudi sostuvo reuniones con la
empresa para expresar su inconformidad con la aplicación del agresivo plan de
recorte que, al mismo tiempo, provoca un incremento sustancial en sus cargas de
trabajo; por ejemplo, en áreas como montaje, cuyo proceso requiere un equipo de
por lo menos 20 personas, llegan a faltar de cuatro a ocho trabajadores. Si
bien la empresa puede realizar los recortes de personal que considere
necesarios, lo cierto es que mantener el mismo ritmo de producción con un menor
número de trabajadores exige de éstos una mayor carga laboral, quedando sujetos
a una evidente sobreexplotación. Ante la cerrazón de la empresa los trabajadores
optaron por realizar su “paro de brazos caídos”.
Audi es una marca de automóviles que pertenece al Grupo
Volkswagen, uno de los principales fabricantes mundiales de vehículos
comerciales que además posee y vende otras marcas importantes como Bentley,
Lamborghini o Porsche. Tiene operaciones comerciales y financieras en más de
150 países, opera en más de 100 instalaciones de producción en 27 naciones y
tuvo ingresos, solo en 2019, por más de 250 mil millones de euros; riqueza que
es producida por una planta laboral superior a los 665 mil trabajadores en todo
el mundo. Hablamos pues de una de las empresas transnacionales de capital
alemán más importantes del planeta.
La planta de Audi en Puebla se inauguró en 2016, cuenta con
una moderna tecnología que le permite una producción completa con naves de
estampado, construcción de carrocerías, pintura y línea de montaje en un área
de 400 hectáreas y tiene una capacidad productiva de hasta 1 millón 500 mil
unidades anuales que salen al mercado mundial. El diario El Sol de Puebla publicó recientemente que en el primer semestre de
2021 la armadora alemana vendió 981 mil 681 vehículos lo que arrojó una
ganancia de 29 mil 200 millones de euros; un incremento del 38.8 por ciento en comparación
con el 2020 que vendieron 707 mil 225 automóviles. Estas ganancias fueron
producidas por la fuerza de trabajo de poco más de 5 mil empleados entre
obreros y técnicos cuyo salario es de 10 mil 146 pesos y 16,801 pesos
mensuales, respectivamente.
Aunque en este año la producción y exportación de autos se
recupera paulatinamente, todavía no alcanza los niveles obtenidos en 2019. Además
del impacto provocado por el covid-19, la industria automotriz ahora enfrenta
un nuevo problema con el desabasto de semiconductores ya que, a raíz de la
pandemia, la demanda de estos “chips” se ha desplazado principalmente hacia el
mercado de las comunicaciones y aparatos electrodomésticos. En consecuencia,
como las empresas no están dispuestas a reducir sus tasas de ganancia,
“optimizan” sus recursos humanos y despiden a los trabajadores.
Este recorte de personal en Audi demuestra que los
capitalistas alemanes no vienen a nuestro país a invertir su dinero pensando en
crear empleos o porque les preocupe mucho la desigualdad y pobreza en que
vivimos millones de trabajadores mexicanos; los dueños del capital, no solo de
Alemania sino del planeta entero,
invierten su dinero y contratan empleados porque saben que la fuerza de trabajo
de éstos genera ganancias millonarias. El objetivo final del capitalista es
obtener ganancias para acrecentar su capital; para ello contrata y explota la
fuerza de trabajo del obrero porque es ésta la fuente de su riqueza, pero,
llegado el momento, si no obtienen las ganancias deseadas despide al
trabajador: la estabilidad económica del obrero, su bienestar y el de su
familia le importan un bledo. De esta manera la lucha entre el capital y los
trabajadores se agudiza y generalmente los patrones terminan imponiendo sus
condiciones.
No
obstante, en este caso, el “paro de brazos caídos” de los trabajadores de Audi
tuvo un éxito rotundo: al siguiente día la empresa se reunió con los dirigentes
del Sitaudi y como resultado de las negociaciones se acordó suspender el plan
de recortes que la patronal había implementado, se desatoró así el conflicto y
se reanudó la producción.
De las
muchas lecciones que nos dejan los trabajadores de Audi a los asalariados del
país, destaco dos: primera, que la lucha sindical en favor de los trabajadores es
posible, que los sindicatos, como fueron concebidos desde su origen, pueden y
deben ser un instrumento efectivo en la defensa de los derechos laborales de
los obreros; segunda, que una representación sindical legítima que en verdad
sirve a los intereses de sus agremiados, con un trabajo previo de unidad y
cohesión bien dirigida, puede ejecutar medidas que, dentro del marco de la ley,
obliguen a los patrones a negociar para encontrar el equilibrio entre el
trabajo asalariado y el capital.
Por
último, no puedo dejar de decir que sería un error que los trabajadores de Audi
echaran las campanas al vuelo pensando que con este importante triunfo han
vencido al capital alemán. Nada de eso. Seguramente el poder y experiencia del
Grupo Volkswagen están en marcha trabajando para alcanzar sus metas de ganancia
y predominio en el mercado mundial; y para lograrlo, entre muchas otras medidas,
buscarán por todos los medios a su alcance obtener el control de los
trabajadores. Es por ello que, en mi opinión, el Sitaudi debe blindarse contra
todo intento de la empresa por cooptarlos o dividirlos y, por lo mismo, deberá acrecentar
su unidad y prepararse para enfrentar futuros y complejos retos. Con el tiempo
no será suficiente su propia fuerza, será necesario contar no solo con el apoyo
de sus hermanos de clase que laboran en la planta Volkswagen en la ciudad de
Puebla, sino con todos los trabajadores de la industria automotriz que, al
igual que ellos, enfrentarán el mismo tipo de conflictos.
Como
podemos observar, el propio desarrollo del capitalismo nos va enseñando que para
enfrentar a la clase empresarial con alguna posibilidad de éxito los
trabajadores asalariados no tenemos más alternativa que unirnos también como
clase social, como clase obrera.