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Injusticia social

Impuestos al salario, un grito de protesta

Marat Martínez

Según los economistas clásicos, el salario “es la cantidad de dinero que el capitalista paga por un determinado tiempo de trabajo o por la ejecución de una determinada tarea”. Nuestro Código Laboral, en su artículo 82, señala: “Salario es la retribución que debe pagar el patrón al trabajador por su trabajo”. Pareciera que el patrón compra el trabajo realizado por el obrero y éste vende su trabajo al patrón. Sin embargo, lo que se compra y se vende no es el trabajo, sino la fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo es la energía física y mental que posee el trabajador y que sirve para realizar cualquier actividad económica productiva. Es la fuerza de trabajo la que se compra por horas, días, semanas, meses o años, a cambio de un salario. Para reproducir esta energía física y mental se requiere de una serie de condiciones como son alimentación, vivienda, vestido, calzado, educación, recreación, etc., por tanto, el salario está calculado para cubrir estas necesidades básicas del trabajador.

La fuerza de trabajo necesita reponerse día a día y poder continuar produciendo sucesivamente hasta que ésta pierda su vigor y deba ser reemplazada. En cada generación, el patrón vuelve a contratar sangre nueva que, como el buen ganado, se prepara para dar el rendimiento máximo en la producción. La fuerza de trabajo es, por consiguiente, una mercancía, que se usa para producir riqueza, culminada la cual, no interesa en lo más mínimo al comprador de ésta.

El trabajador recibe su salario semanal, quincenal o mensual a través de dinero contante y sonante. Sin embargo, antes de que el trabajador pueda reponer su fuerza de trabajo, el dinero tiene que pasar por una travesía, por un largo camino acechado por una serie de monstruos que lo van minando hasta llegar a su destino. Así, el salario no sólo es víctima del capitalista que lo exprime a más no poder, sino que es carcomido por el Estado, luego por el usurero, por el banquero, por el prestamista, por el delincuente, por la inflación, todo ello antes de llegar a la casa.  En esta sociedad en que vivimos este es el pan de cada día del trabajador. Por ello, la disminución del salario se ve reflejada en el incremento de la riqueza capitalista, del erario, de la delincuencia o de la inflación, etc., debe ser un llamado a lucha para detener esta injusticia.

Pongamos un ejemplo en lo que se refiere al erario. El Gobierno de México informó hace dos meses que la “recaudación tributaria crece 5.8%, alcanza 2.1 billones de pesos […] durante los primeros cinco meses de 2024 se recaudaron 206 mil 47 millones de pesos. Del Impuesto Sobre la Renta (ISR) se recaudó 1 billón 218 mil 548 millones de pesos; por Impuesto al Valor Agregado (IVA) 559 mil 292 millones de pesos, mientras que el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) registró una recaudación de 263 mil 855 millones de pesos (www.gob.mx/sat del 10 de junio de 2024). Como podemos observar la mayor parte de los impuestos provocan la disminución del salario de los trabajadores.

El ISR valuado desde 1.92% hasta 35%, dependiendo cuánto gana el trabajador, se descuenta directamente de la nómina por parte de los patrones sin preguntarle si está o no de acuerdo, para luego entregarlo al Gobierno. Los datos demuestran por qué en los últimos años ha aumentado el cobro del impuesto al salario que ha afectado a millones de trabajadores. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2021 “los trabajadores mexicanos destinaron el 19.6% al pago de ISR y a la contribución de Seguridad Social (CSS)” (El Economista del 22 de mayo del 2022). Es decir, solo en estos dos rubros el monto es del 19.6%. Como dice el refrán popular “al perro más flaco le cargan las pulgas”, ¡y que pulgas diría yo!

En cuanto al IVA es evidente que son los trabajadores asalariados quienes tienen que pagar el 16% al consumir algún producto o servicio. Aquí es el vendedor o comerciante quien retiene el impuesto y lo entrega al Gobierno. Finalmente, el IEPS. Todos sabemos que “gracias” a la mercadotecnia, es decir, a la filosofía del consumo promovida por todos los medios de comunicación masivos, diariamente nos convencen de comprar, comprar y comprar los productos que no son de primera necesidad pero que, incluso, “entorpecen el pensamiento” como dice la canción. Ejemplo: el consumo de alcohol, cigarros, bebidas saborizantes, alimentos con alto contenido calórico, etc. Se supone que este impuesto fue creado para disminuir su consumo, pero resulta que es lo que más consume el trabajador sobre todo los fines de semana y en las fiestas.

Por otro lado, la carga tributaria patronal se encuentra de vacaciones todo el tiempo en los llamados paraísos fiscales. Según la OXFAM, “En México a través de estrategias, los empresarios con ingresos arriba de los 500 millones de pesos anuales apenas representaron el 0.03 por ciento de la recaudación total de impuestos federales” (sinembargo.com.mx del 25 de enero de 2023). Preguntemos a cualquier trabajador y nos dirá que las estrategias consisten en esconder las verdaderas utilidades de las empresas, lo que se refleja en un pago de utilidades raquítico o en una doble contabilidad de las empresas, y, al mismo tiempo, el pago parcial del salario, es decir, el salario que se toma en cuenta para hacer la declaración fiscal y la que no.

Conclusión. Los millonarios no pagan impuestos y acumulan excesivamente la riqueza. Los trabajadores sostienen a los millonarios, al erario, y a todos “los parásitos, a esa clase de verdaderos gorrones de la sociedad”, como dijo Engels, improductivas, que succionan el salario de los trabajadores hasta dejarlos exhaustos. Y todavía, aun a sabiendas de este sacrificio tan grande de la clase obrera, se atreven a discriminarla, maltratarla y preservarla en pésimas condiciones laborales. Es tiempo que los trabajadores pensemos si esta es la sociedad en la que queremos seguir viviendo.

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