Por Javier Ramírez
Desde tiempos de su campaña,
el entonces candidato presidencial por la coalición “Juntos Haremos Historia»,
Andrés Manuel López Obrador, pregonaba a los cuatro vientos que la corrupción
era la causa de la desigualdad social que enfrentamos los mexicanos, que por
ello el país estaba en crisis y, por tanto, él con su “economía moral” y su
política contra la corrupción iba a arreglar todos esos males, que castigando a
los corruptos iba a recuperar lo robado a México y con esos recursos sería
suficiente para que la economía del país se recuperara. En una de sus tantas
giras se atrevió a decir que el acaparamiento de la riqueza en nuestro país se
debía solo a la corrupción y mencionó que algunos teóricos, sobre todo académicos,
no tratan correctamente este tema de la corrupción, que estos teóricos clásicos
se quedaron anclados en el pasado con la idea de que la desigualdad económica y
social en el régimen capitalista se produce por la explotación que los patrones
ejercen sobre los trabajadores asalariados, que el burgués explota al
proletario y que por ello aquel va acumulando ganancias, es decir, que esas
utilidades se las apropia el dueño de los medios de producción y que por eso
existe la desigualdad y la pobreza en el capitalismo. Sin embargo, López
Obrador afirma que en México no aplica esta teoría, que aquí las grandes
fortunas se han acumulado mediante la corrupción de los funcionarios públicos
en el manejo abusivo del erario. En silencio los empresarios del país aplaudían
al nuevo guía espiritual de la economía moral que, de un plumazo, desechaba la
explotación capitalista en nuestro país.
Los trabajadores de México y
el mundo debemos saber que la creciente riqueza que día a día acumula un puñado
de millonarios se explica por la pobreza de la inmensa mayoría de la población,
que la teoría económica que niega López Obrador, sí aplica en nuestro país ya
que los patrones obtienen las ganancias en sus empresas por la vía de explotar
a los trabajadores.
Ilustremos con un ejemplo,
cómo es que el patrón explota al trabajador. Digamos que tenemos un taller con 20
trabajadores y 200 máquinas tejedoras para producir zacates corporales. A cada
trabajador le corresponde operar 10 máquinas y el costo de fabricación es de 6
pesos por pieza; este coste de producción incluye la materia prima, el desgaste
de las maquinas, la luz consumida, el empaquetado, el transporte y el salario
del trabajador. Cada trabajador obtiene
un salario semanal de 900 pesos por sus 48 horas de jornada laboral. A estos se
les pide una producción de 4 mil piezas por la jornada de 8 horas diarias.
Haciendo cuentas por las 10 máquinas que tienen a cargo cada obrero, produce
500 piezas por hora; si multiplicamos el número de piezas elaboradas por el
costo de producción, tenemos que se requieren 3 mil pesos por hora y si esto lo
multiplicamos por las 8 horas laborales nos dan un total de 24 mil pesos por
día por cada trabajador. Si en el mercado el patrón vende cada pieza en 10
pesos, al vender 4 mil piezas obtendrá un ingreso de 40 mil pesos, que al
restarle los 24 mil pesos gastados en el coste de producción, obtendrá entonces
una ganancia neta de 16 mil pesos. Si lo multiplicamos por 20 trabajadores, es
decir, 80 mil piezas, obtendrá una ganancia neta 320 mil pesos.
Ahora bien, cada
trabajador gana al día 128.57 pesos, pero recordemos que para producir 4 mil
piezas en una jornada de 8 horas de trabajo, el patrón invierte 24 mil pesos,
por tanto, a cada trabajador le vasta 2.57 minutos para generar sus 128.57
pesos que le pagan de salario, pero como está contratado para servirle al
patrón por 8 horas, las otras 7 horas con 57.3 minutos se las apropia al patrón,
el obrero seguirá entonces trabajando gratis, sin percibir ni un sólo centavo
de sueldo y es ahí donde encontramos la explotación de la fuerza de trabajo del
obrero por parte del patrón que explican los 16 mil pesos de ganancia que
obtuvo de la venta de 4 mil piezas por cada obrero y de los 320 mil pesos de
ganancia por la venta de 80 mil piezas de zacates corporales producidos por los
20 obreros.
