Marat Barca
John Reed se encuentra en el Palacio de Invierno para cumplir un solo objetivo, hablar con Vladimir Ilich Ulianov (Lenin). Entra a la habitación, Lenin pregunta y adelanta “¿quién eres?, ¿qué haces aquí?, espero que seas de los nuestros”, Reed, se posiciona, “estaba deseando que se les quitara el poder a los mencheviques y que ustedes tomaran el poder”. Reed había estado en Europa como corresponsal de guerra, producto del cual nacerá una de sus obras, La guerra en el este de Europa, escrita en 1916. Al enterarse de lo que estaba ocurriendo en Rusia en 1917, tras la abdicación del poder de Nicolas II, llegó a San Petersburgo durante las jornadas de octubre-noviembre de 1917 en las que tuvo lugar el II Congreso Panruso de los Sóviets de Diputados de los Obreros y Soldados y durante las semanas posteriores en que el Congreso, liderado por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, acordó la toma del poder bajo el programa de paz, control obrero de la industria y la reforma agraria en el campo.
La entrevista forma parte de innumerables testimonios e impresiones que Reed recogió durante esos meses. Lenin, que era “tempestad y abrigo” señala con suma tranquilidad, aunque a los lectores actuales nos siga estremeciendo “hace poco que tomamos el Palacio de Invierno y como te habrás dado cuenta el ambiente está un poco alocado y como comprenderás este día es muy importante para mí”. Ante la pregunta de cómo le había ido antes de la toma del poder, Lenin señala el acontecimiento central: el exilio. Había sido deportado por primera vez a Siberia en 1897, años más tarde regresó y fue deportado definitivamente hacia 1905. Uno puede pensar que el largo exilio de Lenin no le permitía estar enterado de lo que ocurría en Rusia, que había perdido todo con ella. Lenin no motivo la revolución, pero sí quien dio una alternativa de gobierno.
Los grandes temas políticos como la toma de decisiones en medio de una guerra nunca han sido declaraciones de moneda corriente. Los grandes estrategas siempre han cuidado medir sus palabras con suma solemnidad, Lenin, no. En el momento en que Reed le pregunta cómo había llegado a Rusia, le responde, “Gracias al emperador Guillermo II de Alemania que dejó pasar tranquilamente por todo el territorio alemán, ya que seguramente se habría supuesto lo que yo pretendía al llegar a Rusia que era realizar esta exitosa revolución que le beneficiaria bastante ya que él sabía que yo quería sacar a Rusia de esta Gran Guerra”.
Ante un eventual contraataque al triunfo de la revolución, Lenin, nuevamente, a primera vista, sin mucha cautela anuncia la decisión a tomar respecto a la dirección de ejército revolucionario “pensándolo ahora, pues, pondría al mando de nuestro ejército a Trotski ya que en mi opinión es el más capacitado para esto, más que yo e incluso más que Stalin”.
La entrevista que le hace John Reed a Lenin versa, centralmente, sobre el momento actual de la toma del poder político por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Este es el clímax de la entrevista. Acontecimiento medular para la época que, pese a que algunas preguntas retroceden o se adelantan en el tiempo, estas quedan ensombrecidas por el impacto del triunfo de la Revolución de Octubre, consumada apenas unas horas. El exilio político, la participación de los anarquistas, la ayuda que le brinda el gobierno alemán para llegar a Rusia, acusan, en ese momento, una temporalidad cercana a la toma del poder, aunque materialmente no sean acontecimientos muy cercanos.
Aquí es donde entra el carácter crítico del historiador. Cuando Lenin habla que los anarquistas podían reclamar el poder junto con las clases altas y medias, era, quizá una declaración en el momento. Habría que considerar la fuerza y el poder que podían representar estas secciones. Ahora sabemos que los únicos que tenían la capacidad para hacerles frente eran las potencias europeas y norteamericanas, quienes al poco tiempo iniciaron una ofensiva cruenta.
Asimismo, el propósito de John Reed es resaltar la relevancia para comprender un tiempo y espacio determinados. El objetivo es entender cómo el entrevistado construye su historicidad. Se trata de que los acontecimientos antes a 1917 sirvan de escenografía que permita hacer compresivo el acto de la toma del poder. En las preguntas también está presente la selección que hace Reed sobre los acontecimientos que giraron en torno a Lenin, aunque la revolución se asumía como colectiva, Lenin era la figura central. Pese a ello, Lenin nunca quiso tomar protagonismo, en todo momento la conducción de la entrevista la llevó Reed, lo que marca también la personalidad del propio Lenin; era el hombre del momento y solo se suscribió, con una voz pasiva, a lo que el periodista le preguntó. A ello se le conoce como la arquitectura del relato.
Pierre Nora señaló que la memoria es imaginativa, inventada y olvidadiza. A pesar de que Lenin habla desde el recuerdo, la lectura de la entrevista no permite entenderla, a primera vista, desde la memoria. Los acontecimientos que Lenin señala son públicos, los cuales tuvieron como espectador al mundo. Esta distinción entre los acontecimientos privados y públicos es importante, puesto que la memoria suele generar armonía y coherencia aun en los acontecimientos públicos, ello permite comprender la intención e interpretación que el entrevistado imprime a su recuerdo. A través de sus respuestas Lenin genera una construcción, pero es una construcción plural.
Todo relato contiene un principio de realidad y un horizonte de significado. Respecto al primero, Lenin habla en todo momento de acontecimientos públicos, que le permite verificar su relato, están a la vista de todos. Al mismo tiempo el horizonte de significado lo traza en los planes programáticos que Lenin había desarrollado en el curso de la organización de la revolución: ¿Qué hacer? y Las tesis de abril. Aquí Lenin ubica la lógica del relato.
Toda historia es recuerdo y expectativa. Recordamos para comprender, pero también para suscitar una acción, para suscitar en términos amplios, utopía. Lenin no deja lugar a la interpretación: “mis objetivos son extender la revolución obrera socialista por el mundo e intentar de esta manera acabar definitivamente con el capitalismo”.
A manera de mantener el recuerdo vivo del heroico John Reed, presento una breve semblanza. Nació en Oregón, Estados Unidos. Fue un periodista y militante comunista. En México es conocido por su obra México Insurgente, publicado en nuestro país en 1954. Fue corresponsal de guerra para Metropolitan Magazine y The Masses, lo que le permitió conocer a los ejércitos de Francisco Villa y Venustiano Carranza. Su obra más popular con gran éxito hasta nuestros días es Diez días que estremecieron al mundo, escrita en 1919. A su regreso a Estados Unidos fue acusado de espionaje, motivo por el cual escapó a la Unión Soviética. Lamentablemente a muy temprana edad, muere el 17 de octubre de 1920 a causa de tifus.