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La presidente de los ricos

Ulises Bracho

Hace más de un mes se llevó a cabo la elección para la presidencia de la república donde se eligió, a través del voto (ni tan libre ni tan secreto), a una de las dos candidatas mujeres -ya que el tercer aspirante era de chocolate- donde quedó electa Claudia Sheinbaum Pardo. Y como suelen ser los medios aficionados a la verborrea titularon sus portadas periodísticas con palabras como “momento histórico”, “por primera vez”, “hoy más que nunca”, etc., haciendo estallar por todos lados la noticia de la victoria de Sheinbaum. Mientras en ese momento, a lo lejos de Palacio Nacional, al sur de Chiapas, en la población de Tila más de 4 mil personas fueron desplazadas por el narcotráfico (Los Ángeles Times, 2024).

 

Como suelen ser los amaneceres después del día de las elecciones de cada seis años, las calles siempre iguales, las gentes con el mismo rostro, las mismas lámparas fundidas esperando presupuesto para su mantenimiento y el salario corriendo eternamente para alcanzar los miles de kilómetros que le lleva por delante la inflación y el encarecimiento de los productos básicos. Y en las fábricas, el producto de la fuerza de trabajo de los obreros se lo apropia y gasta el patrón para su beneficio, las botas que el obrero debe comprarse cada cierto tiempo para laborar, un ambiente laboral reglamentado bajo los intereses del patrón mientras los trabajadores insertos en su misma rutina, sin unidad colectiva y carentes de sindicatos auténticos. Y todavía hay quienes aún vociferan que vivimos un “momento histórico”.

 

Pero hay que decir que, ante esta discordancia entre la propaganda gubernamental que dice una cosa y la realidad que es otra, debemos cortar de cuajo el desmedido calificativo de “momento histórico”. Quiero decir, ¿qué tanto irá a cambiar la suerte de los millones de trabajadores que con un incremento salarial aparentemente “histórico” siguen viviendo las de Caín? Hay quienes en su triste diario digital postean comentarios como “por primera vez nos gobernará a nivel nacional una mujer” y cosas por el estilo. Antes de que yo reaccione con un emoji enojado a tales publicaciones en Facebook, prefiero aquí expresarles mi opinión: se puede afirmar que es un momento histórico el hecho de que por primera vez en nuestro país una mujer asuma la presidencia de la república, cierto, pero de ninguna manera ello es garantía de que en verdad vayan a cambiar las cosas para bien.

 

Amigos y familiares comentan “deja tú que sea el mismo partido que nos gobierna, lo importante es que ¡es mujer!”. Yo les reviro diciendo que “fue lo mismo que dijeron de AMLO en 2018, que se trataba de “un hombre emanado del pueblo, de un nuevo partido” y, por ello, castigaron al PRIAN. Pero después de seis años, ahora miremos cuan poco ha cambiado la suerte de la clase obrera: hospitales públicos nada parecidos a los de Dinamarca, los “abrazos no balazos” han acribillado más cuerpos este sexenio que los anteriores, la gasolina tendría un costo de 10 pesos, la economía del país crecería al 6 por ciento, los militares regresarían a sus cuarteles, se resolvería el caso Ayotzinapa, se acabaría con el huachicol en PEMEX, se terminaría con el neoliberalismo y la “mafia en el poder”, y así un sinfín de promesas incumplidas. Me parece que el peor deporte que practicamos los mexicanos es buscarle cosas buenas a nuestra tragedia para convencernos de que nuestra elección fue la correcta.

 

No es la primera vez que una mujer gobierna una nación, con estas palabras debí empezar este artículo. En la historia han existido mujeres al frente del Estado: hubo quienes realizaron reformas en beneficio de los trabajadores como Cristina Fernández en Argentina, Portia Simpson-Miller en Jamaica o Dilma Rousseff en Brasil, mientras que, por el contrario, otras, como la “dama de hierro”, Margaret Thatcher en Reino Unido o Dalia Grybauskaite en Lituania, prohibieron la libertad sindical a los obreros. De modo que, a mi juicio, el solo hecho de ser mujeres no es garantía de un buen Gobierno en favor del pueblo trabajador porque, al igual que los hombres, las mujeres también obedecen a los intereses económicos y políticos de grupo, partido o clase social. No están pues más allá del bien y el mal, sino que también son parte del engranaje social que sirven a determinados intereses.

 

Por eso, quienes piensan que estamos ante un “momento histórico” también intentan convencer a la opinión pública que fue el pueblo de México quien de manera consciente eligió a Sheinbaum. Esa idea es seguir practicando el peligroso deporte que mencioné párrafos arriba. Seamos claros: de los aproximadamente 98 millones de electores, solo ejercieron su derecho 59 millones 987 mil votantes, es decir, el 60 por ciento; de estos, 33 millones fueron para Claudia Sheinbaum (59%), 15 millones para Xóchitl Gálvez (28%) y 5 millones para Jorge A. Máynez (10%). Esto quiere decir que 38 millones de electores se abstuvieron de votar, y si le agregamos los 20 millones que sumó la oposición, entonces 58 millones de mexicanos prefirieron no votar por Morena. Por tanto, el respaldo real que tuvo Sheinbaum de 33 millones es mucho menor en comparación a los 58 millones que no le brindaron su respaldo.

 

¿Quién más respaldó a la candidata electa? Los periódicos lo dicen bajo estos titulares: “Grandes empresarios, con Sheinbaum” (El Financiero, agosto 2023), “¡Empresarios respaldan a Claudia Sheinbaum! Invertirán 42 mil mdd en su gobierno” (El Heraldo de México, junio 2024), etc. No se trata del campesino o la ama de casa que fueron al cierre de campaña de Sheinbaum para respaldar a su candidata, resultado de las políticas electoras desde 2018, sino del respaldo de los grandes empresarios del país, el de los peces gordos, el del cash, el del money.

 

Como dije al principio, estas elecciones no fueron tan libres sino resultado del sentido electorero que tuvieron los programas asistencialistas de asignación monetaria directa del gobierno morenistas (Pensiones para Adultos Mayores, Sembrado Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, etc.), ni tampoco fueron tan secretas porque los principales integrantes del Consejo Coordinador Empresarial (donde están organizados los peces gordos, ah porque ellos sí están organizados para explotar a la clase obrera) le brindaron todo su respaldo a condición de que, como lo hizo AMLO, les siga permitiendo acrecentar sus capitales a costa de la explotación de los trabajadores.

 

No obstante, vendrá un día en que la clase obrera, unida y organizada, bajo un partido auténtico, habrá de tomar el poder político en México. Ese día, la cara de los patrones se les tornará atónita y al día siguiente de las elecciones las calles rebosarán de alegría como en una plaza pública en tiempos de fiesta, también habrá agitación en todas partes porque los ricos de siempre intentarán arrebatarles el poder a los trabajadores. Será un día distinto, muy distinto, entonces sí será un verdadero “momento histórico”.

 

 

 

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