Arturo Castillo
Desde el surgimiento, como durante el desarrollo y consolidación de la producción capitalista, la lucha obrera por la reglamentación de la jornada de trabajo, que pusiera un freno, un límite a la imposición patronal de prolongadas jornadas de trabajo a los obreros, sigue vigente. Porque a pesar de que existen normas laborales que establecen la cantidad de horas máximas de la jornada de trabajo, son normas que le dejan sueltas las manos a los patrones al disponer que el salario también puede fijarse “por unidad de obra (a destajo, por una cantidad determinada de piezas), por comisión, a precio alzado o de cualquier otra manera”. De esta manera, los dueños de las fábricas, por medio de sus empleados de confianza, siempre se las ingenian para exigir más producción, explotando sin consideración a los trabajadores.
Jornadas agotadoras a cambio de un mísero salario continúa siendo la vida del obrero y de sus compañeras obreras. Para los empresarios dueños del capital, ávidos de mayores ganancias, no hay distinción de sexo en el proceso de producción y de explotación. Lo podemos constatar todos los días, en la mayoría de las industrias y en particular, por ejemplo, en la de la confección de ropa, en las que laboran de acuerdo a los datos de INEGI más de 750 mil trabajadores en la república mexicana, el 5.3 por ciento, de ese sector, 39 mil 750 trabajan en la confeccionan de ropa en las empresas ubicadas en el estado de Hidalgo.
Se queja una obrera “Tengo una antigüedad de 7 años en el puesto de costurera con un salario diario de 257 casi 9 pesos arribita del salario mínimo general, 48 horas a la semana repartidos en 5 días, antes teníamos que sacar la costura para llenar 15 bolsas con 48 piezas cada una y ganábamos 3 mil 400 pesos, ahora 19 bultos con sus 48 piezas y apenas nos pagan 2 mil 578 pesos a la semana, pero si no alcanzamos a sacar los 19 bultos solo recibimos 2 mil 181 pesos. Y para no perder el bono de productividad, ni agua tomamos para no ir al baño y no perder tiempo y sacar la producción. Por necesidad aguantamos ese pesado trabajo”.
Otra obrera que labora en una empresa distinta, con una antigüedad de 10 años, comenta “En la empresa producimos trajes para los gringos, yo trabajo en la máquina de costura en el departamento de sacos, gano casi el salario mínimo y para poder ganar un poco más tengo que rebasar la costura de las 36 piezas, llegar a 60 piezas para ganarme el bono de 600 pesos más a la semana. Y nos obligan a sacar una producción mayor y quien no la cumple durante la jornada normal y se deja, se tiene que quedar hasta cumplir sin pago de tiempo extra”. ¿Y el sindicato no las representa o defiende? “Los delegados sindicales parecen un empleado más de la empresa, hasta se ponen de acuerdo para amenazar o despedir a quienes reclamamos por el exceso de trabajo”.
El gobierno morenista presume que con las reformas laborales ahora existen mejores condiciones para los trabajadores, pero en la realidad están peor que nunca, por ejemplo, a pesar de que el artículo 133 de la Ley Federal del Trabajo en sus fracciones XII y XIII prohíbe a los patrones y a sus representantes “Realizar o permitir actos de hostigamiento y/o acoso sexual contra cualquier persona en el lugar de trabajo”, además de la aprobación por el Senado de reformar el Código Penal Federal artículo 259 Bis, que señala “La sanción de 40 días de salario mínimo o inhabilitación del cargo a quien en el ámbito laboral ejerza cualquier tipo de violencia de forma recurrente y sistemática sobre otra persona y le cause un perjuicio profesional, daño patrimonial, económico psicológico y físico”. Para comprobar estas arbitrariedades, los inspectores de trabajo debieran de constatar el cumplimiento de las normas de trabajo, salir de la comodidad de su oficina, y comprobarían los atropellos de las empresas.
Dada la historia de la situación de la clase obrera es evidente que ni el patrón, el gobierno, ni los sindicatos tradicionales charros harán nada por remediar las condiciones de trabajo de los asalariados; solo cuando los trabajadores pierdan el miedo, conozcan la ley, se unan para tomar en sus manos la dirección de los sindicatos y desplieguen una lucha combativa en defensa de sus derechos laborales, podrán poner un freno a los abusos patronales.