Humberto
Castro
En la primera semana de septiembre, México
acumulaba más de 620 mil personas infectadas por el coronavirus Sars-Cov-2 y
más de 66 mil muertos. Tenemos como país a nivel mundial el nada honroso tercer
lugar en número de muertos. Es una verdadera tragedia nacional.
Algunos de los que lean este artículo,
seguramente ya conocen estas cifras y saben también que el comisionado por la
presidencia de la república para informar del estado de la pandemia, el doctor
Hugo López Gatell, el 4 de junio afirmó que si México llegaba a los 60 mil
fallecidos por Covid-19 “sería un escenario muy catastrófico”. Eso lo dijo
porque según sus cálculos, siempre fallidos, no pasaría de unos 30 mil
mexicanos muertos durante toda la pandemia. Pues bien, ya rebasamos el “escenario
catastrófico” más lo que está por venir y ante esta tragedia nacional cabe la
pregunta ¿quiénes son los responsables?
Veamos primero qué dicen nuestras leyes. Tanto
el artículo 4 como el 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos se refieren al derecho que tenemos los mexicanos a la salud y de la
obligación que tienen las autoridades de generar las condiciones para que el
mexicano sea un pueblo sano y protegido ante los embates de las enfermedades
tanto internas como las que provengan del exterior. Y para el caso que nos
ocupa, la fracción XVI del artículo 73 establece en su base primera que habrá
un Consejo de Salubridad General (CSG) que dependerá directamente del
Presidente de la República, sin intervención de ninguna secretaría de estado, y
sus disposiciones generales serán obligatorias en todo el país. En la segunda
base nos dice que en caso de epidemias de carácter grave o peligro de invasión
de enfermedades exóticas en el país, la Secretaría de Salud tendrá obligación
de dictar inmediatamente las medidas preventivas indispensables, a reserva de
ser después sancionadas por el Presidente de la República. Termina esta
fracción con la base tres que habla de que la autoridad sanitaria será
ejecutiva y sus disposiciones serán obedecidas por las autoridades
administrativas del país.
Desde mi punto de vista, en nuestra Carta
Magna se encuentra el marco jurídico y la obligación explícita para que las más
altas autoridades del gobierno federal, desde el momento en que se supo de la
existencia de la pandemia Covid-19 en el
mundo, hubiesen tomado medidas drásticas de control para impedir su propagación
y ¿cuál fue y ha sido la actuación de tales autoridades? En lo esencial su
comportamiento ha sido minimizar el peligro de la enfermedad. El primer caso de
Covid-19 en México se dio a conocer el 28 de febrero de este año y el CGS
declaró la emergencia sanitaria hasta el 31 de marzo, pero tal vez el retraso
para declarar la emergencia no haya sido lo más importante, sino la actitud tanto
del presidente de México como del responsable de la pandemia desde el inicio de
la misma hasta la actualidad, que es de menosprecio a la enfermedad,
negligencia y hasta abandono de su alta responsabilidad. Veamos por qué.
Desde antes de que llegara la enfermedad a
nuestro país, las naciones que la estaban padecido informaron con toda claridad
que era mortal y se trasmitía por las gotas de saliva de las personas contagiadas, que el virus era
mayor al común y que guardar distancia de 1.5 a dos metros entre las personas
evitaba los contagios. ¿Y que hizo la Secretaría de Salud para combatir la
transmisión? Solo pidió se guardara la sana distancia y que no hubiera besos ni
abrazos. No se dotó del material adecuado y suficiente a los trabajadores de la
salud, no exigió más recursos a la Presidencia para ampliar la capacidad
hospitalaria y se negó reiteradamente el uso del cubre bocas y la realización
de pruebas por cientos de miles para detectar a tiempo los contagiados, para aislarlos
y romper así la cadena de contagio. Primero dijo que todos los estados de la república
deberían respetar las directrices nacionales emitidas desde la Subsecretaría de
Salud (López Gatell), y cuando la pandemia se le salió de control y el número
de muertos rondaba los 30 mil, anunció que cada estado se haría responsable de
controlarla. Con ello, el Subsecretario de Salud, y con él todo el CSG,
aventaron el arpa y se desentendieron de su obligación constitucional de que
“sus disposiciones generales serán obligatorias en todo el país”
Desde febrero y marzo varios países con
escaso número de contagios dieron a conocer al mundo que el uso de cubre bocas
era esencial para evitar el contagio masivo de las personas, y otros más, manifestaron
que la realización de muchas pruebas ayudaba a detectar a los enfermos en las
fases iniciales y al aplicarse se evitaba por miles la transmisión de virus, al
romperse la cadena de contagio. El propio presidente de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), el 5 de junio, dirigió un mensaje a todos los países para
que se incrementara el número de pruebas. ¿Por qué entonces la Secretaría de
Salud de México se negó y aún se niega a la aplicación de estos recursos tan
indispensables que hubieran evitado un gran número de contagios y de muertes?,
¿realmente es creíble lo que dice el señor Gatell de que no hay evidencia
científica? En mi parecer no es así. Yo afirmo que el encargado de dar a
conocer el estado de la pandemia en nuestro país, y si no él, sí los demás
integrantes del CSG, sabían y saben que tanto el cubre bocas como las pruebas
en gran número son una forma eficaz de controlar la transmisión desmesurada.
