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Inflación, desempleo y salarios de hambre

 Antón Rojo 

        “Más para oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud […] El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. 

Carlos Marx

 

        Quien podría dudar a estas alturas que los graves problemas que sufre nuestro país no los resienten por igual todos los estratos sociales sino que los sufren de manera realmente catastrófica sólo las clases trabajadoras y necesitadas, simplemente por el hecho de los diferentes lugares y condiciones que ocupan en la sociedad: los grandes propietarios privados, dueños de todo lo que se usa para producir -tierras, fabricas, maquinaria, materia prima- acumulan enormes riquezas y prácticamente están a salvo de cualquier contingencia pues su gran fortaleza económica les evita cualquier afectación, y muchas veces incluso salen beneficiados de ellas. En cambio, los que no poseen nada, los que deben ganarse el pan diario con el sudor de su frente en un trabajo del que otros salen gananciosos o beneficiados, a ellos cualquier desbarajuste económico agrava la tragedia de su vida.


La inflación no se detiene: ya para este enero que acaba de terminar se calculó en 7.91% (cifras oficiales y, por tanto, seguramente maquilladas), avanzó el mes de febrero y con él también incontenible la inflación y ahora el Gobierno anuncia un incremento en el costo de casetas y en las tarifas de energía eléctrica. Frente a todo esto, el aumento aplicado a los salarios mínimos ha quedado hecho polvo y la expectativa de mejores aumentos salariales contractuales se ve cada vez más complicada, porque la clase patronal se niega tozudamente a reducir su cuota de ganancia para mejorarlos.


Por el lado de los empleos, las cosas no pintan mejor: los trabajadores han pasado de la sartén a la lumbre al reducirse cada vez más los empleos formales e incrementarse, en contrapartida, el empleo informal que se ha visto disparado llegando a abarcar a casi el 56% (en Hidalgo el 72.9 %) de los que tienen o dicen tener algún empleo , es decir, que 6 de cada 10 mexicanos (en Hidalgo 7 de cada 10) que tienen empleo, lo hacen por su cuenta, sin salario fijo, sin prestaciones, sin ahorro para su retiro y sin seguridad social, es decir teniéndose que rascar con sus propias uñas para todo eso y con el resultado de que sus magros ingresos solo le sirven para sobrevivir.


Esta situación en general ha traído la acentuación y el agravamiento de lo que se ha dado en llamar “la pobreza laboral”, es decir, la inaudita situación de que, aunque se trabaje en lo que sea y durante largas y extenuantes jornadas, no se alcanza a tener siquiera lo indispensable para adquirir la canasta básica alimentaria, mucho menos para afrontar los gastos indispensables de transporte, vestido, calzado, atención médica, educación, comunicación, descanso y esparcimiento. En esta situación de mexicanos que aunque trabajen sin descanso en lo que pueden, se quedan con hambre y sin tener acceso a hacer realidad derechos puestos en la ley pero que para ellos son letra muerta, se encuentran cerca del 45% de los hogares del país y afecta a más de 60 millones de mexicanos (según cifras oficiales, que como sabemos, casi siempre están rebajadas), ocupando el estado de Hidalgo el tercer lugar nacional con los mayores porcentajes de pobreza laboral y alcanzando este flagelo a casi el 52% de la población estatal que aunque trabaje, se queda con hambre, sin poder educarse, curarse y a la cual le espera un futuro más sombrío que el presente que sufre ahora.


 Con todo esto, México se ha ido convirtiendo desde hace mucho tiempo, pero también ahora con el actual gobierno que se encaramó en el poder prometiendo mejoras sustanciales que lejos de cumplirlas para cambiar la injusta situación existente, la ha agravado escandalosamente, haciendo de nuestra patria un país donde la clase trabajadora desciende por debajo de sus condiciones mínimas de vida y donde se acentúa al extremo la concentración insultante de la riqueza en pocas manos.


Esta es parte de la terrible realidad que estamos viviendo y sufriendo. Ella nos debe convencer de que los ricachones capitalistas y los gobiernos de diversos colores que los vienen representando, no están dispuestos a modificarla pues dicha situación no les perjudica a ellos para nada, sino que hasta les conviene.


De nuestra situación de pobreza los ricos capitalistas quieren aprovecharse para hacernos trabajar con poca paga y que “les agradezcamos” que nos den trabajo. Por su parte los gobiernos embaucadores y mentirosos también quieren aprovecharse de nuestra pobreza sólo dándonos tarjetitas “de apoyos” que en nada mejoran de fondo nuestra situación, que no les cuestan nada, pero con las cuales buscan mantenernos conformes con nuestra pobreza, callados y resignados y obligados a votar por sus candidatos.


Comprender como está de injusta la realidad, nos debe convencer también de que las cosas no van a cambiar milagrosamente por sí solas; que debemos hacer algo para nuestro bien como pueblo trabajador y para revertirla. Que lo que debemos buscar todas las capas del pueblo trabajador es una más equitativa y justa distribución de la riqueza: luchando porque exista trabajo verdaderamente digno para todos y justamente remunerado, luchando para que a los que perciben o se quedan con una mayor parte de la riqueza social se les cobren más impuestos para que existan recursos suficientes para mejorar las condiciones de vida en nuestro país. La lucha es por un nuevo modelo económico nacional y porque ese nuevo proyecto lo encabece en el poder político, el pueblo trabajador mexicano organizado y dirigido por su partido de clase.


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