Renata Aguilar
Europa ha sido vista como un bastión en derechos laborales, como un ejemplo a seguir para otros países, sobre todo los “subdesarrollados”. Ahora enfrenta una crisis significativa en esta materia. El Índice Global de Derechos 2024 de la Confederación Sindical Internacional (CSI) mostró que los derechos laborales básicos y democráticos en Europa han decaído a un ritmo más rápido que en cualquier otra región del mundo. Con el surgimiento de la pandemia de Covid-19, en 2020 comenzaron a ser más visibles las grietas del edificio llamado capitalismo y resurgieron protestas en el continente. Solo recordemos el año pasado las huelgas de los franceses como protestas por la reforma a las pensiones, una Francia en llamas.
Asimismo, en 2022, los ataques a Rusia por parte de EE. UU. y Ucrania, y en 2023 contra Palestina, a manos del Estado israelí, han exacerbado al mundo, e innumerables calles, sobre todo de Europa y Estados Unidos, se han inundado de protestas masivas. La oligarquía va y hace, y los trabajadores van y pagan. Si no, ¿cómo y con qué dinero financian sus guerras? Las mismas armas son fabricadas por trabajadores, toda la riqueza de los países la creamos los trabajadores, pero nosotros no recibimos nada. Las guerras se llevan a cabo con ánimos de conquista de territorios para que las potencias puedan expandir sus mercados, en pocas palabras, para que la oligarquía mundial pueda “saciar” su sed de ganancia, de dinero, pero ésta nunca se sacia.
Pues bien, de alguna manera, estos eventos, las guerras, exigen la compresión de las garantías sociales, entre las que se encuentran los derechos laborales. Esta mutilación por parte de los gobiernos proimperialistas se manifiesta en políticas agresivas y faltas de toda sensibilidad, como la que recientemente planteó el Fondo Monetario Internacional (FMI); organización imperialista que sin ruborizarse pidió bajar las pensiones “ante el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”. No se sorprenda usted de que algún día quieran poner un límite al tiempo en que uno pueda vivir en este planeta y pasado el tiempo quieran cobrar por ello.
La oleada ultraderechista en Europa llevó a los líderes sindicales de toda Europa, reunidos en Bruselas, en el Comité Ejecutivo de la Confederación Europea de Sindicatos, a advertir sobre el riesgo que representa la extrema derecha para los trabajadores y la democracia. (Noticias obreras, 30 de junio de 2024).
Este recrudecimiento de la derecha en contra de las políticas sociales ha tenido necesariamente su reacción en las elecciones, por ahora en Reino Unido y Francia. Los ciudadanos que son los que recienten los recortes a los programas y derechos, han proclamado un voto de castigo a los candidatos de los partidos conservadores. En Francia se creó el “Nuevo Frente Popular”, nacido de la agrupación de todas las fuerzas de izquierda, incluyendo “La Francia Insumisa” cuya cabeza es Jean-Luc Melechon. Esta oposición ganó recientemente la mayoría en las elecciones legislativas. Se trató, en esencia, de un voto de castigo a la ultraderecha que solo le interesa la guerra. Corresponde seguir las acciones de la izquierda, que, si bien obtuvo más escaños, no obtuvo la mayoría calificada. Pese a este avance de la “izquierda unida”, la ultraderecha sigue siendo sumamente fuerte. La clase obrera debe estar atenta y exigir que la izquierda revierta la reforma a las pensiones, suba los salarios y en general lleve a cabo su programa, cuidando que no devenga en concesiones a la derecha. Esto solo podrá lograrlo en apoyo con el pueblo francés.
Estos pasajes y más, encierran un nuevo episodio del resurgimiento de la derecha en el continente, cuya presencia y actos, se recrudecen o amainan, como mejor les ha convenido. Hoy han aceptado el programa de expansión y consolidación del imperialismo yanqui.
En América Latina los efectos de la política dirigida desde Estados Unidos se han hecho presentes, lo vemos nítidamente en la Argentina: el fascista Javier Milei ha aprobado la Ley de Bases, una embestida contra los trabajadores argentinos, quienes están sufriendo despidos y represión social ante sus protestas.
Los trabajadores del mundo debemos estar claros, pero sobre todo preparados. Seamos honestos, en este momento no lo estamos, pero seamos valientes y optimistas, aceleremos nuestra preparación, nuestra revolución, porque está cerca y lo estará más en la medida en que tengamos conciencia de clase.
Europa se encuentra francamente en una crisis económica y política. Imaginemos la bella Europa como ese edificio casi perfecto, enorme, el de nuestros sueños, con jardines elíseos, con avenidas perfectas, etc., pero no nos deslumbremos; observemos las grietas de las que hablamos, vayamos a los cimientos y podremos observar que Europa se está cayendo, el sistema capitalista que representa se está cayendo. Y no solo en Europa, sino en el mismo Estados Unidos, del que por cuestiones de espacio no ahondaremos. Pero si Europa está cayendo, si el sistema capitalista está cayendo, ¿en manos de quién va a caer?
Se atisba una situación revolucionaria en el mundo, en que la compresión que ejerce el capitalismo sobre los individuos ya no aguanta y va a estallar cual olla a presión, que el edificio del que hablamos va a caer. Seríamos ilusos si creyéramos que, al estallar la olla, se va a llevar a cabo la revolución que cambie a la clase en el poder y llegue la clase proletaria. Que, al caer el edificio, la clase capitalista va a caer con él y quizá, la clase proletaria va a tomar las riendas y a construir el socialismo, que va a construir el mundo nuevo, más fraterno y justo.
Citando a Lenin “la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper (o quebrantar) el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, “caerá” si no se le “hace caer”.
Nosotros como clase obrera debemos estar preparados para hacer caer al edificio y para poder cambiar a la clase e instaurar la dictadura que forje el nuevo mundo que traerá justicia para toda la clase trabajadora. De lo contrario tanto en Europa como en nuestro país seguiremos viendo el deterioro de nuestros derechos básicos, y no solo eso, quizá incluso las guerras insensatas que promueven los imperialistas nos lleven al fin de la humanidad.