Federico Hernández
Están iniciando formalmente las campañas electorales en nuestro país, en éstas se decidirán, mediante el voto en las urnas, miles de cargos de elección popular, entre ellos, la presidencia de la república, seis gubernaturas y el Congreso de la Unión. Se dice que serán, por la cantidad de puestos e importancia, las elecciones más grandes y decisivas de los tiempos recientes. Los obreros, y trabajadores en general, debemos tener plena conciencia de lo que representan las elecciones como mecanismo para elegir “democráticamente” a nuestros supuestos “representantes”, tomar también conciencia de la manipulación y bombardeo mediático a que estamos sometidos para que votemos por determinado partido, por tal o cual candidato. Como dijo Lenin, necesitamos “discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase”. Y sí, la clase obrera debe discernir qué intereses tienen los partidos políticos y sus candidatos, que en la mayoría de los casos no son los verdaderos intereses de la clase trabajadora.
Me quiero referir muy brevemente a cuál es la forma en que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha querido ganarse el voto de millones de trabajadores para su partido, Morena, y para su “corcholata” y sucesora, Claudia Sheinbaum, mediante una supuesta política en favor de la clase trabajadora. Cambios y promesas en el ámbito laboral que son más de carácter cosmético que cambios de fondo que incidan verdaderamente en la situación económica y social de los creadores de la riqueza social, que en serio mejoren su deteriorado nivel de vida.
Sabemos que, en las campañas electorales, los candidatos a puestos de elección se deshacen en promesas, en su mayoría vagas y confusas, que saben que nunca se van a cumplir. Se trata de “cautivar” al elector, de hacerle creer al votante que el candidato en cuestión está interesado por sus problemas, necesidades y aspiraciones. Pero una vez llegado al poder, el candidato favorecido en la elección, que hizo uso de una campaña mediática demagógica, no sólo se olvida de sus promesas de campaña, sino que muchas veces solo ocupa el puesto público para empoderarse e incrementar su peculio personal. Los casos de corrupción sobran en el ejercicio de la función pública, muchos de los cuales no siempre salen a la luz pública.
El Gobierno no es como dicen un “ente” u organismo que está por encima de la sociedad y que la representa, que se encarga de “conciliar” los intereses de las clases sociales para que no se consuman y devoren en luchas estériles. De ahí que quienes ostentan el poder, en la actualidad la 4T, quieren hacernos creer que, como representantes de la sociedad, no intervienen en las elecciones, son neutrales, imparciales y que para garantizar esto, nos dicen, se crean órganos especializados encargados de organizarlas y juzgarlas: INE, Tribunales Electorales, etc., y, además, en casos determinados, deben sancionar los delitos electorales tales como el uso indebido de recursos públicos, etc. Lo anterior sabemos que no es así; el Estado mexicano es el representante de la clase social dominante en el poder (o de un sector de ésta), es “una junta que administra los intereses comunes de la clase dominante”, nos dice Marx, el más grande pensador de la historia.
Tomando en cuenta estas consideraciones previas, está claro que el gobierno de AMLO tiene metidas las manos “hasta los codos”, como se dice, en las elecciones que se avecinan en junio próximo. De hecho, podemos decir que ha hecho campaña desde el día uno de su gobierno en favor de su grupo en el poder. Las famosas mañaneras y sus recorridos por el país, han sido los foros desde donde el presidente ataca, difama, calumnia a sus oponentes políticos y posiciona a su partido y los prospectos candidatos de su contentillo.
Pero retornemos al tema que nos ocupa: ¿cuál ha sido la estrategia del actual gobierno para atraerse a la clase obrera de nuestro país como potenciales votantes en favor de su partido?, ¿cómo trata de conseguir el voto de millones de trabajadores que ven depauperadas sus condiciones de vida día con día? Veamos.
AMLO ha querido presentarse como un defensor intransigente de los intereses de la clase trabajadora. Sus panegiristas y aplaudidores dicen que la prueba de ello es que ha promovido importantes incrementos al salario mínimo año con año; ha puesto en discusión (por lo menos mediáticamente y en comisiones de la Cámara de Diputados, sin que pase de ahí) el tema de la reducción de la jornada de trabajo a 40 horas semanales; ahora propone 20 iniciativas de reformas constitucionales; algunas en el ámbito laboral como la iniciativa de reforma de las pensiones y la de sujetar el incremento del salario mínimo a la tasa de inflación, esto es, que el incremento salarial no sea inferior al crecimiento de la inflación anual.
¿Será cierto que AMLO representa y defiende los verdaderos intereses de la clase trabajadora? A pesar de que muchos trabajadores pueden confundirse y pensar en sentido afirmativo, la realidad nos dice otra cosa. Sobre los incrementos al salario mínimo, a la reducción de la jornada de trabajo y pensiones, se han referido muchos analistas serios y han concluido que son cambios de limitado alcance y de carácter marcadamente electoral.
Es por ello que me referiré solo a la propuesta de la 4T de no permitir que el incremento del salario mínimo sea inferior a la inflación anual. Diremos de entrada que es una gansada que realmente poco impacta en el nivel de vida de los trabajadores; suenan como trastos de aluminio al caer al piso: ruidosos y molestos. Analicemos esta propuesta haciendo uso de lo que nos dice la Economía Política científica.