De este ejemplo, dos cosas fundamentales debemos
entender los obreros: primera, que, en términos generales, el salario que
recibimos no es el pago por el trabajo que realizamos y, en nuestro ejemplo,
por el número de piezas que producimos, sino que el salario es el gasto que
realiza el patrón para utilizar nuestra fuerza de trabajo y obtener de ella
enormes ganancias, el salario que recibimos no obedece pues a la cantidad de
mercancías que producimos, sino a la cantidad mínima de mercancías y
satisfactores que necesitamos para comer, descansar, educarnos, curarnos y
recuperar nuestra energía gastada durante la jornada de trabajo para estar en
condiciones de regresar al trabajo el siguiente día. Y segunda, es que aquello
que agrega valor a las mercancías es la fuerza de trabajo del obrero: la
energía de su cerebro, de sus nervios, de su sangre y de sus músculos que se
aplica para mover las máquinas y utilizar los instrumentos para producir
mercancías, en nuestro ejemplo, piezas de zacate corporal, por tanto, la ganancia
que recibe el patrón de 320 mil pesos, no se generan hasta el momento de la
venta de las piezas de zacate, sino que se encuentra contenida en cada una de
las piezas. Que el trabajo humano es pues la única fuente de riqueza.
Por otro lado, lejos del
ámbito de la producción económica, está la corrupción a la que se refiere el
presidente, dice él que la riqueza la acaparan unos cuantos y en eso si tiene
razón, pero no son precisamente los políticos, porque los políticos no tiene
medios de producción (aunque algunos sí son empresarios y, al mismo tiempo,
dedicados también a la política), estos se encargan de gobernar, elaborar leyes
y, entre otras cosas, de asignar el destino de los recursos económicos recabados
por los impuestos que cobran a los mexicanos, por ejemplo el famoso ISR, IVA, IEPS
o si le pegas al gordo (de la lotería) hay que pagar impuesto para cobrar el
monto ganado, que son impuestos federales. Pero están también los impuestos estatales,
si adquieres un auto hay que pagar impuesto, por poseer este auto hay que pagar
la tenencia. Asimismo están los impuestos municipales, que si tienes una casita
hay que pagar el predial, para el mantenimiento y conservación de la vía pública
también se paga impuesto, entre otros. Todos estos ingresos deben de regresar a
la población en forma de obra y servicios, los políticos deben ocuparse en dirigirlo
en favor de la población para ofrecer una mejor atención en la cuestión de
educación, ciencia, tecnología, servicios públicos, fomentar el arte, la cultura,
el deporte, etc. Para eso se les dio el poder de administrar nuestro dinero. Hacer
un mal manejo de estos recursos públicos es corrupción, por tanto, debemos
condenarla y debe ser sancionada con severidad.
Entendidas así las cosas,
resulta que el jefe del Ejecutivo se equivoca de cabo a rabo cuando dice que la
corrupción es la raíz de la desigualdad en México, si bien la corrupción es un
hecho condenable que debemos erradicar, lo cierto es que la causa de la pobreza
y la desigualdad que sufrimos se encuentra en otro lado: la clase social que
concentra la riqueza que producimos los trabajadores es la clase capitalista, a ella pertenecen las
personas o corporativos que dicen arriesgar su fortuna, que se apropian de
nuestra fuerza de trabajo, que nos pagan un salario mínimo para mal comer,
ellos son los que realmente acaparan la riqueza que producimos los trabajadores.
Por tanto, el problema de la pobreza y la desigualdad económica y social que
enfrentamos los mexicanos se debe a la explotación de los patrones contra el
pueblo trabajador, a la abusiva concentración de la riqueza en manos de unos
cuantos multimillonarios, es decir, a la injusta distribución de la riqueza que
provoca el régimen capitalista en que vivimos.
Enarbolando la lucha contra la
corrupción, el presidente de México pretende desviar la atención para seguir
protegiendo los intereses de la clase capitalista, nacional e internacional,
que impera en México, pretende ocultar la explotación que sufrimos los
trabajadores a manos de los patrones, tanto así que públicamente los hizo sus
amigos: ahí tenemos a los señores Carlos Slim Helú, Ricardo Salinas Pliego o Alfonso
Romo Graza. A ellos y a muchos otros no hay que tocarles sus intereses
económicos y que el pueblo siga creyendo que la corrupción es la causante de la
desigualdad.
Amigo trabajador, cualquiera
que sea la rama en la que labores, observa detenidamente tu realidad y saca tus
propias conclusiones: haz tus cálculos, cuántas horas trabajas y cuánto es lo
que produces; revisa si al momento de recibir tus utilidades (si es que
recibes) te pagan lo que corresponde con el trabajo que realizaste y con las
ganancias que obtuvo el patrón. De esta manera sabrás si con el falso combate a
la corrupción que encabeza el presidente, los patrones han dejado de
explotarte, si ahora te pagan mejores salarios, mayores utilidades y estamos
saliendo de la pobreza y la desigualdad.