Antón Rojo
En torno al incremento a los salarios mínimos, venimos siendo bombardeados por diversas informaciones que pretenden establecerse como las válidas para convencer a los trabajadores acerca de lo que vienen haciendo tanto el Gobierno como los patrones.
El Gobierno por su lado, se jacta de que ha venido aplicando una política profundamente obrerista presumiendo que, durante su régimen, el de la llamada 4T, el salario mínimo se ha incrementado en proporciones nunca antes vistas: afirman “que entre 2018 y 2024, el salario mínimo creció más del 100% en términos reales, recuperando niveles de poder adquisitivo similares a los que se tenían en la década de 1980. De acuerdo con información de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) […] el salario mínimo se incrementó 142% entre mayo de 2019 y mayo de 2024.” Aunque, ya un poco menos entusiastas, reconocían: “Según la dependencia en términos reales, sin contar la inflación, el incremento que tuvo el salario en el periodo referido, ha sido de 86.6%.” (“El Imparcial”, 27 de septiembre 2024). Es decir, hablando claramente, el 55 por ciento de dicho aumento, se lo comió la inflación.
Por su parte, los empresarios no se quedan atrás en eso de presumir que esos aumentos catalogados como “históricos”, han sido resultado de su esfuerzo y de sus planes como empresarios: “Desde el Encuentro Nacional de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), realizado en el estado de Michoacán, su presidente, José Medina Mora Icaza, manifestó que, desde 2016, han trabajado para ir aumentando el salario mínimo de manera gradual. Como parte de la iniciativa “Vida Digna e Ingreso Digno”, Mora Icaza recordó que, del 2016 al 2024, lograron un aumento del 130%.” (UNOTV.COM, 8 de noviembre de 2024).
Curioso triunfo donde dos partes, aparentemente contrarias y diferentes, se adjudican cada quien, por su lado, la paternidad de lo logrado sin mencionar o reconocer que la otra tuvo algo que ver.
Lo cierto es que, a lo largo de ese tiempo, la clase patronal, que es la que a fin de cuentas desembolsa el efectivo, no se ha manifestado propiamente molesta con lo acordado incluso en los casos de años pasados que se llegó a dar un 20 y 22 por ciento en los incrementos al salario mínimo, catalogados como “históricos” por los gobiernos morenistas. Quiere esto decir que han sido valores entendidos porque a la parte patronal no se le ha sentido propiamente inconforme con lo que ha tenido que dar e incluso en algunos casos han sacado ventajas particulares al acceder a dichos acuerdos, como el tope legal que el Gobierno le impuso a las utilidades que tocan a los obreros.
El gobierno morenista ha presumido que se ha recuperado el poder adquisitivo del salario y los patrones presumen de lo mismo. Pero veamos las cosas más de cerca.
Además de lo señalado, recientemente el gobierno morenista ha prometido poner en la ley que los incrementos al mínimo nunca serán inferiores a la inflación, que el porcentaje al mínimo para el próximo año 2025 será del 12 por ciento y que la meta a largo plazo es que dicho salario sea bastante para comprar 2.5 canastas básicas: “El Senado de la República aprobó por unanimidad la reforma constitucional que protege al salario mínimo contra la inflación. De esa forma, los incrementos a los salarios mínimos generales y profesionales nunca podrán estar por debajo de la inflación para que el poder adquisitivo de las familias mexicanas sea más consistente […] En tanto, la Presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido que buscará realizar aumentos anuales del salario mínimo de alrededor del 12 por ciento. Sheinbaum ha dicho que su gobierno trabajará para aumentar gradualmente el salario mínimo para que represente 2.5 canastas básicas, frente a las 1.6 actuales”. (“Infobae” 9 de octubre 2024).
Para cualquier gente desprevenida, las anteriores afirmaciones pudieran parecer que va en serio eso de la recuperación salarial y que con la 4T se acerca cada vez más el reino de la verdadera justicia laboral. Pero esto no es así, como veremos.
Claro que no hay que dejar de reconocer que los porcentajes de aumento a los mínimos durante el sexenio pasado no tienen comparación con los que “se otorgaban” en los sexenios anteriores a este, donde nunca dejaron de ser incrementos miserables y reducidos. Pero de ahí a concluir que han sido “aumentos… que han provocado una reducción significativa en la pobreza laboral…”, esas ya son afirmaciones muy descabelladas.
En 2018 el salario mínimo ascendía a 88 pesos diarios y a 2,640 al mes. La canasta básica alimentaria y no alimentaria de ese entonces, se calculaba en 3,427 pesos por persona al mes. De tal manera que para una familia de 4 integrantes se requería un total de 13,708 pesos, es decir, había un faltante de 11,068 pesos para cubrir esas mínimas necesidades, es decir, un 81 por ciento de carencia.