El obrero, al no ser dueño de los medios de producción (maquinas, herramientas, materias primas, etc.), para vivir está obligado a vender su fuerza de trabajo, su mercancía, su mano de obra, al dueño de esos medios de producción, al empresario. Este la compra al pagarle un salario, diario o semanal. El salario es, recordemos, el nombre especial con que se designa el precio de la fuerza de trabajo, el precio de esa capacidad productiva creadora de valor. Con el salario, una vez desgastada la fuerza de trabajo en las largas y extenuantes jornadas de trabajo, el obrero debe comprar los medios de vida indispensables para sobrevivir como son el alimento, vestido, calzado, transporte, etc., para reponerla y estar en condiciones de volver a trabajar al siguiente día y ser productivo. Pero no sólo eso; con ese salario el obrero debe sostener a su familia, pues el día de mañana sus hijos trabajarán como asalariados vendiendo su fuerza de trabajo.
Sigamos. Puede suceder que en ocasiones el salario esté por encima o por debajo del valor de la fuerza de trabajo, de la suma de medios de vida que necesita el obrero. El empresario, como afirma Marx, para incrementar su capital usando el fondo de consumo del obrero. En términos generales podemos decir que el capitalista, dueño de los medios de producción, vigila que el obrero reponga su fuerza de trabajo mediante el pago del salario para que al siguiente día éste regrese a laborar (como el esclavista necesitaba asegurar el sustento del esclavo para poderlo explotar). La burguesía, y su representante el Estado burgués, saben que no deben “matar a la gallina de los huevos de oro”.
¿Quién determina el salario mínimo en nuestro país? Por medio de la llamada Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI), conformada por representantes de los empresarios, de pseudorepresentantes de los trabajadores y representantes del Gobierno. ¿Cómo se determina el salario mínimo? Estos “calculan” qué necesita el obrero para que él y su familia puedan vivir y seguir reponiendo su fuerza de trabajo para ir a la fábrica. Ellos razonan más o menos así: “A ver, a ver… un obrero y su familia necesitan gastar tanto en frijoles, huevo, tortilla; necesitan medio vestir; necesitan pagar servicios, etc. Sumado esto y esto otro da este total… Propondremos que este debe ser el salario ´mínimo´”. Esta Comisión Nacional “tripartita”, que en realidad sólo representa a la clase dominante, a los dueños del dinero, no piensa en que el obrero y su familia tengan una vida verdaderamente decorosa, con una alimentación de calidad, que el obrero tenga una vivienda digna; no nada de eso, esa Comisión está calculando el monto mínimo que debe ganar el trabajador para sobrevivir y, consecuentemente, para no afectar la ganancia del capitalista; para que, por hambre y necesidad, el obrero se vea obligado a regrese a la fábrica para seguir siendo explotado.
Es así que López Obrador, al proponer como iniciativa de reforma constitucional el que el aumento del salario mínimo no sea inferior al incremento de la inflación, que no sea inferior al incremento de los precios de bienes y servicios, lo que hace solamente es asegurar que el salario no baje mucho por debajo del nivel del valor de la fuerza de trabajo. Aunque esto no siempre pueda hacerse por decreto pues existen muchos otros factores y mecanismos mediante los cuales este bajo nivel del salario obliga al trabajador a laborar horas extras o buscar chambitas para completar los medios de vida básicos para su familia. En otras palabras: el control salarial solo garantiza al empresario una fuerza de trabajo que esté en condiciones de reponerse y ser utilizada. La iniciativa es una bofetada al trabajador pues lo único que hace, en el mejor de los casos, es mantener los salarios en su nivel mínimo para garantizar, insistimos, que el capitalista tenga fuerza de trabajo disponible y en condiciones de ser explotada.
Si realmente AMLO quisiera cambiar sustancialmente el nivel de vida del trabajador, debería proponer, por ejemplo, incrementos importantes en los salarios contractuales. Muy, pero muy superiores al incremento de la inflación. Pero esto sería afectar las ganancias de los empresarios a los que representa y, por tanto, esto no lo va a hacer de ninguna manera.
Aunque pretendan ocultarlo, el gobierno de la 4T, encabezado por AMLO, es el gobierno más neoliberal que ha tenido México desde que este modelo económico se implementó. Es un gobierno que se esconde tras una máscara de progresista y humanista. En este gobierno los dueños del dinero como Carlos Slim, German Larrea y otras cuantas familias se han enriquecido inmensamente, mientras los millones de obreros y sus familias se han empobrecido.
La lección que debemos extraer los trabajadores de esta realidad es que una mejora sustancial en nuestras condiciones laborales y de vida, se logrará solo cuando la clase trabajadora tome el poder político del país en sus manos. Por ello, debemos trabajar en la conformación de un partido proletario que represente nuestros intereses como clase creadora de la riqueza y haga cambios profundos, estructurales, para logra un país más justo y equitativo en la repartición de la riqueza social.