Es necesario que los trabajadores tengan conciencia de la situación que se vive día a día: México es un país enlutado, donde cada familia vive su propia tragedia. Nuestros problemas se han acumulado a través de muchos años donde los gobiernos han hecho promesas y más promesas.
Jaime Reyes
Una de esas promesas que podríamos decir cumplidas entre comillas es el ya tan mencionado aumento al salario mínimo y que, según el gobierno de Morena, deberíamos de estar contentos con él, que es del 20 por ciento, al pasar de $ 207.44 a $248.83. Pero no es así, es solo un espejismo porque la realidad es otra.
Debemos tener claro que el salario mínimo es un piso base, un referente para que, a partir de esa cantidad, se establezcan los pagos laborales. El artículo 85 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) indica que “el salario debe ser remunerador y nunca menor al fijado como mínimo”, teniendo como límite esa cantidad, lo justo sería que los ingresos para el trabajador superaran esa cifra. El artículo 85 de la LFT también dice que “para fijar el importe del salario se tomarán en consideración la cantidad de trabajo y calidad del trabajo”, entonces si se hiciera valer en realidad lo que dice este ordenamiento de la ley, el obrero ganaría mucho más de un salario mínimo al día, pues de sobra sabemos que el obrero produce mucho más de lo que gana de salario por jornada de trabajo, pero tristemente eso no sucede, al trabajador cada día se le explota más y se le paga menos.
A lo largo de este sexenio, encabezado por el gobierno de la 4T, hemos visto problemas nacionales muy graves, un poder presidencial indolente y con falta de creatividad para fortalecer la economía y generar fuentes de empleo. En México hay violencia, pobreza, desempleo e inseguridad. El aumento al salario queda muy por debajo si lo comparamos con el aumento en los precios de los productos de la canasta básica, la gente gana más y compra menos, es decir el trabajador ha perdido poder adquisitivo. El costo de la vida en nuestro país se encarece y el gobierno morenista dirige sus políticas públicas solo al sostenimiento de programas asistencialistas de asignación monetaria directa que no resuelven los grandes problemas del pueblo pobre de México, que tienen un claro objetivo electorero, son solo paliativos que, a final de cuentas, serán insostenibles en algún momento para nuestra débil economía.
México necesita soluciones pensadas en conjunto, que después de haber sido consensuadas, pasen a ser impulsadas desde los diferentes sectores de la sociedad encabezados por los obreros, pues ellos son los generadores de la riqueza en nuestro país, ya que, esperar a que la llamada cuarta transformación lo haga sería vivir de falsas ilusiones.
Nuestro país necesita una política económica progresista que esté en favor del pueblo, se necesita impulsar un proyecto de nación sostenido y vigoroso.
Las soluciones deben de ser realistas: una reforma fiscal progresiva, para que paguen más los que ganan más y paguen menos los que ganan menos para que permita recaudar recursos suficientes para invertirlos en programas productivos y así generar empleos; una reforma laboral que en verdad mejore los salarios, las condiciones de trabajo de los obreros y garantice pensiones dignas; una reforma en el sector salud que obligue a invertir en hospitales y medicamentos; una reforma educativa que modernice la enseñanza y garantice una educación de calidad; urge dejar ya la indolente e insulsa frase de “abrazos, no balazos” y adoptar una eficiente estrategia de seguridad integral.
En suma, se necesita un gobierno encabezado por los trabajadores, que diseñe y aplique una política de soluciones profundas y realistas en favor del pueblo pobre de México.
jenie shirke