Ernesto Acolmixtli
El mundo entero está sorprendido por lo que la República Popular China ha logrado en beneficio su población. Su poderío económico está por superar a la economía de Estados Unidos que tiene siglos dominando al mundo. La hazaña histórica de ser la gran potencia mundial emergente se debe al pueblo trabajador, a la unidad entre obreros y campesinos, quienes, organizados y dirigidos por el Partido Comunista Chino, tomaron el poder político de su país y comenzaron a construir una nueva nación al servicio del pueblo.
Comenzaré por decir que China tiene hoy una población de 1,425 millones de habitantes en su territorio, significa que tiene diez veces la población de México, pero sin pobreza. Su historia moderna también conoció a los grandes imperios con prominentes clases ricas de carácter feudal que dominaban a grandes poblaciones empobrecidas y hambrientas. La ultima familia imperial pertenecía a la dinastía Quiang que gobernó tres siglos hasta el año de 1912, cuando fuerzas revolucionarias burguesas influidas por Inglaterra y Francia querían desarrollar el capitalismo, derrocar al emperador y constituir una república de carácter más moderno. Conviene decir que estos países europeos, Inglaterra y Francia, desde 1842, llevaron el capitalismo a China invadiendo y sometiendo a la población a sangre y fuego; imponiéndoles sus mercancías y robando a los asiáticos enormes riquezas y territorio; obligando a millones de pobladores al consumo del opio (poderosa droga) a costa de su embrutecimiento. La nación vivió entonces un siglo de terribles humillaciones que enriquecieron a los magnates extranjeros y a la misma burguesía china aliada de los invasores. China tenía entonces 541 millones de habitantes, todos en la miseria.
Las condiciones de pobreza y saqueo extremo en que vivía la población generaron un movimiento revolucionario por la independencia, la modernización y contra la explotación de los trabajadores, destacando entre los mejores de sus hijos, a un grupo de líderes que habían estudiado el marxismo en Europa o habían recibido la poderosa influencia de la Revolución Bolchevique, dirigida por Lenin en 1917 en Rusia y que, además, se habían templado también en las luchas nacionales contra los invasores ingleses, franceses y japoneses. Eran intelectuales de acción.
Estos brillantes revolucionarios encabezados por Chen Duxiu, Li Dazhao, Zhou Enlai y Mao Tse Tung, influidos por la doctrina socialista de Marx y Lenin, formaron un partido proletario e iniciaron una lucha por un país nuevo, como lo exigían las condiciones de atraso y miseria que azotaban a China en su inmenso territorio. Elaboraron un programa de país diferente de la democracia capitalista, que significaba la liberación de la explotación de los trabajadores y la modernización de la producción, que permitiera elevar el nivel de vida de los obreros y campesinos pobres en el país más poblado de la tierra.
De la fundación del Partido Comunista de China el 1 de julio de 1921, hasta la toma del poder el 1 de octubre de 1949, el ejemplar Partido compuesto por campesinos, obreros e intelectuales marxistas, enfrentaron la persecución más brutal y despiadada que se puede imaginar, financiada por la burguesía nacional y extranjera, quienes buscaban su exterminio y que significó para los revolucionarios enormes sacrificios. Millones de trabajadores del campo y la ciudad perdieron la vida buscando la liberación de su país de la explotación capitalista, pero jamás doblegaron su valor y voluntad, condiciones que llevaron al triunfo a los revolucionarios comunistas. La miseria material que vivían, la sólida conciencia de los obreros y los campesinos de la necesidad de cambiar radicalmente esa situación y el programa revolucionario de fiel y creativo origen marxista, fueron las bases material e ideológica, que empujaron a las grandes masas populares a dar el respaldo total a sus excepcionales dirigentes.
El triunfo de la Revolución Comunista China se alcanzó en 1949, tomando el poder obreros y campesinos y constituyendo la República Popular China, gobernada por el Partido Comunista bajo la dirección de Mao Tse Tung. Con esta difícil victoria el país experimentó cambios sociales de gran magnitud: repartición entre los campesinos pobres de extensiones de tierras que fueron de los emperadores o de los invasores ingleses; control de las fábricas y de la producción estratégica por los obreros; trabajo y educación para todos sin excepción. En suma, el gobierno y la economía nacional dejaron de ser controladas por los grandes ricos para su beneficio y pasaron a manos del Estado dirigido por el Partido Comunista Chino, para ponerlo al servicio de los pobres. En 1982 el gran líder comunista Deng Xiaping, reformó el modelo económico y político socialista y desarrolló la teoría de un “socialismo con características chinas”, que le imprimió nueva potencia al desarrollo nacional y que desde entonces no ha dejado de alcanzar logros para su pueblo y de importancia mundial.
