Marat Barca
La calidad de vida de los obreros no solo está sustentada en los ingresos recibidos por su trabajo. Cierto es que esta fuente representa la más directa y, por tanto, decisiva en el gasto; pero ello no nos debe cegar sobre el reconocimiento de otro elemento importante: la recaudación y gasto del erario o comúnmente conocido como dinero público.
Los recursos fiscales del gobierno son insuficientes desde hace varias décadas, es decir, como país gastamos más de lo que recaudamos, generando así un déficit presupuestal, como se le llaman. Para el año en curso, 2024, la quinta parte del presupuesto se financiará con aumento a la deuda. La deuda total pasará de 35 por ciento del PIB al 45.5 por ciento. El año pasado, la deuda per capita era de 118 mil pesos, con el aumento de deuda contraída será de 126 mil. A ello le sumamos que quien sostuvo el gasto público durante muchos lustros, Pemex, ahora registra una caída interanual de 45 por ciento y las exportaciones tuvieron un déficit de 36.2 por ciento. De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, estamos frente al endeudamiento más elevado en los últimos diez años.
Por otro lado, el gasto ya se encuentra comprometido un margen elevado, cerca del 80 por ciento del gasto neto esta destinado a pago de pensiones, gasto federalizado (partidas a estados y municipios) y gasto a pago de deuda. Esta situación ata de pies y manos al gobierno para emprender inversión social y económica.
¿Cuál es una de las consecuencias en un país como México en donde su gobierno no cumple su tarea de estar pendientes de sus habitantes? México cuenta con 9.1 millones de personas en pobreza extrema de acuerdo con las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Su condición de pobreza extrema obedece a que se está imposibilitado de satisfacer la necesidad más elemental del ser humano: el alimento. El fenómeno es complejo al participar, en nacimiento y desarrollo, múltiples factores que lo causan y muchos efectos que se desprenden del mismo.
Los estudiosos del tema han observado que la reducción de la desigualdad, la promoción de oportunidades a largo plazo, la inversión en crecimiento económico y una larga lista más, dependen fundamentalmente de cuánto y cómo se recauda y de cuánto y cómo se gastan los recursos recaudados. En México, la recaudación tributaria en 2022 en proporción al PIB fue del 16.9 por ciento, cinco puntos porcentuales por debajo del promedio que se recauda en América Latina y el Caribe, 21.5 por ciento, así como la mitad de lo que se recauda en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Este fenómeno se ha caracterizado como anómalo, ya que, al pertenecer al grupo de las 15 economías más grandes del mundo, se pierde lo que se gana en otros rublos.
Si continuamos aumentando la deuda pública como mecanismo de financiamiento a los dineros públicos, lo que ocurrirá es que nuestra brecha de estancamiento, desigualdad y pobreza se hará más hondo, y quienes terminarán pagando, lo que ahora miramos con disimulo, serán las futuras generaciones. Solo la cuchara sabe lo hondo de la cazuela. Solo las capas populares saben las consecuencias de lo arriba brevemente escrito. En la Defensoría Nacional de los Trabajadores también pugnamos por una sociedad en donde la recaudación tributaria sea suficiente para lograr los objetivos de un desarrollo sostenible y con beneficios necesarios en favor de la clase trabajadora; donde el pago de los impuestos sea progresivo (que el monto gravable dependa de los niveles de ingresos individuales); donde el gasto público se invierta en los sectores que menos tienen. Esta hazaña también deberá contemplarse en el proyecto de país impulsado por la clase trabajadora.