Antón Rojo
“A la clase obrera no le es indiferente su nación, por el contrario, justamente porque la historia coloca el destino de la nación en sus manos, la clase obrera se niega a confiarle la conquista de la libertad y la independencia nacional a los capitalistas que hoy ‘salvan’ a la nación para someterla mañana a nuevos peligros mortales en función de los intereses de una insignificante minoría de explotadores”. (La cuestión nacional y la guerra imperialista. León Trotsky 1934)
Lo primero que habría que dejar muy en claro es que la tan alabada reforma laboral de López Obrador, aprobada y puesta en marcha en 2019, no fue ni resultado de un plan previamente diseñado por el gobierno de la 4T y su partido morena, ni mucho menos la conquista de una demanda trascendental por parte del movimiento obrero mexicano. Fue, como ha venido quedando claro a lo largo de este sexenio que esta por acabar, resultado de las condiciones impuestas desde las más altas esferas del capital norteamericano y canadiense para firmar el nuevo Tratado de Libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que sustituyó al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): “Muchos de los avances fueron puestos en marcha por gobiernos anteriores e impulsados por factores externos. La nueva política laboral mexicana fue en parte producto de la presión de Obama para subir los salarios al sur del Río Bravo y así prevenir más cierres de fábricas de autos en Estados Unidos. En consecuencia, a fines de 2016 fue aprobada una reforma constitucional que fortalecía los derechos laborales, dos años antes de que AMLO llegara al poder […] los intereses estadounidenses, impulsados por el movimiento sindical de ese país, suavizaron los excesos de la burguesía mexicana. Cuando AMLO fue electo en 2018, ya se había preparado el camino “desde afuera hacia adentro”, como denominan eufemísticamente los académicos a este episodio de intromisión estadounidense en la política laboral mexicana” (tomado del órgano virtual “Rebelión”, Ramón I. Centeno, 8 de noviembre de 2023, citado por el Dr. Abel Pérez Zamorano en su artículo ¿Quién promovió y cuál es el impacto real del aumento al salario mínimo? en El Informador Obrero del 3 de abril de 2024).
Uno de los principales mecanismos impuestos desde fuera al gobierno de morena ahora firmante del nuevo tratado comercial (T-MEC), fue el establecimiento del Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida (MLRR) asentado en el Anexo 23-A de dicho tratado. En tal anexo se obligan las partes firmantes (y por supuesto en primer lugar el Gobierno mexicano) “… a garantizar que sus trabajadores puedan acceder a una negociación colectiva auténtica, para lo cual es indispensable la existencia de una clara democracia sindical, y el ejercicio pleno de la libertad de asociación por parte de los trabajadores”. El mecanismo “está diseñado para reparar violaciones a los derechos de libertad sindical y negociación colectiva en empresas que produzcan bienes o presten servicios que sean objeto de comercio entre los países del T-MEC”. Tiene la virtud de que “la resolución de un caso puede llevar menos de cuatro meses […] Los casos que pueden presentarse en el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida abarcan diversas situaciones relacionadas con los derechos laborales, como son: despido injustificado, negación de prestaciones, discriminación laboral, salarios no pagados, violación de condiciones de trabajo.” (¿Qué es y cómo funciona el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida del T-MEC? Eduardo de la Rosa, diario Milenio del 11 de mayo de 2021).
¿Qué ha pasado?, ¿de repente el imperialismo más salvaje que ha conocido y sufrido la humanidad en siglos, que explota y se aprovecha de los pueblos más pobres del planeta, endeudándolos o saqueando sus recursos naturales, que tiene a su propio pueblo sumido en profundas desigualdades sociales, a varios millones de ellos embrutecidos por las drogas, sufriendo otra parte el racismo, la discriminación o la indigencia en las calles; ese imperialismo que ha invadido docenas de países a sangre y fuego y los ha dejado en ruinas, que ha provocado guerras, muerte y destrucción por todo el mundo (como ahorita en Palestina) y lanzado sin misericordia sobre pueblos indefensos los mayores y más mortíferos ataques incluso atómicos . . . de repente esa ave guerrerista de rapiña y explotación se ha convertido en el adalid y garante de los derechos de la clase trabajadora mexicana?
No, claro que no. El MLRR del T-MEC, es uno de tantos mecanismos que el imperialismo tiene para someter al mundo y a su entorno más cercano, como lo es México, a sus planes de desarrollo, expansión y fortalecimiento y de imponerle condiciones de “igualdad” a los países que le rodean.
