López Gatell a la OMS

Ricardo Torres

En junio del año en curso, la presidente Claudia Sheinbaum Pardo anunció que el Dr. Hugo López Gatell será parte de la representación del gobierno mexicano ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra, Suiza. Un inesperado nombramiento de quien fuera encargado de la fallida estrategia contra la pandemia de Covid-19 en nuestro país, una estrategia criminal que arrojó resultados catastróficos: más de 800 mil fallecimientos por Covid-19, de los cuales más de 5 mil 700 fueron decesos del personal de salud, cifra que, de acuerdo con la publicación médica británica The Lancet, coloca a nuestro país como el primero de la lista mundial de personal médico fallecido durante la pandemia.

Recordemos que, para contener la pandemia, entre otras medidas, la OMS recomendó informar a la población sobre la gravedad del coronavirus SARS-CoV-2, instruirla adecuadamente en su aislamiento temporal evitando concurrir a sitios de aglomeración social, en el uso obligatorio y adecuado de cubrebocas, en la aplicación de pruebas masivas de diagnóstico para detectar a tiempo a las personas infectadas con el virus e interrumpir así las cadenas de contagio, la capacitación y equipo de protección personal para los trabajadores de la salud y la compra y aplicación oportuna de las vacunas.

Contrario a la evidencia científica y a las recomendaciones establecidas por la OMS, el gobierno morenista -que recién se estrenaba al frente del poder político de la nación-, implementó una estrategia errática, irresponsable y demagógica. Pese a la súbita contingencia sanitaria, no modificó su plan financiero de egresos y mantuvo inalterada su falsa política de “austeridad republicana”, de modo que no se destinaron recursos suficientes para incrementar las capacidades, suministros y recursos sanitarios, médicos y hospitalarios para proteger la vida de los mexicanos: su prioridad no fue conservar la vida de cientos de miles de mexicanos, sino conservar su proyecto político.

Sobre esta base, y desatendiendo las indicaciones de OMS, AMLO fue el primero en minimizar la gravedad de la pandemia: llamó a la población a no quedarse en casa, “si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas, porque eso es fortalecer la economía familiar y la economía popular […] No hacemos nada bueno, no ayudamos si nos paralizamos ‘sin ton ni son’, de manera exagerada”. Prosiguió con sus giras, abrazando a sus seguidores y besando a los niños en sus actos políticos. Afirmó “hay quien dice que, por lo del coronavirus, no hay que abrazarse. Pero no pasa nada”. También se negó a utilizar cubrebocas. En una evidente manipulación política afirmó que “no mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus”. Y en el colmo de la irracionalidad medieval el presidente de México mostró sus amuletos religiosos públicamente declarando que el escudo protector ante la pandemia era El Detente, “Detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo”.

Prueba de la narrativa manipuladora impuesta por el morenismo con el propósito de crearle a la población una falsa percepción sobre la gravedad de la pandemia, el gobernador de Puebla, en ese momento Miguel Barbosa Huerta, declaró que los casos registrados en su estado por coronavirus no estaban afectando a los más pobres y que por eso se sentía seguro: “Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobres no. Los pobres estamos inmunes” o aquella vacilada de que «la vacuna contra el coronavirus es un plato de mole de guajolote”. Un irresponsable e infame chacoteo político de los morenistas frente a una alarmante crisis sanitaria que cobró la vida de cientos de miles de mexicanos.

Cuando la pandemia se agudizó, los hospitales se saturaron y el número de muertos crecía de manera exorbitante, cuando la terca realidad desmintió y puso en su lugar a los charlatanes de “El Detente” y el “mole de guajolote”, entonces AMLO escondió la cabeza, se desmarcó y colocó a López Gatell como vocero oficial del gobierno morenista frente a la crisis sanitaria del Covid-19. La estrategia la siguió conduciendo AMLO y Gatell tenía la encomienda de justificarla en su carácter de subsecretario de Salud.

Basta recordar solo algunas de las aberrantes declaraciones de Gatell en 2020 que buscaban convalidar la estrategia del presidente: en febrero, “la Covid-19 es menos peligrosa que la influenza. La proporción de muertes son semejantes o incluso menores a la influenza. No se necesitan hospitales especializados”; en marzo, “concluimos que no hay evidencia que sugiera que ésta es una emergencia nacional, no deja de ser una epidemia, como hay muchísimas otras epidemias que ocurren todos los años, en este caso es nueva, pero no representa una amenaza en términos ni sanitarios, ni sociales o económicos”; y en abril, “el uso del cubrebocas no tiene razón de ser. Ya habíamos dicho que usar cubrebocas tiene una pobre utilidad o incluso una nula utilidad”.

