El cocodrilo es un cuento del gran genio de la literatura rusa, Dostoievski. Este memorable escritor tiene numerosas obras en que las invectivas contra la sociedad de su época cobran una fuerza relevante: Crimen y Castigo, los hermanos Karamazov, entre otras; no obstante, en este escrito expondremos un cuento, no por breve menos crítico de la sociedad.
Renata Aguilar
El cocodrilo es un cuento del gran genio de la literatura rusa, Dostoievski. Este memorable escritor tiene numerosas obras en que las invectivas contra la sociedad de su época cobran una fuerza relevante: Crimen y Castigo, los hermanos Karamazov, entre otras; no obstante, en este escrito expondremos un cuento, no por breve menos crítico de la sociedad.
En El cocodrilo, el brillante escritor ruso muestra su vena humorística y con una agudeza profunda ironiza sobre la superioridad del “principio económico” que acaba por deshumanizar la existencia y enaltecer la ganancia. Se vale de una situación inverosímil: un cocodrilo, que es exhibido en una feria de diversiones, engulle por completo a un funcionario de nombre Iván Matveich, este no muere, sino que permanece vivo en el estómago del animal convirtiéndose en una “curiosidad novedosa” en Rusia.
Esta tragedia expone; primero, la insensibilidad y el egoísmo que permea en un ser que posee una propiedad privada, la cual genera riqueza y si esta riqueza puede o llega a ser más cuantiosa potencializa el egoísmo y la codicia del poseedor; segundo, la culpabilidad de la tragedia en un sistema capitalista nunca recae en el sistema, sino en el individuo, el exceso de sapiencia y la curiosidad por conocer el mundo es un pecado en este sistema; tercero, el capitalismo con sus falsas ilusiones logra que un hombre pierda el sentido de la realidad y aún estando prisionero se sienta “cómodo” en su prisión sin deseos de salir de ella; por último, las narrativas de los medios de comunicación más leídos son una farsa al servicio del sistema.
El sistema económico
El autor de Crimen y Castigo comprendió el importante papel que juega el dinero en una sociedad, y, sobre todo, en la sociedad capitalista, en la que se entroniza y se vuelve más poderoso que nada y que nadie. “Prefiero que antes perezca su esposo y luego lo haga el cocodrilo” dice el dueño del animal, “el punto de vista económico está antes que todo” expresa el prisionero en las fauces del cocodrilo, entiéndase también el obrero en la fábrica. “La curiosidad novedosa” de un hombre vivo en el estómago de un cocodrilo, que en principio es una tragedia, se convierte en un hecho que potencialmente puede generar vastas riquezas para el alemán dueño del mamífero, la codicia de este se percibe no tiene límites, pero es tal también la expectativa del infortunado Iván, que, aún encarcelado dentro del animal, cree poder ser parte de ella.
La culpabilidad
En el sistema capitalista todo lo que le sucede al individuo recae en él mismo, no se toman en cuenta las circunstancias sociales que lo forman, Dostoievski en su época la observó y esa ideología hoy en día se encuentra todavía más encumbrada. En el cuento aparece cuando el único personaje que actúa con humanidad y cordura, Semión, va a pedirle consejo a un compañero de trabajo, el cual comenta que eso pasa por el exceso de conocimientos y dice también “durante todo el curso de su carrera Iván Matveich fue proclive precisamente a tales resultados”. “Despabilado, incluso arrogante. ¡El progreso era todo para él, las ideas diferentes; y mire a dónde lleva el progreso!”, no conforme también agrega, “el mismo es culpable. ¿Quién le mandó meterse allí?”
Libertad en la prisión
El sistema esclavista cayó en el año 476 D.C., no obstante, distintas formas de esclavitud continuaron a lo largo de la historia, pero ningún sistema económico la había disfrazado tan bien como lo ha hecho el sistema capitalista, que, con innumerables herramientas, pero principalmente con un salario para mal vivir ha logrado mantenernos sumisos días tras día. Esto viene a cuento porque observamos cómo Iván se encuentra prisionero, pero con la idea de ser un hombre totalmente libre. Iván está en el estómago del cocodrilo, sin luz, sin alimentos, sin conocer el mundo exterior, pero con la ilusión de que será un hombre célebre al que visitarán sabios, poetas y filósofos; con la creencia de que subirán su sueldo al doble, que muchos pensarán que “es muy capaz de gobernar un reino” y que podrá vivir mil años. Ante este sinsentido le dice Semión “pero y la libertad, amigo mío, ¿dónde la dejas? Tú estás como en la cárcel. ¿Y no es la libertad el bien más preciado del hombre?”
La propaganda
Los medios de comunicación, antes como ahora se encuentran al servicio de quienes detentan el poder, hoy, al servicio de los esbirros de los imperialistas. Por ende, las abrumadoras narrativas que presentan los diarios son manipuladas y presentadas según los intereses del gran capital. Esto lo expone de manera vivaz nuestro brillante escritor ruso.
Semión, el querido y verdadero amigo de Iván se encuentra en su oficina y observa cómo los periódicos pasan de mano en mano hasta que llega a él “La Hoja”, un diario con “tendencias humanitarias”, el cual relata que un gastrónomo del gran mundo hastiado de la comida de Borel pidió que le aderezasen el cocodrilo para comérselo en la cena, ¡impresionante la forma de relatar!
El siguiente periódico que lee Semión señala que un borracho va a El Pasaje, al sitio donde se encuentra el cocodrilo y va a meterse derechito a sus fauces y ahí se queda dormido, le llaman inoportuno y recalcan los gritos desesperados del dueño y los lloros de su familia aterrada, incluso el cocodrilo se deshacía en inútiles lágrimas por tener que engullirse semejante bocado y más adelante señala “hace ya mucho tiempo que en Europa son emplazados ante los Tribunales quienes maltratan a los animales domésticos. En nuestro país, pese al alumbrado a la europea; a las aceras, construidas a la europea, y a las casas, edificadas a la europea, aún ha de pasar mucho tiempo antes que hagamos justicia a los culpables de esos malos tratos”. ¡Faltaba más!
Así pues, solo nos queda señalar la vigencia de lo que retrata el cuento de Dostoievski. Vivimos en un mundo en que no importa lo humano, no importa el sufrimiento, el dolor, la pena e incluso el gozo y la alegría; toda emoción humana está supeditada a un sistema económico mundial que, si no genera riqueza, no sirve, no vale, no se necesita. Las víctimas se convierten en victimarios y los victimarios en víctimas.
Válgame una última reflexión. Me fue inevitable leer esta última parte del cuento y no pensar en los palestinos asediados, asesinados, mutilados, desplazados de su territorio y presentados ante el mundo por la prensa imperialista como terroristas, incluso señalados por los mismos funcionarios israelíes, comenzando por Netanyahu, de ser “animales”. El occidente colectivo está tejiendo, desde el ataque del 7 de octubre, la narrativa de la supuesta “defensa de Israel”. Como en el cuento, resulta un absurdo que la propaganda se compadezca del monstruo, tergiverse los hechos y maltrate a la víctima. Ante este sistema, ya de por sí insostenible, se vuelve imprescindible rescatar la verdad, repetirla, propagarla; se vuelve forzosa la fraternidad, la sensibilidad, como dijo Ernesto Guevara “ser capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo”. Y, sobre todo, se vuelve obligado cambiar el sistema capitalista por un sistema más humano, más justo, más fraterno y ese sistema, hasta que no se demuestre lo contrario, solo puede ser el sistema socialista. Es momento de poner el cerebro y el corazón en ello.