Alberto
Corona Escamilla
Cada día, siendo todavía de
mañana, voy a ganarme el pan de mis hijas. Al caminar hacia la combi, prácticamente
los rayos del sol “cocinan mi carne en el propio jugo”. Y ya en el vagón del metro,
de ida y regreso, con el tapaboca, hacinamiento y calor se hacen insoportables.
El
calor que se sufre, en aumento cada año, en calles y lugares públicos es aparentemente
algo inevitable y natural. Pero esto no es cierto. Hoy, este calor como la presencia
del virus COVID 19, se explican por el propósito irracional de la actividad económica
que predomina en la sociedad neoliberal, capitalista, que todos sufrimos.
Son
diversos los estudios en las ciencias que caracterizan al calor y a la pandemia
mundial como efectos negativos de la fabricación de miles de mercancías,
algunas incluso baratijas inútiles, durante las últimas cuatro décadas para
lograr grandes ganancias obtenidas al venderlas en el mercado.
La actividad
de inversionistas y empresarios es guiada por una mentalidad utilitaria, eficaz
y deseosa de un nuevo incremento en las ganancias la cual no se detiene ante
los riesgos en que ubica a los seres vivos (sean humanos o no) ni la
degradación gradual o repentina del ambiente.
Es una
mentalidad que se promueve como moderna y es cultivada en la mente a nuestros
jóvenes en las escuelas de educación superior. Es tal la instrucción que los
hijos ya ni siquiera mencionan que, al finalizar sus estudios, ayudarán a la
comunidad en la que crecieron porque toman como modelo de “éxito” social a quien
se aprovecha de sus vecinos, compañeros de trabajo o amigos logrando “amasar
una fortuna haciendo harina de los demás” y extrayendo de la naturaleza todo lo
que le sirve hasta el punto de alcanzar la muerte de esta. ¿Será esta misma mentalidad
la que explica parcialmente la violencia contra las mujeres?
Insistiendo,
empresarios e inversionistas tienen como actitud constante ignorar las
consecuencias negativas que trae cada acto de rapiña -indican los biólogos y
economistas críticos- resultado de la mentalidad antes dicha. Esta es la razón
por la cual durante ya varias décadas en el Amazonas (Brasil) se sobreexplota
el bosque tropical con el corte de madera preciosa para llevar esta al mercado
donde se obtendrán grandes dividendos con costos bajísimos y teniendo como consecuencias
imprevistas la desaparición de muchas plantas y animales y ahora también el
aumento de la temperatura de cada día en el mundo.
En
resumen, la reducción de la variedad de la vida conduce a la ruptura del
equilibrio dinámico en la relación existente entre todos los seres vivos con el
agua, el aire y el suelo que le son necesarios y, finalmente, todo esto lleva a
la desaparición de los llamados ecosistemas, de la naturaleza como la conocemos
hoy. Y todo por enriquecer a unos cuantos a costa del sacrificio de todos los
trabajadores.
Así, todo
tipo de inversionistas y empresarios extraen, sin medida y de modo persistente,
las riquezas, por ejemplo, en los lugares naturales de China, propiciando la
desaparición de seres vivos que controlaban virus como el de covid-19 el cual al
desaparecer su “enemigo natural” puede migrar a algún otro animal y finalmente
llegar al ser humano, el “paciente cero” dicen los médicos y lo demás es parte
de la historia de estos últimos meses que ya se conoce.
En
cambio, es el bosque como conjunto y el árbol como individuo asociado a su
comunidad vegetal quien produce oxígeno, proporciona sombra y humedad que
refresca, regula la absorción de agua al subsuelo, es hogar de múltiples
especies de animales y controla los vientos fuertes. Es pues un importante regulador
de la humedad, frescura del aire y un buen aliado contra el sofocante calor.
Razones
todas estas por la cuales conviene introducir un gran número de árboles y
vegetación en todas las poblaciones y colonias para así proporcionar sombra, oxígeno
y refrescar el aire durante el traslado de los trabajadores a la empresa, de nuestros
hijos a la escuela y de las amas de casa que salen del hogar para atender las
necesidades de la familia.
Si con
la siembra de árboles se pueden lograr tantos beneficios casi gratuitos para
cada empleado, su familia y vecinos, cabe preguntar, ¿por qué las autoridades
no lo implementan en las calles donde viven los trabajadores?, ¿una acción así
no crearía empleos tan necesarios en estos días?, ¿cómo se aprovechan los
impuestos que me cobran?, ¿no es necesario disminuir las oleadas de calor en
las colonias donde vive la gente humilde?, ¿mis impuestos pagan la limpieza,
verdor y agradable temperatura de las colonias de los ricos?, ¿por qué todo
esto ha seguido ocurriendo durante los últimos dos años?
Para
las autoridades de la ciudad, la mínima mejoría mencionada para los
trabajadores en sus colonias no parece ser de su interés. Y es entendible, pues
cada servidor público, siguiendo la mentalidad utilitaria descrita antes,
prepara maneras para acumular la mayor riqueza aprovechándose del encargo que
se le dio y olvida cuidar de la comunidad defraudando a esta en la confianza
otorgada.
No nos
engañemos, nadie vendrá a proteger los intereses de los trabajadores. Es
indispensable la digna defensa de los derechos y logro de mejorías en nuestra
vida como aire limpio y fresco así también una agradable temperatura en las colonias
de los asalariados gracias a la organización y acuerdo entre nosotros, nuestros
compañeros o vecinos y también mediante la exigencia respecto a que los
impuestos que cobra el gobierno se traduzcan en beneficios reales para nuestras
familias.
Únicamente
la solidaridad organizada y actuante llevara a erradicar la mentalidad
individualista y utilitaria de la que hemos hablado y, a final de cuentas, disminuir
el agotador calor que sufren nuestras familias y nosotros mismos en el camino a
nuestras diarias actividades.