Sobre la explotación laboral
Javier Ramírez
Es una expresión muy frecuente entre los trabajadores hablar sobre la explotación que viven en su fuente de empleo, pues la mayoría se topa con algunas anomalías por parte de sus patrones o con sus gerentes y directivos. Las formas en que se expresan son las siguientes: “se pasan, me hicieron trabajar más tiempo; no me dejan ir si no termino de hacer lo que me encargaron; otra vez quedarme más tiempo porque mis compañeros no se apuran; no manchen, otra vez a trabajar en día festivo y no lo van a pagar como dice la ley; otra vez no cayó el pago, que según por fallas del banco; me van a descontar la merma de la semana porque no salió el producto; ahora dicen que me van a descontar porque llevo dos retardos en la semana; me van a descontar el producto que hace falta en el inventario; nos van a descontar la producción a todos porque salió defectuoso el producto; etc.”.
Este tipo de situaciones y arbitrariedades también se ven reflejadas en algunos profesionistas asalariados, por ejemplo, ellos llevan trabajo a casa donde, en lugar de descansar o hacer cualquier otra actividad que no sea laboral, se la pasan en su laptop realizando las tareas pendientes o para avanzar con alguna de ellas, tal es el caso de los abogados, ingenieros, contadores, diseñadores, etc.
Para los trabajadores esas son algunas de las formas de explotación laboral que sufren en sus trabajos, pero podemos resumirlas afirmando que son las acciones de los patrones que oprimen la capacidad productiva del trabajador y violan sus derechos laborales establecidos en la Constitución y reglamentados en la Ley Federal del Trabajo, es decir, que su incumplimiento quebranta el equilibrio entre los factores de la producción, entre el capital y el trabajo.
Por otro lado, he escuchado a algunos trabajadores que dicen no ser víctimas de la explotación laboral, porque donde laboran “les pagan bien, cuentan con seguro social, con las prestaciones de ley y si hay que quedarse más tiempo a trabajar se las pagan conforme a derecho”, es decir, que creen que no son explotados solo por el hecho de que el patrón “les garantiza sus derechos laborales”.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define la explotación laboral como trabajo forzado, sin embargo, dicha definición se relaciona con un grupo de individuos o un individuo que recluta a más seres humanos para obtener objetivos lucrativos, a simple vista pudiera ser cierto, lo lamentable es que no lo es, pues hay otros conceptos más completos para definir mejor la explotación laboral.
Carlos Marx definió la explotación laboral como el trabajo no retribuido al obrero, es decir, el trabajo excedente que el obrero realiza sin pago alguno. Trataré de explicarlo brevemente tomando el análisis de Marx en su obra “Salario, precio y ganancia”. El obrero para obtener sus medios de vida tiene que vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, mismo que le permitirá acudir al mercado para comprar los satisfactores básicos que necesita para sobrevivir él y su familia. Para obtener este salario, el obrero tiene que laborar 6 horas y con esas seis horas vasta para reproducir el monto de su salario. Sin embargo, este obrero tiene que vender su fuerza de trabajo a un capitalista, por una cantidad “x” de dinero, este pago puede ser diario o semanal, y representa el precio de su fuerza de trabajo. Pero vemos que el trabajador con solo 6 horas de trabajo incorpora a la producción el valor de “x”, es decir, el equivalente exacto a su salario o precio de su fuerza de trabajo.
Dice acertadamente Marx, el capitalista al comprar la fuerza de trabajo del obrero también dispone de su tiempo, por tanto, pondrá al obrero a trabajar otras 6 horas diarias. En su ejemplo, Marx nos habla de una jornada diaria de 12 horas. De estas 12 horas de trabajo, con solo 6 que el obrero trabaje obtiene el monto de su salario; y en las otras 6 horas de la jornada el obrero genera un nuevo valor, al que Marx llamó plustrabajo, que al incorporase a la mercancía le denomina plusproducto y que finalmente al venderse en el mercado se convertirá en plusvalía, en dinero aumentado, esta es la ganancia que en cada ciclo económico obtiene el capitalista.