¿Por qué entonces su necedad? La explicación, creo yo, está en la actitud servil
de López Gatell y todo el CSG ante el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Como el presidente no desea cambiar en lo esencial el Presupuesto de Egresos de
la Federación (PEF), aprobado desde diciembre del año pasado, para así realizar
sus injustificadas obras del tren maya, la refinería dos bocas y el aeropuerto
de Santa Lucía, entonces nadie de sus colaboradores le exige recursos
adicionales para la salud, llámense hospitales, equipo para el personal de
salud, cubre bocas o pruebas por millares para detectar enfermos a tiempo. Así
se explica que el CSG sólo se haya reunido el 19 de marzo de 2020 para
declararse en sesión permanente y, con excepción del 20 de abril, no se haya
vuelto a reunir durante lo que va de la pandemia y en ese Consejo hay
funcionarios de primera línea: el Secretario de
Hacienda y Crédito Público, la Secretaria de Desarrollo Social, el Secretario
de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Secretaria de Economía, el Secretario
de Agricultura y Desarrollo Rural, el Secretario de Comunicaciones y
Transportes, el Secretario de Educación Pública, además de los directores del
IMSS y del ISSSTE. Ninguno fue capaz de
exigir un cambio en la política sanitaria del Gobierno federal.
Por
ese servilismo se explica también
que López Gatell trate de justificar lo injustificable diciendo que “no hay
evidencia científica de que sirva el cubre bocas o las pruebas en gran número”.
Señores, el uso del cubre bocas no requiere evidencia científica, es una acción
de sentido común que por sí sola se demuestra ¿cómo va a provocar el mismo
número de contagios una persona enferma, conozca o no de su enfermedad, que al
hablar, toser o estornudar no trae cubierta la boca y nariz, que la misma
persona usando un aditamento que impida el esparcimiento de las gotas de
saliva? ¡Ah! pero como al presidente le incomoda traer cubre bocas (por eso
solo se lo pone cuando se lo ordena su jefe Trump), y como exigir ese
aditamento y las pruebas de Covid-19 demandan más gastos, y el señor no quiere
gastar más en salud, además que no quiere que se dé a conocer el número real de
contagiados y muertos, entonces hay que hacerle la barba y arrastrársele mintiendo
al pueblo que “no hay evidencia científica” aunque sigan muriendo como moscas
miles de mexicanos. Los casos más escandalosos de esta actitud servil del “científico”
subsecretario y objeto de la burla nacional, fueron cuando dijo que el
presidente no seguía las normas sanitarias indicadas por las autoridades de
salud “porque él no tiene fuerza de contagio sino fuerza moral” o cuando en una
mañanera el presidente lo instó a que dijera que la pandemia se acabaría el 19
de abril a lo que el funcionario contestó para no contrariarlo “sí, más o
menos”. En Gatell y todo el equipo de salud se aplica la vieja anécdota política
de que cuando el presidente pregunta ¿qué hora es? la respuesta clásica del
subordinado lambiscón es: la que usted diga señor presidente.
