El hambre de plusvalía y el menosprecio por la salud de la clase trabajadora
Sergio Cadena
A medida que se desarrolla el capitalismo, nuevas y cada vez más peligrosas enfermedades invaden a los trabajadores: millones de obreros en todas las ramas de la industria están rutinariamente expuestos en su trabajo al estrés, al ruido y a un número asombroso de productos químicos venenosos que destruyen su salud. Sin embargo, la salud ocupacional no es una prioridad, ni para los distintos gobiernos (sean del color que sean), ni mucho menos para los patrones. El estudiante de medicina promedio, en el mejor de los casos, dedica escaso tiempo al aprendizaje de la medicina ocupacional. En Estados Unidos hay menos de 500 inspectores para vigilar a más de cuatro millones de centros de trabajo y en México dicha inspección es prácticamente inexistente.
La mayoría de las enfermedades contraídas en el trabajo ni siquiera son reconocidas como relacionadas con éste, y sus víctimas están totalmente desprotegidas, son incontables y carecen de indemnización alguna. La industria moderna incorpora, de manera constante, nuevos riesgos al proceso del trabajo: aquellos que provocan la muerte o producen algún tipo de invalidez al instante son fáciles de detectar, pero hay otros que tardan bastante tiempo en hacerse evidentes, pero son igualmente certeros y mortales. Cuando se presentan los síntomas de estos últimos, nos envuelven por completo, tanto, que nos acostumbramos a la tos persistente, dolor de cabeza, mareos, debilidad, dolores que no desaparecen, rigidez de las articulaciones, etc. Hasta que empiezan a acumularse sus efectos y sobreviene el envejecimiento prematuro con abandono del trabajo y una muerte temprana.
Por todo lo anterior, está claro que la clase patronal y los distintos gobiernos que siempre han defendido sus intereses, nunca se preocuparán por la salud de los trabajadores. A aquella sólo le interesa aumentar la producción (y no le importa de qué mercancía) para obtener más plusvalía, no importa a costa de qué; y a los otros solo les interesa vivir del erario, si se pudiera, eternamente.
Para muestra basta un botón: recordemos las declaraciones irresponsables y ridículas del mismísimo expresidente AMLO y de su subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, durante todo el periodo que duró la pandemia de Covid 19. Así como la falta de apoyo en alimentos y medicamentos para la población en general. Y todo ello aunado a la insensibilidad patronal que abandonó a su suerte a los trabajadores y que, al menos los grandes magnates de nuestro país, nunca perdieron con la crisis sanitaria, sino muy por el contrario, muchos de ellos la aprovecharon para multiplicar sus fortunas.
No obstante esta falta de humanismo para preservar y proteger la salud de los trabajadores, existen en México leyes que aparentemente benefician al trabajador y que están plasmadas en nuestra Constitución (artículo 123), en la Ley Federal del Trabajo (artículos 472 al 515), en la Ley del IMSS, etc. Ello es así, como fruto de la participación de las masas trabajadoras en la Revolución Mexicana. Sin embargo, es necesario que, en primer lugar, dicha legislación se actualice constantemente para responder a los nuevos peligros que ha incorporado el desarrollo tecnológico al proceso productivo y, en segundo término, que esté impulsada por la fuerza política organizada de la clase obrera, la cual deberá estar guiada por su Partido proletario y no por los actuales que son simples marionetas de la clase burguesa.