Marx explica que este nuevo valor creado por el trabajador no le pertenece a él como productor, quien se apropia de este nuevo valor es el capitalista que es el dueño de los medios de producción, por tanto, la cantidad “x” de dinero que el capitalista le paga al obrero de salario, es resultado de las primeras 6 horas de trabajo del obrero y que en las siguientes 6 horas el obrero generó la ganancia o plusvalía que obtendrá el capitalista. De tal forma que con la venta de su fuerza de trabajo, el obrero no solo recupera su salario, sino que, al mismo tiempo, genera la plusvalía que enriquece al patrón. En esto consiste precisamente la explotación que sufre el obrero: en que esa ganancia o plusvalía que obtiene el capitalista la obtiene del trabajo no retribuido al obrero.
Dicho ejemplo Marx lo explicó por primera vez en junio de 1865 en el Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, exponiendo públicamente las bases de su teoría económica sobre la plusvalía; más tarde, las notas que Marx preparó para su exposición fueron compiladas por su hija Eleonor, quien las publicó con el título “Value, Price and profit” (Valor, precio y ganancia) en Londres de 1898.
Quizás alguno de mis posibles lectores dirá, “pero de eso ya hace mucho tiempo” y, lastimosamente, es cierto, tan es cierto que durante todo este tiempo que ha transcurrido a la fecha, casi 160 años, los capitalistas siguen acumulando plusvalía a costa de la explotación a los trabajadores, a costa del trabajo no retribuido al obrero, sigue siendo esencialmente el mismo modo de explotación laboral que sufren los trabajadores en el capitalismo en que vivimos.
No seré yo quien les ponga más ejemplos, pero sí diré a mis compañeros trabajadores que cuestionen el tiempo que pasan trabajando en la empresa donde laboran, y hagan una medición y calculen en cuánto tiempo de su jornada diaria de trabajo tardan ustedes en crear el valor del precio de su salario y cuánto es el tiempo restante que le trabajan a su patrón sin remuneración alguna, es decir, el tiempo destinado a la generación de la ganancia o plusvalía que se apropia el capitalista.
Pretender ocultar la explotación laboral con el argumento de que se respetan los derechos laborales es un error inaceptable, la aplicación de la ley laboral permite regular el equilibrio entre los factores de la producción, entre el empleador y el empleado, entre el capital y el trabajo, es decir, tener mejores condiciones laborales, “salarios dignos”, prestaciones incluso superiores a las de la ley es válido, de alguna manera esto mitiga las tantas necesidades que tienen los productores de la riqueza social, esto es cierto, pero ello no significa que deje de existir la explotación laboral; la riqueza que hoy acumulan los hombres más ricos de México y el mundo, es resultado de la plusvalía que obtienen del trabajo no remunerado, es resultado de la explotación que sufren diariamente millones y millones de trabajadores.
Ahí donde los trabajadores creen que no son explotados por el hecho de tener “mejores” condiciones económicas y “respeto” a sus derechos laborales, encontramos que los capitalistas aplican la misma forma de explotar a sus obreros que en los países europeos del siglo XVIII, la diferencia está en que en la época moderna los capitalistas además de arrojar a los trabajadores más migajas disfrazadas de “mejores” condiciones económicas y “respeto” a sus derechos laborales, se han apoderado del pensamiento y de la voluntad de los trabajadores, a quienes adormecen y manipulan a su antojo.
Que nadie se engañe, aun teniendo “buenos salarios”, o por encima del mínimo y teniendo mejores prestaciones, los trabajadores de todas las ramas de la producción, lo queramos o no, sufrimos inevitablemente de la explotación laboral. En consecuencia, los trabajadores debemos elevar nuestra consciencia social, prepararnos, unirnos, organizarnos, y luchar en contra de la explotación capitalista, por la construcción de una sociedad menos injusta y desigual, por un modelo económico que beneficie a los trabajadores, que procure una distribución equitativa de toda la riqueza social.