Gerardo Almaraz
Un
gran pensador francés dijo que “hablar de cine es adentrarse a un terreno
pasional”, y esta verdad, a pesar del desarrollo de nuestra modernidad
digitalizada, demuestra que en la actualidad es más cierta que nunca. Hoy en
día desde las diversas plataformas virtuales (Netflix, HBO, Sky TV, etc.), la
televisión y las salas de cine, por mencionar algunos medios, entramos en
contacto con los diversos géneros de películas que ha producido la humanidad
desde hace más de un siglo. Testimonio tenemos de diversas cintas que han
desfilado por nuestros ojos, decenas de historias que nos han conmovido de mil
formas posibles, actores y actrices que nos han impactado y dejado atónitos con
su interpretación; tales imágenes suelen confundirnos y, en ocasiones, nos han
hecho dudar de nuestra realidad. Pero vayamos por partes, que esta pretensión
de abordaje sobre algunos aspectos culturales sobre el origen del cine será una
mera opinión desde los lentes de un modesto pero apasionado cinéfilo.
Cuando
hablamos del cine nos imaginamos una sala oscura donde concurren decenas de
personas para apreciar sobre una pantalla las actuaciones de otras gentes que viven
y narraran una historia. Sin embargo, el cine es un arte con muchas
complejidades que va más allá de las carteleras, trailer, festivales o taquillas. Empecemos por decir que el cine es
la abreviación de cinematografía definida como la técnica que consiste en
proyectar fotogramas (imágenes impresas en una placa de celuloide) de forma
rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento, dando origen a una
película. Esta definición esta contextualizada por el interés de carácter
científico con que se concibió dicho invento, pero que en su progreso se
orientó al espectáculo y al entretenimiento. Podemos decir entonces, como
algunos especialistas han apuntado, que la fecha en que nació como tal el
primer film fue a finales de diciembre de 1895, en París, por la familia
Lumière, encabezada por Louis Lumière. Pero tal invención no fue una
construcción aislada y el resultado de una inspiración individual; para que naciese
el cine propiamente dicho -apunta el historiador del cine mundial, George
Sadoul- antes había que utilizar otro hallazgo: la fotografía.
En
las primeras décadas del siglo XIX, el invento más maravilloso y moderno fue la
fotografía, aunque dicha invención tardó casi un siglo para contar una historia
dinámica através de un proyector. La primera fotografía data de 1823 y había
necesitado catorce horas de exposición para su impresión en una placa: las
primeras fotografías fueron bodegones o paisajes. Sadoul al respecto dice que para
esa época no era extraño esperar tanto tiempo, pues tal invento era una nueva
forma de dibujo, el medio de fijar químicamente las imágenes de las cámaras
negras empleadas por los artistas desde el comienzo del Renacimiento. Sin
embargo, a partir de 1840 el tiempo de tomar una fotografía se redujo a veinte
minutos, pero fue hasta 1951, cuando se desarrolló la fotografía utilizando placas
de vidrio con la combinación química del colodión húmedo, que se obtuvieron dos
ventajas: que de una fotografía se podían obtener varias copias, y el tiempo de
exposición disminuyó a segundos. Con estos logros se dispusieron ahora en
hallar su dinámica, la animación y movimiento de la imagen, en esta búsqueda se
llegó a la idea de recurrir a la exposición sucesiva, que consistió en mostrar
a un hombre bajando el brazo: se le fotografiaba con el brazo levantado y después
de cargar la cámara se volvía a retratar con el brazo un poco más abajo, y así
sucesivamente.
