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La política anti-inmigrante de Estados Unidos y el futuro de México

Ángel Villegas

Somos testigos de las acciones que el gobierno de Donald Trump ha realizado contra la población inmigrante que legal o ilegalmente trabaja en Estados Unidos: primero, el impuesto del 5 por ciento a las remesas que luego, por oposición de algunos legisladores estadounidenses, podría bajar al 3.5 por ciento, es decir, al dinero que los trabajadores inmigrantes envían a sus familias; y segundo, las redadas, detenciones y deportaciones masivas de quienes trabajan sin autorización legal del gobierno estadounidense.

Estados Unidos pasa por una grave crisis económica, comparada por los daños, con la gran depresión que duró de octubre de 1929 a 1941 ya entrada la Segunda Guerra Mundial: actualmente opera con una balanza comercial deficitaria, esto quiere decir que compra más mercancías del exterior de las que vende a otros países; su producción industrial y agrícola ha ido a la baja, por ejemplo, hablando solo de la producción industrial, en 1928 representaba el 44.8 por ciento de la producción mundial y para 2023, bajó al 16.8 por ciento. Otro grave problema que enfrenta es la exorbitante deuda externa que, comparada con su Producto Interno Bruto nominal representa el 121 por ciento o el 154 por ciento considerando el PIB real, que se ajusta por inflación. Estos dos indicadores no son los únicos, pero ilustran de manera contundente la problemática Se trata, pues, de una crisis cuyo origen se encuentra en la esencia misma del capitalismo.

Las cosas llegaron a este punto porque se implementó el neoliberalismo, Estados Unidos echó abajo la política del proteccionismo y, enarbolando la bandera de la libre circulación, empezó a inundar al mundo con capitales y mercancías. Invirtió sus capitales en países donde estaba garantizada la adquisición de materias primas baratas, casi regaladas, sin necesidad de llevarlas a su territorio, además donde encontraría mano de obra barata contratando a los nativos y gozando de privilegios fiscales que incentivaban la inversión. Esa fue la fórmula que le permitió acrecentar con mucho la plusvalía que se embolsaba. Hoy, su propio desarrollo le está cobrando las cuentas; al saquear y empobrecer más a los países pobres, una parte de la población se ha visto obligada a emigrar en busca de trabajo y recursos para sostener a su familia, y ahí está el resultado, Estados Unidos creó “el sueño americano” y ahora tiene 14 millones de trabajadores sin permiso migratorio.

Entonces, ambas medidas contra los inmigrantes (impuesto a las remesas y deportaciones masivas), forman parte de un plan más general que ha echado a andar el presidente Trump para intentar recuperarse de la crisis económica que lo va desplazando del lugar que ha ocupado como primera potencia en el mundo, abriéndole paso a otras economías en constante y acelerado crecimiento como China y Rusia.

Con el cobro del 3.5 por ciento de impuesto a las remesas que nuestros compatriotas envían a nuestro país para aliviar un poco la pobreza de millones de hogares mexicanos, busca recaudar dinero que fortalezca su economía. Solo para darnos una idea de lo que piensan recaudar diremos que, de mayo 2024 a abril 2025, el flujo acumulado por remesas fue de 64 mil 260 millones de dólares

El 6 de junio pasado, Trump puso en marcha los operativos para cumplir su promesa de arrestar a un millón de inmigrantes en el primer año de su gestión. Haciendo alarde de su poder coercitivo, se movilizó en la planeación, preparación y ejecución del plan al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), al Departamento de Seguridad Interior (DHS), a la Oficina Federal de Investigación (FBI), a la Administración de Control de Drogas (DEA), alrededor de 400 mil elementos de la Guardia Nacional y 700 Marines. ¡Todo el poder del Estado contra los trabajadores inmigrantes, en su mayoría mexicanos, por el delito de no tener documentos autorizados por el gobierno!

Quedaron atrás los tiempos del programa “Bracero” que duró de agosto de 1942 hasta 1964, formalizado por un convenio entre los gobiernos de México y Estados Unidos para llevar trabajadores agrícolas que cubrieran la escasez de mano de obra durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, los intereses y las necesidades de la economía estadounidense han cambiado y requiere deshacerse de la mano de obra excedente. Pero, además, siendo maestros en el arte de sacarle ganancia absolutamente a todo para beneficio de unos cuantos, el plan contempla confinar a miles de migrantes en centros privados a costa del erario federal y estatal con lo cual estas acciones aportan beneficios a los de su clase.

Total, que el destino de los trabajadores en este régimen capitalista es la pobreza y la represión.

Y la pregunta surge, ¿qué hace el gobierno de la 4T para defender a nuestros compatriotas migrantes y darles una alternativa de vida? Nada que no sea demagogia. Ellos afirman que ya van en el segundo piso de la transformación, pero los mexicanos seguimos sin empleos suficientes para evitar que nuestras familias se desintegren por la necesidad de salir al extranjero a ganarse el pan de cada día, seguimos bajo el yugo de la explotación nacional y extranjera soportando los abusos patronales sin que haya una garantía de respeto a las leyes laborales, cada día con problemas más graves, con un sistema de salud deshecho, con los niveles educativos desastrosos, sin obras para nuestros pueblos y colonias, víctimas de la violencia y el narcotráfico. De una vez por todas, quitémonos de la cabeza (en los casos que exista) la peregrina idea de que el gobierno algo hará. Nada de eso. Ningún pronunciamiento desde las mañaneras o alguna otra tribuna oficial cambiará nuestra realidad porque al final de cuentas ellos gobiernan cuidando los intereses de los capitalistas.

Para que se terminen todas esas injusticias, México necesita cirugía mayor: es necesario que un nuevo gobierno, representante verdadero de los intereses del pueblo, promueva el desarrollo económico de México, pero de a deveras, no con tarjetitas electoreras. Se puede empezar ajustando la política fiscal para recaudar más de quienes ganan más. Así se podrá implementar un plan de inversión para desarrollar la educación, la creación de tecnologías y el impulso a la producción industrial y agrícola. Así, habrá empleos suficientes, bien remunerados y se reducirá a lo estrictamente necesario la emigración, que nadie se vaya por falta de oportunidades, que quienes salgan a trabajar al extranjero sea para aportarle al mundo, solidariamente, sus conocimientos y destrezas para el bien de todos, no para huir del infierno de su país.

De esta manera se abrirá también la posibilidad de desarrollar la infraestructura necesaria para el desarrollo social de México. Y eso ¿quién lo hará? El pueblo organizado, educado, con conciencia de clase y con el poder de la nación en sus manos. Solo él, en esas condiciones, transformará este país y en esa tarea la clase obrera tiene reservado el honroso lugar de vanguardia revolucionaria.

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