Las cosas en 2024, si bien han mejorado un poco, no puede afirmarse que existe ya una solución de fondo: el salario mínimo actual asciende 248.90 pesos diarios y a 7,467 al mes. Pero para los meses de julio-agosto del presente año la canasta básica alimentaria y no alimentaria se calcula en 4,554.12 pesos por persona al mes. De tal manera que para dicha canasta básica mensual suficiente para una familia de 4 integrantes se requeriría un total de 18,216 pesos, es decir, ahora persiste un faltante de 10,749 pesos para cubrir las necesidades mínimas de una familia obrera, es decir, un 59 por ciento de carencia. (Datos obtenidos de la publicación del Coneval “Líneas de Pobreza por Ingresos, agosto 2024” del 12 de septiembre de 2024).
Vistas así las cosas, no hay mucha razón para echar las campanas al vuelo: no, no hay ninguna reducción significativa y profunda de la pobreza laboral.
Que la ley establezca que “… la fijación anual de los salarios mínimos generales o profesionales, así como la revisión de los mismos, nunca estará por debajo de la inflación observada durante el periodo de su vigencia” (fracción VI del reformado artículo 123 de la Constitución) no garantiza que, en los hechos, eso vaya a ser así: el incremento a los salarios mínimos solo se define una vez al año, entre noviembre y diciembre y empieza a tener vigencia a partir del 1 de enero del año siguiente, pero la inflación, en todas sus variantes existentes, se incrementa día con día aunque oficialmente se la mida cada quince días o cada mes al darse a conocer el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). ¿Qué va a hacer el Gobierno frente a cada incremento de precios, se produzca cuando se produzca, se dé cuando se dé, decretará un aumento a los mínimos para que “su revisión nunca esté por debajo de la inflación” ?, ¿o es que la expresión grandilocuente de “nunca estará por debajo de la inflación” es, como acostumbra mucho la 4T, demagogia barata para apantallar incautos?
Pero, supongamos por un momento que eso de “nunca estará por debajo de la inflación” tenga algo de seriedad. La inflación pronosticada para este fin de año, según una de las versiones oficiales, será de 4.76 por ciento (y otra más optimista y más increíble, presentada para justificar el “Paquete Económico 2025” habla de que será de solo 3.5 por ciento). Ateniéndose a eso, los patrones bien pudieran ofrecer y dar un miserable 5 o 6 por ciento de aumento a los mínimos y estarían cumpliendo con la promesa morenista hecha ley, de que “la fijación anual de los salarios mínimos… nunca estará por debajo de la inflación observada…” ¿Ese 5 o 6 por ciento de aumento podrá realmente resarcir el poder adquisitivo del salario? No, claro que no. Ni tampoco el 12 por ciento prometido por el Gobierno porque, como ya vimos, al salario mínimo le falta casi un 60 por ciento para alcanzar a los precios de las mercancías básicas.
Los obreros de carne y hueso y sobre todo sus esposas y madres de sus hijos, que son las que tienen que realizar el milagro de darle de comer tres veces al día a varias bocas, de afrontar gastos escolares, de pasajes, de pago de servicios, de problemas de salud de una familia, saben bien que la inflación no es del tamaño en que la hace aparecer el Gobierno en sus maquilladas cifras oficiales, con las que pretende que no parezca tan grave el problema. El pueblo sabe que el problema de la carestía y la inflación es mucho más grave que lo que dice el Gobierno, porque lo siente en su bolsillo y en su estómago. Y de esto también dan cuenta medios de comunicación que se preocupan por decir la verdad: “Alimentos aumentaron su precio por aceleración de la inflación” cabeceó su nota del 7 de noviembre la revista semanal “Buzos de la noticia” y detalla: “Durante el mes de octubre, aumentaron los precios de artículos necesarios en México debido a la aceleración de la inflación. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los alimentos, especialmente frutas y verduras, se encarecieron en un 15.90 por ciento anual; le siguieron los productos agropecuarios que en general subieron 10.92 por ciento, mientras que los energéticos y tarifas autorizadas por el Gobierno aumentaron un 4.62 por ciento”. Esa es la cruda realidad que no va a cambiar con apantallantes medidas legislativas que carecen de tino y de filo para modificarla.
Pero aun con eso la Presidenta solo ha prometido “[…] que buscará realizar aumentos anuales del salario mínimo de alrededor del 12 por ciento. Sheinbaum ha dicho que su Gobierno trabajará para aumentar gradualmente el salario mínimo para que represente 2.5 canastas básicas (hacia el final de su sexenio), frente a las 1.6 actuales.” (“Infobae” 9 de octubre 2024). ¡Valiente consuelo! Las familias obreras con su hambre y sus carencias, bien pueden esperar sentados el paraíso terrenal prometido por la demagogia de la 4T.