Como vemos, el encargado del sector salud del país se sometió a la errática y demagógica política sanitaria trazada por el expresidente. El conocimiento científico y la ciencia médica quedaron supeditados a los intereses económicos y políticos de Morena. Por tanto, el error de Gatell fue por negligencia y omisión, por su irresponsable actitud frente al poder, porque sabedor de la magnitud de la pandemia y sus mortales consecuencias, no supo ponderar la vida de los mexicanos frente a las absurdas mentiras presidenciales.

Pero, además, hay que decir que la pandemia sorprendió a México en el momento en que el sistema de salud del país, de por sí insuficiente y maltrecho, transitaba hacia un “nuevo modelo”, también errático y demagógico que, según AMLO, en nuestro país alcanzaría los niveles de atención médica como el sistema de salud existente en Dinamarca. Y de nueva cuenta la realidad se encargó de ponerlo en su lugar. En noviembre de 2019, el gobierno morenista eliminó el Seguro Popular para sustituirlo por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI). Justo entonces apareció la pandemia, en medio de un cúmulo de indefiniciones sobre las reglas básicas de operación que lo hicieron ineficiente. El sistema de salud en su conjunto se vio rebasado para atender la creciente cantidad de casos confirmados de coronavirus e inevitablemente colapsó al carecer de infraestructura y equipo médico necesarios.

De modo que no solo el INSABI, sino también otras instituciones como la Secretaría de Salud, IMSS-Bienestar, ISSSTE, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, solicitaron a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público una serie de recursos económicos y materiales extraordinarios, como equipo de protección personal para el personal de la salud, medicamentos, ventiladores, monitores, oxímetros de pulso, mascarillas N95, entre otros, para dar atención a la población afectada por el Covid-19. El apoyo no fue autorizado porque la austeridad republicana no lo permitió. El invento del INSABI desapareció.

Todos lo vimos. Durante la pandemia, las decisiones no se tomaron de manera colegiada por los responsables de la salud del país, a través de un Consejo de Salubridad General, como lo establece el artículo 73, la fracción XVI, de nuestra Carta Magna, con base en evidencia técnica y científica, ponderando la vida de los mexicanos, sino que se impuso un esquema de decisiones políticas verticales por parte del presidente. De modo que la asignación de recursos económicos y la estrategia de contención contra el virus quedaron en manos de AMLO quien, ante la tragedia, de forma aviesa ocultó su criminal responsabilidad detrás de la figura de Gatell.

Lo que resulta sorprendente es que, después de todo lo sucedido, Claudia Sheinbaum haya resuelto nombrar a López Gatell como parte de la representación del gobierno mexicano ante la OMS. Aunque en la superficie pareciera ser una simple recompensa ordenada desde Palenque por la sumisión y obediencia incondicional de Gatell, deben existir otros motivos de mayor peso ya que el costo político que ello le significa al gobierno de Sheinbaum será mucho muy alto; o bien, puede ser que el nombramiento pretenda cuidarle las espaldas al propio AMLO y lavarle la cara al gobierno morenista frente a las autoridades de la OMS, ya que durante la pandemia, como todos lo vivimos, no solo no se atendieron sus recomendaciones sanitarias, sino que, abiertamente, se aplicó una estrategia opuesta.

El gobierno de Claudia Sheinbaum no puede seguir aplicando una política errática y demagógica que omita explicarle la verdad al pueblo de México sobre las causas que motivan todas y cada una de sus decisiones como presidente del país; está obligada a explicar con claridad las causas, desarrollo y consecuencias de los fenómenos que atañen a su gobierno y que afectan a todos los mexicanos. Sheinbaum sabe bien que, ante los embates externos del imperio y las corruptelas internas de Morena, no tendrá más alternativa que informar con transparencia, alertar a los mexicanos sobre los peligros que se avecinan y preparar a la población para enfrentarlos. Si no lo hace oportunamente, como sucedió en la pandemia, los resultados pueden ser irreversibles y catastróficos. Al tiempo.

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