Ernesto Alcolmixtli
El problema más grave de México es la pobreza creciente. El número de pobres en el país aumenta todos los días arrastrando familias enteras a esta penosa realidad donde son golpeados por el hambre, las enfermedades o la falta de vivienda, a pesar de que lo niegue el gobierno morenista.
Por ejemplo, la pobreza extrema aumentó pasando de 8.7 millones de personas en 2018 a 9.1 millones de personas en 2022; 400 mil mexicanos que ya eran pobres, se hunden aún más en la extrema pobreza. La falta de solvencia económica en la familia aun donde los padres trabajan es un problema que se agrava.
La pobreza laboral afecta a 49 millones de trabajadores que tienen salarios que son insuficientes para cubrir el costo de la canasta alimentaria y, a pesar de que tienen empleo, sus hijos no comen lo suficiente en cantidad ni en calidad, padecen hambre. Pero hay una cara más trágica y dolorosa dentro de la misma pobreza que es el trabajo infantil.
El trabajo infantil se define cuando niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años son contratados para trabajos no permitidos para ellos, como en la producción de artículos y servicios destinados al mercado, o en ocupaciones en lugares o actividades peligrosas.
En 2019 teníamos en México 3.3 millones menores de edad en actividades laborales. Para 2022 aumentó a 3 millones 900 mil niños y niñas que trabajan en las peores condiciones laborales (Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social /ENTS).
Existen 2.1 millones de niñas, niños y adolescentes laborando en actividades económicas no permitidas y 1.9 millones de niños realizando quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas, durante horarios prolongados o expuestos a riesgos. ¡Una desgracia nacional!
La miseria que tortura todos los días a las familias mexicanas pobres, empuja sin piedad a los niños a trabajar para buscar sustento y para completar los bajos salarios del jefe de familia. Pero no es solo esa la causa del trabajo infantil.
La causa económica más profunda que provoca la explotación infantil, es la necesidad de los patrones de explotar mano de obra barata y suficiente (que encuentra en los niños y niñas), para aprovechar, no tanto la fuerza muscular del niño o la niña, sino la gran flexibilidad de sus manos y su cuerpo para realizar trabajos delicados, que no requieren mucha fuerza, pero que son necesarios en las empresas capitalista. El interés de integrar al mercado laboral mano de obra infantil, es porque produce un efecto benéfico para el rico capitalista, pues le permite abaratar el precio de la fuerza de trabajo del obrero adulto pagando salarios más bajos, para aumentar su ganancia.
Antes el obrero vendía solo su propia fuerza de trabajo como jefe de familia, ahora, obligado por el hambre, vende la fuerza de trabajo de sus hijos. Así es, la demanda de trabajo infantil se asemeja a la demanda de esclavos, es más barata. También provoca en beneficio del patrón un cambio formal, pues en el contrato laboral el patrón y el obrero contrataban como personas jurídicamente libres, pero los niños carecen de personalidad jurídica para celebrar contratos, anulando la obligación jurídica patronal quien los explota sin consideración alguna, al no estar sujetos a obligaciones laborales, premiándolos, además, por la corrupción y la indiferencia oficiales.
El trabajo infantil surgió con el desarrollo de la industria, particularmente con la invención de la máquina-herramienta cuando los trabajos pesados fueron simplificados con el desarrollo tecnológico, que redujo a su vez los esfuerzos físicos a trabajos sencillos, ligeros y flexibles, fáciles de realizar por los niños.
Desde que el hambre de ganancia del rico empresario encadenó a los niños durante la revolución industrial inglesa al moderno proceso capitalista de producción, jamás los liberó, al contrario, reforzó las cadenas de la miseria en los hijos de los obreros y los aseguró en el proceso explotador, con ello el patrón “amplió el material humano de explotación… y también el grado de explotación” como descubrió Carlos Marx.
La empresa capitalista como vampiro insaciable, lleva en sus venas la sangre y las lágrimas de millones de niños de todo el mundo. Hoy, día a día, minuto a minuto, el capital exprime la vida de más de 160 millones de niños en todo el mundo y acrecientan sus ganancias a costa del sufrimiento de estos infantes. Ningún gobierno rescatará a los niños de la explotación laboral. Solo la educación y la lucha organizada de la clase obrera podrá liberar a los niños trabajadores.