Hoy China es un país donde no hay pobreza. La Organización de las Naciones Unidas reconoce que China es el primer país de mundo donde ya no hay pobres; el Partido Comunista Chino sacó de la pobreza a más de 800 millones de ciudadanos en solo 70 años y de ellos, 100 millones dejaron de ser pobres solo en los últimos 8 años, una hazaña sin igual.
Allá en China, todos los obreros y campesino tienen satisfechas sus necesidades básicas de alimentación, vestido, casa, educación, salud y trabajo.
Este año 2024, se estima que 780 millones de obreros forman parte de la fuerza laboral en China. De estos trabajadores, alrededor del 95 por ciento están empleados, lo que equivale a unos 741 millones de personas con trabajo seguro.
El salario de los trabajadores chinos crece más rápido que en ningún lugar del mundo. La Organización Mundial del Trabajo (OIT) calcula el promedio nacional en $2,119 dólares por mes, unos 42 mil pesos al mes de salario y su gobierno controla la inflación para conservarla a un nivel bajísimo, en 0.5 por ciento anual, el más bajo del mundo, manteniendo los precios de los productos sin aumento.
En China el costo del transporte público es muy accesible para el pueblo. Un viaje sencillo en transporte público para un obrero cuesta aproximadamente 2 yuanes (así se llama la moneda china), cerca de 6 pesos mexicanos y es de primera calidad.
La República Popular China ha diseñado un modelo educativo que destaca por su eficacia, resaltando la creatividad y las distintas habilidades de sus futuras generaciones. Su objetivo es claro: China ha de formar un proletariado de vanguardia técnica, científica y humanista, que priorice el bienestar de su población y no la ganancia del patrón. También forma servidores públicos y políticos que obedezca a las necesidades del pueblo.
En salud, hoy día, cerca del 100 por ciento de los trabajadores chinos cuentan con una eficaz atención médica en un sistema público y privado de salud, inteligentemente diseñado. Esta igualdad de acceso a los servicios de salud es un fundamento de armonía social y aumenta la esperanza de vida de los chinos que hoy alcanza los 77.4 años de vida en promedio, superior a la de Estados Unidos el país más rico del planeta.
China es considerado uno de los países más seguros del mundo. Según datos recientes, el 98 por ciento de la población china siente que vive en un entorno seguro y solo registra un homicidio intencional por cada 100 mil habitantes, mientras que, en México, por ejemplo, hay 25 asesinatos por cada 100 mil habitantes y todos los trabajadores mexicanos, sin excepción, nos sentimos inseguros en nuestro país.
El partido gobernante en China es leal al pueblo trabajador, no pertenece a la clase capitalista como en México, no obedece a los ricos empresarios. El Partido Comunista Chino es un partido político con un cuerpo de militantes proletarios brillantes, dinámicos y honrados. Eso necesitamos los obreros en México, un partido y un gobierno de ese tipo.
El actual presidente de China Xi Jinping, quien es un gran estadista, llama “prosperidad común” al proyecto que hoy persigue el país asiático en una nueva etapa de desarrollo; y eso significa que el bienestar lo deben alcanzar todos los seres humanos, todos los que producimos en las fábricas y no solo unos pocos multimillonarios, como sucede aquí.
Las libertades individuales de las que nos hablan tanto los patrones, el gobierno o los medios de comunicación en nuestro país, son contrarias a la prosperidad de todos o prosperidad común. La libertad individual en un régimen capitalista es la idea que diariamente nos inyectan en la cabeza los poderosos empresarios, dueños de la libre empresa y dueños del dinero. Las libertades individuales, que tanto oímos, nos apartan de nuestros intereses de clase, sirven para separar a los obreros unos de otros, nos alejan de la unidad que nos da cohesión y que es la única fuerza real que tenemos los trabajadores para mejorar nuestras condiciones de existencia.
Aprendamos del pueblo chino, aprendamos de la unidad de los trabajadores chinos y, en consecuencia, dispongámonos a organizar y educar a nuestros hermanos de clase, a los obreros mexicanos de la ciudad y el campo, para liberarnos de la pobreza y podamos así alcanzar un mejor nivel de vida al que tenemos derecho.