Facundino Gómez
Los trabajadores en México y muchas partes del mundo, han sido domesticados por los sistemas políticos a tal grado que no se unen.
La economía de los países capitalistas se fundamenta en la producción y venta de mercancías. Los trabajadores son la parte fundamental de la producción. Para los patrones los trabajadores son solo una mercancía más, que se utiliza y se desecha cuando ya no es útil.
Para los trabajadores es, hasta cierto punto, una situación normal, que no les respeten sus derechos, pero también no organizarse. No está en la mente de los trabajadores organizarse y defenderse, los trabajadores van de un empleo a otro sin detenerse a pensar en lo que está ocurriendo; que son los propios trabajadores, por su desconocimiento de los fenómenos económicos y del movimiento sindical, quienes rechazan la unión de la clase trabajadora. Por lo regular tienen malas experiencias o han escuchado que los sindicatos solo les roban sus cuotas y casi siempre están a favor del patrón. Esta es una verdad histórica en la vida de los obreros.
Pero quienes sí se unen y son fuertes y poderosas, son las empresas. Las empresas se agrupan por rama industrial y se forman las asociaciones como, por ejemplo, la Cámara Nacional de la Industria Molinera de Trigo (CANIMOLT). Esta es una organización creada con base en la Ley de Cámaras Empresariales y sus Confederaciones para representar y defender los intereses legítimos de los industriales molineros, fabricantes de harinas y sémolas de trigo. También se unen las empresas de la industria de la construcción, las de la industria del plástico, etc. Son asociaciones poderosas económicamente, con abogados de gran prestigio. Las empresas unidas en estas asociaciones tienen la capacidad de comprar tierras, adquirir conseciones del Gobierno y hasta pagar campañas políticas para que los gobiernos favorezcan sus intereses.
Cuando un trabajador se emplea en éstas y otras industrias, se encuentra pavorosamente solo, solito contra este poderío. Se va a enfrentar a capataces bien preparados, sistemas de producción sofisticados, en una palabra al poder del dinero, del capital. Ante tal situación, los trabajadores tienen un derecho, una oportunidad que la ley les brinda y es agruparse en sindicatos. Lamentablemente como manifestamos antes, la gran mayoría de los sindicatos trafican con los derechos de los trabajadores. La inmensa mayoría de los líderes sindicales son personas con mucho dinero y se asocian a los partidos políticos y al Gobierno, buscando su beneficio propio, no el beneficio de sus representados.
En este contexto, los trabajadores tienen muy pocas posibilidades de organizarse y defender los pocos derechos que la ley burguesa les concede. Los obreros deben poner mucha atención para elegir un sindicato revolucionario, que se preocupe por la educación política de los obreros, por enseñarles sus derechos para que no sean engañados y manipulados impunemente por el poder del capital. Por un lado se requiere conformar un sindicalismo revolucionario para dirigir eficazmente la lucha por demandas económicas y, por otro lado, se requiere conformar un partido obrero para promover la educación revolucionaria del proletariado hasta llevarlo exitosamente a la toma del poder político del país. Por difícil que se vea, éste es el único camino. Lo otro es esperar inútilmente a que la liberación de la clase obrera caiga del cielo.
Es una necesidad la union de los trabajadores