Para que no se diga que hay exageración en
la falta de realización de pruebas, el pasado 21 de agosto, la OMS, a través de
su Jefe de Emergencias, Mike Ryan, señaló que México subestima la pandemia pues
sólo realiza tres estudios por cada cien mil habitantes y que la enfermedad está
sub-representada, lo que quiere decir que no están registrados todos los casos.
Hay médicos del sector salud mexicano que afirman que las cifras de contagios y
fallecidos habría que multiplicarlas por seis para que sean más o menos reales.
Por su parte, el presidente de la
república desde el inicio de la pandemia en nuestro país se ha dedicado a
minimizarla, primero, hablándoles a todos los mexicanos para que las familias
salieran a los restaurantes a comer y hasta se tomaba videos para mostrar que
no había que preocuparse del contagio, después, en el colmo del ridículo, en su
mañanera llamó a la población a protegerse con el “detente” o con “amuletos de
la buena suerte”; más tarde, como niño berrinchudo, negándose a usar el cubre
bocas “hasta que se acabe la corrupción” y después de haber ordenado tres meses
de confinamiento de la población, en pleno auge de la pandemia y haciendo eco a
su asesor Ricardo Salinas Pliego a “desapendejarse” (palabra empleada por el
propio magnate), llamó a todos los mexicanos a perderle el miedo a la
enfermedad y a salir a trabajar (es fácil presumir de valiente cuando se tienen
todos los médicos y todas las medicinas al alcance de la mano). Agregado a lo
anterior, aunque el número de contagios y muertos ha ido al alza, en más de 20
ocasiones en sus mañaneras y en otras oportunidades se ha puesto a lanzar desde
el mes de abril frases adormecedoras y conformistas a los mexicanos diciendo
que “ya se ve la luz al final del túnel”, que “ya se domó la pandemia”, que “ya
se aplanó la curva”, que “ya vamos a salir de ésta”, que “la ciudadanía se ha
portado muy bien” etc., etc.
Si esa es la seriedad y los mensajes que
en las autoridades provoca un problema tan grave como el SARS-Cov-2 ¿cómo
reacciona la población? Obviamente, buena parte de los ciudadanos concluyen que
el problema no es tan grave y que, por tanto, pueden hacer su vida normal, sin
tomar las medidas sanitarias mínimas. Y allí tenemos los resultados. Por eso no
es justificado, cuando de buscar culpables se trata, decir que la población no
hace caso, que el mexicano es irresponsable y que la población debe cuidarse
solita.
Pero la responsabilidad más grande de la presidencia
de la república es no haber variado drásticamente el PEF y empeñarse en
realizar las obras de relumbrón de la 4T, dejando en el desamparo a los
mexicanos más pobres, los cuales han tenido que soportar los peores estragos de
la pandemia: el problema de falta de alimentos durante la cuarentena, el
problema de atenderse la salud con sus propios recursos y el problema del
desempleo ante el cierre de miles de empresas que no soportaron la crisis
provocada por la cuarentena. Durante los meses de encierro forzoso no fue
aprobado ningún programa federal alimentario de apoyo a las familias de menos
recursos, no fue aprobado tampoco un apoyo de un ingreso económico mínimo (una
especie de seguro de desempleo) para las familias que no pudieron trabajar, y a
la fecha tampoco se ha promovido la generación de empleos que se perdieron por
millones sumando los empleos formales e informales; el presidente prometió que
habría una recuperación de los mismos a través de los programas de bienestar y
de los jóvenes construyendo el futuro, programas temporales que a la postre no
han resuelto ni mínimamente la falta de trabajo para los mexicanos.
La preocupación de muchos gobiernos de
otros países ante la pandemia ha sido muy superior, la cual se demuestra en el
porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) destinado al apoyo de sus
ciudadanos durante la misma. Mientras que Alemania o Reino Unido destinan el 36
y 18.8 por ciento, respectivamente, México destina tan solo el 0.4 por ciento. Alguien
podría argumentar que aquellos son países muy ricos y que México no se puede
comparar a ellos, pero tenemos ejemplos en países de Latinoamérica cuya
economía es muchísimo más pequeña que la de México y se han preocupado más por
su población, a decir del Portal de Internet Statista, tenemos que Perú ha
destinado el 12%, Chile con 10.3%, Colombia 7.9%, Guatemala 3.4% y Paraguay con
2.5% de su PIB. El gobierno mexicano, pues, ha dejado a su suerte a la
población.
