Ricardo Torres
Las negociaciones para renovar el Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) entre la Asociación Internacional de Estibadores (ILA por sus siglas en inglés) y la agrupación empresarial de transportistas de contenedores y asociaciones portuarias, conocida como Alianza Marítima de los Estados Unidos (USMX), se empantanaron: los trabajadores demandaban el 77 por ciento de aumento salarial mientras que la USMX ofrecía el 50 por ciento. En consecuencia, la falta de acuerdos y el vencimiento de la vigencia del CCT, el 30 de septiembre de 2024, obligaron a los trabajadores portuarios a estallar la huelga el 1° de octubre.
La ILA representa a más de 80 mil trabajadores portuarios en Estados Unidos que laboran para la USMX en 36 puertos costeros, destacando los de Nueva York, Nueva Jersey, Georgia y Houston. El reclamo de los trabajadores se centró en tres demandas fundamentales: incremento salarial para los próximos seis años, mejores condiciones de trabajo y freno a la automatización que deja sin empleo a miles de estibadores.
La huelga en la que participaron activamente más de 45 mil trabajadores duró solo tres días, sin embargo, al detenerse el funcionamiento de 74 mil contenedores: 36 mil de importación y 38 mil de exportación, millones de mercancías quedaron varadas, generando desabasto, cancelación de pedidos, retraso en las entregas, disminución en la producción y aumento de los costos de transporte requerido por las empresas que utilizan estas rutas marítimas de comercialización. Esta interrupción de la cadena de suministro global de mercancías se estima que arrojó pérdidas diarias por encima de los 5 mil millones de dólares.
Con el fin de detener el paro de labores, la agrupación empresarial y los trabajadores llegaron a un punto de acuerdo provisional: se levantó la huelga el 3 de octubre después de convenir un aumento salarial del 62 por ciento para los siguientes seis años, pero bajo la condición de que las negociaciones se reanudarán formalmente el 15 de enero de 2025 para revisar las demandas pendientes sobre las condiciones laborales contenidas en el CCT y, especialmente, la que se refiere a la automatización de las tareas portuarias que está generado despidos masivos. De modo que la ILA y la USMX tendrán tres meses más para analizar las posibles alternativas de solución a estas peticiones.
Las causas, efectos y resultados de esta huelga deben servir a los trabajadores mexicanos para extraer algunas enseñanzas que contribuyan a orientar nuestras propias luchas sindicales. A mi juicio podemos destacar tres importantes lecciones:
Primera. La huelga de los trabajadores portuarios en Estados Unidos demostró la fuerza y capacidad de acción de la clase trabajadora para exigir respeto a sus derechos laborales. Durante meses, la agrupación empresarial mostró su desprecio para llegar a un acuerdo de solución y dirigió su atención a desalentar, desgastar y corromper la voluntad de lucha de los estibadores. Hubo puertos en donde los trabajadores no se sumaron a la huelga, pero su aforo de recepción y embarque fue insuficiente para reemplazar al resto de los puertos donde los estibadores sí se incorporaron al movimiento. Al estallar la huelga las ganancias de la agrupación empresarial comenzaron a desplomarse y, de inmediato, tuvo que ceder en el incremento salarial del 50 al 62 por ciento.
De lo anterior, los trabajadores debemos tener claro que la huelga, entendida como la suspensión temporal de las actividades laborales, como el principal mecanismo de presión de los trabajadores frente al patrón para mejorar sus condiciones de trabajo, en este caso de los estibadores norteamericanos cumplió su cometido. A pesar de que el acuerdo es todavía provisional, se dio un paso hacia adelante en la conquista de sus demandas. Si los trabajadores se unen y se mantienen firmes y combativos en la defensa de sus legítimos derechos, la huelga se presenta como un recurso lícito que nos permite tener mayores posibilidades de éxito en la lucha por obtener mejores condiciones de trabajo.
Segunda. La huelga de los estibadores norteamericanos nos muestra que, en un mundo globalizado donde el desarrollo económico y comercial de las naciones se encuentra inevitablemente interconectado, el impacto de las luchas que despliegue la clase obrera se multiplica y adquiere un mayor alcance porque afecta no solo al patrón inmediato, sino que perturba la cadena de suministro de un complejo y ramificado sistema de producción y comercialización de mercancías. En este caso, la suspensión temporal de 74 mil contenedores provocó trastornos en la comercialización de mercancías que afectó los intereses de cientos de empresas que esperaban obtener importantes ganancias de la venta de sus productos.
Bajo el régimen capitalista, vemos entonces que el trabajo, la producción y la comercialización se han socializado y, por tanto, la lucha de los trabajadores en defensa de sus derechos laborales no puede seguir siendo individual, rascarse con sus propias uñas resulta ineficaz y, en muchos casos, hasta contraproducente porque el patrón puede despedirnos al primer intento de reclamo. Es por ello que los trabajadores debemos comprender que solo la lucha colectiva, organizada y consciente permitirá a la clase obrera mejorar sus condiciones de vida.
Tercera. Que la lucha de los trabajadores, en una economía de explotación laboral, es y será siempre una lucha incesante, permanente. Por ejemplo, los incrementos al salario nominal son efímeros porque están sujetos a la inflación, es decir, al aumento de los precios de las mercancías, por tanto, en los hechos, la capacidad de compra del salario real del trabajador se ve disminuida. O bien, el problema de la automatización que debería usarse para aligerar la carga de trabajo, para optimizar ingresos en beneficio de la clase obrera, bajo el capitalismo, se utiliza para reducir los gastos de las empresas a costa de echar a la calle a los trabajadores. Para que el incremento salarial supere los índices inflacionarios o la automatización beneficie también a los trabajadores, los empresarios tendrían que estar dispuestos a disminuir sus tasas de ganancia y todos sabemos que esto va en contra de los intereses de los dueños del capital. Por tanto, vencer esta resistencia exige una lucha más cohesionada, más organizada y de mayor alcance.
Solo los estibadores norteamericanos y sus dirigentes conocen las entrañas del conflicto, los intereses económicos y políticos que están en juego. No obstante, en enero de 2025, cuando continúen las negociaciones entre la ILA y la USMX, podremos conocer el sentido que habrá de tomar este movimiento: crece y evoluciona en favor de los trabajadores, o decrece y se extingue en favor del grupo empresarial.
Por lo pronto, los trabajadores mexicanos debemos entonces prepararnos para dar una lucha colectiva e incesante por mejorar nuestras condiciones de trabajo y defender nuestros derechos laborales. La convicción, combatividad y capacidad de organización que alcancemos para ello, serán determinantes para el éxito de nuestras luchas.