Marat Martínez
Uno de los conceptos que suele confundir a la población, sobre todo a la clase trabajadora, es la filantropía o altruismo, considerándola como una forma para mitigar la pobreza y la desigualdad, y en muchos casos como solución a los problemas que “los políticos no pueden resolver”. Así, darles a las personas despensas, ropa, calzado, etc., se ha convertido no solo en una obra caritativa sino en formas de control económico e ideológico que oculta la verdadera causa de todos los males sociales.
La filantropía es una práctica muy antigua. Proviene del griego philos que significa amor y anthropos que quiere decir hombre, es decir, amor al hombre o a la humanidad. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua la define como “amor al género humano”, también “tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada”, o sea altruismo puro. Fue instituido por el emperador romano Flavio Claudio Juliano en el siglo IV de nuestra era, quien cambió la caridad por las acciones filantrópicas.
La filantropía, dicen sus promotores, genera un estado emocional positivo de quien lo ejecuta, hace que la persona tenga sentimientos gratificantes incluso aumenta su autoestima. Sin embargo, existe una diferencia entre filantropía y caridad toda vez que la primera se hace de forma institucional y se maneja en ámbitos más amplios: proyectos de apoyo a la educación, salud, ecología, medio ambiente, etc., mientras que la segunda se refiere a la esfera individual: destinando recursos propios para mejorar la vida material de otras personas.
La filantropía moderna comienza en la época del renacimiento y sobre todo en la época de la ilustración. Algunos filántropos famosos: Thomas Coram (1668- 1751) fundador del Hospital Foundling (orfanato) en Londres Inglaterra; William Wilberforce (1759-1833) filántropo y abolicionista inglés, estaba en contra de la esclavitud y en contra de la explotación de los niños en las fábricas pero se oponía a la formación de sindicatos llamándolos “enfermedad general de nuestra sociedad”; Lord Shaftersbury (1801-1885) político y filántropo ingles partidario de la regulación de las leyes fabriles en Inglaterra. Pero el filántropo que más llama la atención fue Elihu Yale quien fue el todo poderoso gobernador y presidente de la Compañía Británica de las Indias Orientales en el estado de Madrás (1692) en el sur de la actual India que, al mismo tiempo que saqueaba a la India de sus riquezas y comercializaba con esclavos, donaba millones de dólares para la fundación de una de las universidades más prestigiadas de Estados Unidos: La Universidad de Yale.
En el siglo XIX nos encontramos filántropos como Henry Dunant fundador de la Cruz Roja en Ginebra en 1863. En el siglo XX destaca el industrial y empresario Andrew Carnegie quien, aunque pagaba “bajos salarios típicos de su época”, llegó a donar grandes sumas de dinero a diversas bibliotecas, escuelas y universidades de Estados Unidos. Otros filántropos no menos conocidos son Hernry Ford y John D. Rockefeller. El primero creador de las cadenas de producción y el segundo, el hombre más rico de la Época Dorada en Estados Unidos, dueño del monopolio petrolero Standard Oil Trust. Su obra filantrópica enfocada a donar dinero para iglesias, escuelas, universidades y hospitales. Se dice que a los 25 años llegó a donar hasta el 10 por ciento de sus ingresos. En el siglo XXI ha surgido lo que se denomina el filantro-capitalismo encabezado por Bill Gates, Warren Buffett y George Soros quienes han creado fundaciones gigantescas en todo el mundo y que tienen un poderoso control en gobiernos de diversos países. Hoy en día casi todos los megamillonarios abrazan la filantropía.
En apariencia los actos filantrópicos se presentan como buenas obras incluidas dentro de la ética de las personas buenas, que buscan hacer el bien a los demás de forma desinteresada. Sin embargo, si tratamos de adentrarnos un poco más, nos daremos cuenta que son actos de los poderosos para lavarse la cara y sentirse aliviados consigo mismos ante la feroz explotación que realizan contra la clase trabajadora en el mundo.
Preguntémonos, ¿por qué existe la filantropía? Pues porque hay desigualdad social y ésta surge desde la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Antes de esto, los hombres colaboraban los unos con los otros, contribuían mutuamente en la producción de los bienes materiales que se distribuían con equidad. Pero al desarrollarse los instrumentos de trabajo, aumentó la productividad y propició la aparición del excedente de producción y posteriormente, de la propiedad privada. Por tanto, la aparición de la filantropía tenía que surgir en una sociedad donde la gran mayoría no tenía lo indispensable para vivir y los que se apoderaban de casi toda la riqueza social no podían mostrarse tan codiciosos y avorazados, por ello, para esconder sus culpas le ofrecían algunas migajas a la clase explotada.
Por consiguiente, en la medida que la sociedad avanza, que aumenta la riqueza de unos cuantos, a costa de la pobreza de muchos otros, los actos filantrópicos se hicieron más recurrentes. Los grandes magnates que aparecieron después de dos siglos de desarrollo de la burguesía en la época de Dikens y Victor Hugo, promovieron la formación de sociedades de beneficencia, orfanatos, casas para pobres, etc. De modo que no es una casualidad que, por un lado, Inglaterra saqueara a los países pobres de África y de las indias orientales y, por otro, produjera filántropos acaudalados.
Por esta razón, los grupos beneficiados de los actos filantrópicos de los magnates capitalistas han de saber que esos recursos provienen de la explotación del trabajo no pagado a los obreros en particular y la clase trabajadora en general. Por tanto, es una forma de ocultar la verdad, porque deja intacta las relaciones de explotación que mantienen los grilletes y cadenas de los oprimidos y le hacen creer que con ello la sociedad puede prosperar.
Además, con las acciones filantrópicas, las sociedades de beneficencia creadas por los acaudalados capitalistas lo que también buscan es evadir impuestos al Estado para que la carga tributaria sea hacia los trabajadores. Finalmente, este tipo de instituciones les generan imagen pública a los filántropos para verse como bondadosos benefactores de la “sociedad civil”.
Con esto no quiero decir que el beneficio que ofrecen estas instituciones no calme el hambre, la desnudez de su cuerpo y el calzado de unos cuantos individuos en el mar de pobres que existe en el planeta. Pero, aunque los hombres más ricos del mundo, como los actuales filántropos Gates, Buffet, Soros y otros, donaran su riqueza a todos los explotados, no acabarían con la pobreza y la desigualdad social que reina en el mundo. El problema de la desigualdad económica y social se encuentra en el modo de producción capitalista en el que vivimos y este no puede cambiarse sin terminar con el sistema de explotación, esto es, que la desigualdad solo terminará cuando termine la explotación del hombre por el hombre.
La filantropía, por tanto, es una práctica institucionalizada de las clases dominantes como lo demuestra la historia. Pero la causa que la genera sigue más sólida que nunca: la acumulación exagerada de la riqueza social. Los trabajadores no pueden aceptar solo las migajas, cada día más pequeñas, que caen del “goteo” económico, tienen que formar sindicatos auténticos, formar sus organizaciones y luchar por el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y de vida. Y los pobres, los menesterosos, quienes se ven obligados a pedir limosna, también deben hacer suya la sentencia de Lenin: “organízate y lucha”.
Excelente descripción de la filantropía, los ricos siempre buscarán la forma de hacer creer a los trabajadores que ellos son los buenos para que así tengan el respeto de los trabajadores.