Ahora
bien, existen estudios como el del Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio
de México, Héctor Hiram Hernández Bringas, llamado “Mortalidad por Covid en México”, el cual fue publicado por el Centro Regional
de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de
México. De acuerdo a este estudio, el 71 por ciento de muertos por esa
enfermedad viral tenían una escolaridad de primaria o inferior. Es decir, que
otra vez los más perjudicados son los más pobres, porque ¿quiénes son los que
tienen una escolaridad de primaria o inferior? los que no tuvieron recursos
para estudiar. Y con su política desaprensiva, facilona y negligente para
atacar a la pandemia, el gobierno morenista está perjudicando a la población de
más escasos recursos económicos.
Ante la situación actual opino que el
Gobierno federal no ha venido cumpliendo con su obligación constitucional de
garantizar la salud a los mexicanos, que los que todavía estamos vivos no
requerimos minutos de silencio, ni nuestras familias necesitan las condolencias
cuando nos haya matado la enfermedad. Los mexicanos requerimos acciones firmes
para evitar la propagación del Covid-19, requerimos un gobierno responsable que
ponga el ejemplo con las medidas sanitarias, necesitamos que haya apoyos para
todos los desempleados tanto del sector formal como informal, que se realicen acciones para mejorar el
sistema de salud, que se atienda a todos los enfermos y con mayor calidad en
los hospitales. Requerimos acciones serias del gobierno para recuperar los
empleos perdidos y generar nuevos. Necesitamos, en fin, un gobierno que no le
mienta a los mexicanos, que no privilegie las obras de relumbrón ni la
austeridad republicana. Necesitamos un gobierno que privilegie la salud de
quienes vivimos en este país.
Los
gobiernos capitalistas, entre ellos el mexicano, debieran, sin prejuicios, aprender
del gobierno chino que ha demostrado un gran respeto por la vida humana y se ha
empeñado a fondo para salvar el mayor número de vidas de sus ciudadanos. China
sufrió desde fines de diciembre de 2019
el primer embate de la pandemia sin conocer absolutamente nada acerca de ella,
tiene una población que ronda los 1,400 millones de seres humanos y, aun así,
logró controlar exitosamente la enfermedad al grado que hasta esta fecha su
número de personas contagiadas no rebasa los 85 mil y su número de muertos por Covid-19 es de 4,634
en los casi ocho meses que ha sufrido la pandemia. En México apareció el primer
enfermo dos meses después y van más de ¡66 mil fallecidos! Pero en el país
asiático, además del cubre bocas realizan 6,281 pruebas por cada cien mil
habitantes y no tres como en México. Obviamente hay una mayor vigilancia con
los enfermos y una serie de medidas sanitarias que en conjunto arrojan mucho menos
contagios y menos muertos. Es la diferencia entre un gobierno verdaderamente
humanista y otros, como el de México, en los que el interés de los gobernantes
es aferrarse al poder, el lucimiento personal, la verborrea y la sed de riqueza
a costa de la vida de sus ciudadanos.
Una crítica a la actual situación que
vivimos en México no tendría mucho sentido en sí misma, pero es de mucha
importancia y de gran utilidad este momento porque ya hay predicciones de que
si no hay un cambio en la política sanitaria del gobierno morenista, antes de
diciembre de este año tendremos el doble de mexicanos fallecidos.
Este escrito no tiene como propósito
principal evidenciar los errores y la ineficacia del gobierno de la “cuarta
transformación”, sino prevenir peores escenarios, pues ya hay predicciones,
como la de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, que
calcula el doble de ciudadanos fallecidos antes de finalizar el año si el
gobierno mexicano no cambia su política sanitaria. Por eso, como personas conscientes
debemos unirnos en una sola voz, para exigir un gobierno más responsable y
verdaderamente comprometido con la vida humana, especialmente la de los más
pobres, que son quienes están más indefensos ante esa mortal enfermedad,
todavía se pueden evitar decenas de miles de fallecidos y el lacerante dolor de
sus respectivas familias.