Hasta
aquí faltaría agregar dos cosas no menos importantes. Primera, desde su
aparición, la cámara fotográfica arcaica fue adquirida por ricos comerciantes
que invertían grandes capitales para desarrollar semejante invento del que no
se sabía con claridad cuál sería su valor de uso, sin embargo, el proyecto fue
evolucionando principalmente en países como Francia, Inglaterra y Estados
Unidos. Segunda, al obtenerse copias de fotografías de imágenes sucesivas
impresas en el cronógrafo de placa fija en rollos (fotogramas) ahora era
imprescindible crear o perfeccionar un dispositivo en que se pudiera proyectar
y crear la ilusión de movimiento. En esta etapa de la fotografía ya existían
varias investigaciones tanto de fisiólogos, astrólogos y dibujantes que habían
creado algunos aparatos que ayudaron a darle movimientos a las imágenes, por
ejemplo, el francés Émile Reynaud había creado el proxinoscopio donde comenzó a
proyectar dibujos animados; a este le siguieron el cronofotógrafo y el
estereoscopio. Posteriormente aparecería el quinetoscopio, el artificio creado
por el norteamericano Thomas Edison junto con el inglés William Dickson,
conformado por una caja que mezclaba los engranes que mantenían en movimiento
las cintas junto a una pequeña lámpara que lograba proyectar cada fotograma a
través de un orificio como un cine en el que debes asomarte para ver el
movimiento fotográfico. Aunque el quinetoscopio no tuvo tanto éxito entre el público,
fue el precursor más cercano al cinematógrafo.
Por esa época, en Francia los hermanos
Lumière ya comercializaban con la fotografía y estaban al tanto de los inventos
de moda. Sin embargo, para entonces tenían pleno conocimiento sobre un problema
que aún no estaba resuelto: hacer desfilar los films por una linterna mágica,
animándolos con movimientos y que pudieran proyectarse sobre una pantalla. En
efecto, ese fue el invento creado por los Lumière al que le llamaron el cinematógrafo,
que no solo servía para proyectar sino también para filmar, teniendo un triunfo
inefable en diciembre de 1895. A partir de esta fecha surge el maravilloso
mundo del cine, su efecto en el público fue tan impactante que existe una
anécdota que relata cómo los asistentes a una proyección salieron corriendo
despavoridos cuando vieron La llegada de
un tren a la estación de la Ciotat, una de las primeras películas de la
historia. Asombrados ante el realismo de
las imágenes en movimiento, los espectadores creían que una locomotora
auténtica estaba irrumpiendo en la sala y se los iba a llevar por delante.
En
este punto es necesario recordar otro hecho significativo que tuvo lugar en la
noche inaugural que da nacimiento a la historia del cine, esta vez teniendo
como centro no la proyección misma, sino la presencia del parisino Georges Méliès,
quien maravillado como pocos con el gran invento de los Lumière, el hombre del
espectáculo y gran prestidigitador de su tiempo, supo muy pronto la utilidad
del mágico aparato para la creación de novedosos espectáculos, más que como el
instrumento científico concebido por los Lumière, quienes fabricaron pronto
nuevas unidades vendidas a los interesados.
La mayoría de los cortometrajes que
produjeron los Lumière fueron de estilo documental, es decir, filmaban las
almas rodantes de las calles, salidas de
los obreros de la fábrica Lumière
(1895), aglomeraciones en plazas públicas. Por el contrario, el curioso Georges
Méliès vio en el cinematógrafo el instrumento moderno para contar una historia,
pero para ello había que elaborar un lenguaje nuevo, empleando además los
recursos de un arte vecino: el teatro. Así Méliès empezó por llevar la cámara a
los laboratorios de producción teatral, utilizando medios como el guión,
actores, maquillaje, vestuario, escenografías, tramoyas, divisiones en escenas
o actos, etc., además de algunos trucos fotográficos. Me atrevo a decir que en su
film Le voyage dans la lune (Viaje a
la luna) de 1902 se aprecia su extraordinaria genialidad artística para contar
una historia de ficción, sorprendiéndonos con los primeros montajes,
impresionantes escenografías, sus trucos de mago, abundantes efectos especiales
como desapariciones, transformaciones y añadidos que no distaban mucho de su
época como ilusionista. Quizás rudimentarios si los vemos con ojos actuales, no
dejan de ser epifanías visuales.
Por
último, para acabar con este breve esbozo, es ineludible decir que el cine es
el arte de nuestro tiempo y que su acelerado desarrollo consistió, desde su
inicio, por ser expresión y síntesis de las artes como la pintura, la
literatura, la música, el teatro y la danza. Aunado a esto, se emplearon grandes
capitales para darle las condiciones a los creadores haciendo posible numerosas
obras de arte, de ahí que el cinéfilo cubano Alejo Carpentier dijera: toda
película es una máquina muy difícil de armar, pero que, una vez dotada de todas
sus piezas esenciales, comienza a funcionar con un ritmo arrollador.