Veamos ahora el lado de los empresarios que también, como el gobierno morenista, se jactan de ser ellos los que impulsan “el salario y la vida digna” de los trabajadores. Los jerarcas patronales, agrupados en la Coparmex, recientemente detallaron su plan en voz de su presidente, José Medina Mora Icaza: “Los empresarios de México proponen que en los próximos años el salario mínimo mensual de los trabajadores sea a partir de los 12 mil 500 pesos. En este sentido, pidieron a las empresas, que estén en condiciones de hacerlo, implementarlo ya. Nuestra meta, es llevar el salario mínimo a la línea del bienestar familiar”. (UNOTV.COM, 8 de noviembre de 2024).
Nótese primero, que los empresarios también se han puesto a la moda morenista de llamarle “del bienestar”, a todo. Pero a continuación veamos que también dicen que buscarán alcanzar dicho incremento “para los próximos años”, más o menos como lo dice la nueva presidenta: “gradualmente”, “poco a poco”, “de aquí al final de su sexenio”. No para ahorita.
Y detallando más su maravilloso plan para llegar a la línea del “bienestar familiar” diseñado por los empresarios, confiesan con todo cinismo: “[…] nuestra meta es llevar ese salario mínimo a la línea del bienestar familiar, que una familia de 4 personas, donde 2 trabajan, esos 2 salarios mínimos alcancen para que los 4 integrantes de esa familia tengan acceso a la canasta alimentaria y a la no alimentaria”. (UNOTV.COM, 8 de noviembre de 2024).
¡Que bonito plan de los empresarios para “el bienestar familiar” de los obreros! ¡Si el salario mínimo del jefe de familia no alcanza, pues que trabajen dos de los integrantes de la familia y asunto resuelto!
Esta es la verdadera cara despótica y desconsiderada del capital sobre el trabajador asalariado: sabe que lo tiene bajo su dominación y se sabe dueño no solo del tiempo del trabajador cabeza de familia, sino también dueño del tiempo de trabajo de la esposa y del futuro tiempo de trabajo de los hijos de la familia obrera que tarde o temprano reemplazarán al trabajador envejecido, lisiado o muerto en el trabajo.
Ya desde hace tiempo, la vida del trabajador asalariado lo empujó a buscar la salida que ahora los patrones le plantean como solución: los raquíticos salarios y la galopante carestía de la vida empujó también a la esposa a trabajar, con el riesgo de descuidar hogar e hijos y de que, con ello, la familia obrera se disuelva y deje de existir.
De tal manera que, a fin de cuentas, entre Gobierno y patrones no hay a quién irle: entre estas dos fuerzas tienen sujeto al obrero a la esclavitud asalariada y ese par de monstruosos poderes se vuelven terribles obstáculos para la realización de los intereses obreros a los que se les imponen con su fuerza y tratan de convencerlos de que no se puede más, ni más rápido, y tiene que resignarse con las migajas que gradualmente le tiran de su rebosante mesa.
En la mitología griega existe la leyenda de los monstruos Escila y Caribdis que estaban apostados cada uno en los acantilados del peligroso estrecho de Mesina, por donde forzosamente tenían que navegar los marinos con riesgo de perder la vida, pues Escila era una criatura aterradora con seis cabezas y doce pies que devoraba a cualquier ser viviente que se acercaba a sus dominios; y en el lado opuesto del estrecho estaba Caribdis, monstruosidad marina que se transformaba en un remolino mortal capaz de destruir cualquier embarcación que se acercara a sus orillas. Así estamos los obreros mexicanos: con la necesidad de navegar en la urgente lucha por nuestros intereses de clase, pero amenazados por la despiadada ambición de los patrones y los embustes de su gobierno, que, aunque se vista de guinda y popular, no deja de ser un defensor de los capitalistas que en los tiempos de “primero los pobres” se siguen haciendo más ricos.
Y, sin embargo, a pesar de los peligros que la lucha obrera enfrenta, no podemos creer que nuestra salvación esté en creerles a unos o a otros, pues en cualquier caso, patrones o Gobierno, Escila o Caribdis, son monstruos enemigos del trabajador.
Para salvarnos verdaderamente, debemos construir una fuerte e indestructible embarcación, con sindicatos de verdadera lucha obrera y con una consciente y disciplinada organización política de clase a nivel nacional, que sepa conducirnos no ya a simplemente vender nuestra fuerza de trabajo por unos cuantos pesos más, sino a liberarnos de la explotación del trabajo asalariado y lograr que la producción social beneficie a los que la creamos y a nuestras familias.
Los obreros mexicanos necesitamos saber que está llegando la hora de recordar y poner en práctica la consigna que Carlos Marx y Federico Engels lanzaran en su tiempo a todos los proletarios del mundo: ¡Ya no queremos salvadores que sirvan solo al capital! La liberación de la clase obrera no puede ser obra más que de la clase obrera misma.