Esto es, guardando las debidas proporciones, algo parecido a lo que Carlos Marx, uno de los más grandes, inteligentes y humanistas maestros de la clase obrera mundial, explica en su grandiosa obra “El Capital” cuando en la Inglaterra de los años de 1850 a 1860 se discutía la aplicación generalizada en todas las ramas industriales de la época, de la ley laboral que establecía la jornada máxima de (10 o 12 horas) que empezó a ser aplicada sólo en algunas regiones e industrias pero de la que los patrones afectados por esas normas legales reclamaban su aplicación pareja a todos: “Y ya se sabe que la igualdad en la explotación de la fuerza de trabajo es el primero de los derechos fundamentales del capital.” (El Capital pág. 232, Edición del FCE) y más adelante destaca “el clamor de los propios capitalistas pidiendo igualdad en las condiciones de competencia; es decir, trabas iguales a la explotación del trabajo” (pág. 411 de la misma obra).
Claro que ahora, en la época del imperialismo más desarrollado y decadente, y hablando de la relación entre países capitalistas, evidentemente el más fuerte se impone (en este caso también mediante ese tipo de tratados comerciales), para que no se le haga competencia “desleal” explotando de forma más barata mano de obra que él también reclama como explotable para sí, ese es el fondo del famoso T-MEC y la causa más profunda de las reformas laborales que ordenó implementar a los gobiernos títeres de México: a los de antes y al de ahora.
El dichoso MLRR resulta atractivo pues sólo hay que presentar la queja correspondiente ante el departamento del trabajo de Estados Unidos acerca de que en un determinado centro de trabajo “se están denegando derechos de libertad sindical o contratación colectiva” y de verse fundada esa queja, se ordena a la Secretarías del Trabajo y de Economía del Gobierno de México abrir de inmediato una investigación y obtener conclusiones en menos de 45 días, mismas que estarán a la espera de que las apruebe el Gobierno norteamericano. De no ser satisfactorias las conclusiones y las medidas que proponga el Gobierno mexicano, se abriría “un panel” de representantes de los tres países integrantes del T-MEC quienes podrán llevar a cabo una visita al centro de trabajo denunciado y, en el caso más extremo, si no hay corrección, la imposición de sanciones a la empresa violadora de derechos laborales a través del establecimiento de aranceles más elevados y el bloqueo a sus importaciones y exportaciones.
Pareciera la imagen de un imperialismo yanqui que con su espada justiciera desenvainada va a cortar las cabezas de las empresas explotadoras y abusivas y en defensa de los intereses obreros… pero no es así. Otra vez tenemos que decirlo con claridad: es la exigencia de igualdad de los explotadores entre sí, para explotar en cualquier territorio la fuerza de trabajo obrera que les pertenece como clase.
Pero también, al amparo de estas maniobras niveladoras del capitalismo para explotar la fuerza de trabajo obrera, han estado proliferando diversos movimientos sindicales en nuestro país que pretenden aparecer como independientes, que preferentemente operan buscando el cobijo del ya mencionado MLRR y que reclaman ¡la intervención del Gobierno de EE. UU. en asuntos laborales que deberían ser de la exclusiva competencia de un gobierno y un país soberano como el que se supone que es México! Los “izquierdistas” de pacotilla ahora se refugian bajo su amparo para lograr el control que el “viejo” y desprestigiado charrismo sindical tradicional ha ido perdiendo sobre los obreros, para sustituirlo por el “nuevo” charrismo morenista ligado a las centrales obreras yanquis: esta es la otra pata de la pinza del imperialismo, encargada de que con su “nueva libertad sindical” los obreros no se salgan del corral del control oficial.
Así, de repente, como hongos después de la lluvia, han aparecido y se han fortalecido agrupaciones sindicales al amparo del nuevo poder establecido en 2018 tales como: el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Industria y los Servicios (SNITIS) liderado por Susana Prieto, litigante residente de la ciudad de El Paso, Texas y posteriormente diputada federal morenista, que cobró fama nacional con el movimiento de las maquiladoras de Matamoros, Tamaulipas, y que en sus acciones de buscar nivelar los salarios de la frontera, fue defendida por Richard Trumka, presidente de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), la mayor central obrera de Estados Unidos, ligada desde hace mucho tiempo a los aparatos de espionaje gringos como la Central de Inteligencia Americana (la tenebrosa CIA).
La Liga Sindical Obrera Mexicana que apareció en nuestro país, en septiembre de 2021, como un sindicato nuevo constituido por Pablo Franco Hernández, exdiputado federal por el PRD, ex Secretario General de Asuntos Colectivos en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de la CDMX (ya en el gobierno morenista) y ahora flamante representante de la Internacional Lawyers Assisting Workers Network (ILAW), organismo internacional de abogados subvencionado por la AFL-CIO.
El sindicato llamado “Transformación Sindical”, de clara filiación morenista recurrente en apelar a los acuerdos laborales del T-MEC como su estrategia fundamental y que ha llegado a ser denunciado por sus métodos de fuerza para hacerse del control de grupos obreros, algunas veces en convivencia con las propias empresas que llegan a ver la ventaja de cambiarle de cara al control sindical que ejercen sobre sus obreros, ante el desgastado charrismo tradicional.
Ya sin hablar del fortalecimiento que ha experimentado el Sindicato Minero controlado desde siempre por Napoleón Gómez Urrutia, ahora flamante Senador por Morena pero con una larga cola priista en su haber y que se ha encargado de desplazar a sangre y fuego al viejo charrismo cetemista en varios lugares y ramas industriales. También están los sindicatos agrupados en la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), “Músculo obrero de la 4T”, se hacen llamar, que encabeza Pedro Haces Barba quien además de presumir de ser líder sindical de trabajadores (¿?) presume de… ¡ser empresario¡ es decir, cordero y lobo al mismo tiempo, mosca y araña unidas en un solo individuo. Dicha central además de estar ligada también a las mafias sindicales norteamericanas se encuentra también emparentada con lo más reaccionario del sindicalismo de Polonia.
Y la lista podría seguir con muchos líderes “excharros” tricolores que se han pintado de guinda, se han hecho morenistas para lograr impunidad y salvar su pellejo y sus turbios negocios sindicales.
Así se está cerrando la nueva pinza de explotación y control sobre la clase obrera mexicana: por su lado el imperialismo yanqui impone sus reglas para la nivelación de la explotación de las clases obreras de los tres países firmantes del tratado, obviamente, para llevarse él, como cabeza del imperio mundial, todas las de ganar y ordena a los gobiernos títeres de México, a los de antes y al de ahora, implementar nuevas normas laborales y, por su lado, actuando desde la burocracia sindical hoy consentida, varios políticos y funcionarios de los gobiernos morenistas se dedican a hacerse del control de importantes grupos obreros antes dominados por los sindicatos del charrismo tradicional para ir formando el nuevo aparato de control burocrático sobre los obreros mexicanos. Y todo esto con la venia de la aplicación de la justicia laboral mexicana, por parte de los gringos. Algo así como el derecho de pernada que en la época medieval implicaba que, si un siervo o peón acasillado de los feudos o las haciendas quería casarse con una mujer de su clase, el derecho de pernada, que era derecho establecido y hasta santificado por la Iglesia de entonces, le concedía al dueño de la hacienda o feudo, la primicia de la virgen para pasar la primera noche con la desposada.
Es la justicia laboral mexicana (por lo menos, una parte de ella) en manos del imperialismo yanqui y todo esto permitido y animado por un gobierno y una corriente política, el morenismo, que se ufana de ser de izquierda y representante de los pobres de México.
Los obreros mexicanos debemos ver esto muy claramente como una prueba más de que este gobierno (al igual que los que le antecedieron) no representa los intereses de las clases trabajadoras, ni tampoco los intereses de un país que debería defender su independencia y soberanía como nación.
En nuestro país debería haber leyes laborales que verdaderamente garantizaran la existencia de la lucha sindical autentica y no las hay; debería haber, por ejemplo, mecanismos de verdadera protección contra los despidos injustificados, que es el arma preferida de todo patrón para descabezar cualquier movimiento de autodefensa por parte de los obreros, pero parece que eso, no está en el interés de los charlatanes morenistas que se disponen a gobernar otros seis años más.
Otra vez se demuestra la vigencia de aquello que advirtió Carlos Marx al hablarle con mucha claridad y franqueza a los obreros del mundo entero: No esperen que su liberación caiga de arriba, graciosamente desde las mesas rebosantes de la burguesía, “la liberación de la clase obrera, debe ser obra de la clase obrera misma”. ¡Claro!, organizada y unida, consciente y combativamente agrupada en su partido de clase. No hay otra alternativa.