Surgimiento del capitalismo y la clase obrera (Segunda parte)

Federico Hernández

Concluía mi colaboración anterior afirmando que, tanto el esclavismo como el feudalismo, fueron sociedades de explotación del hombre por el hombre: el esclavista explota al esclavo y es dueño de este último; el señor feudal explota al siervo de la gleba y, aunque no es propiamente dueño del campesino, está sujeto a su opresión. En ambos casos la razón de tal situación es que unos son dueños de los medios de producción y los otros carecen de ellos.

En esta segunda parte veremos el surgimiento de la sociedad capitalista y sus dos principales clases: la burguesía y el proletariado. Empecemos. Al régimen feudal le siguió un nuevo régimen de explotación: el régimen capitalista que es en el que vivimos. De ahí la importancia de estudiarlo con más detenimiento. Es un régimen económico social donde la explotación se oculta más, es menos evidente o franca que en el esclavismo o el feudalismo.

¿Cómo surgió el capitalismo? Más o menos así, grosso modo: se descubre América y se circunnavega África en busca de especias y otros productos de Oriente, se fundan colonias por los españoles, portugueses e ingleses, con todo ello crece exponencialmente la demanda y el intercambio de mercancías de todo tipo. Los gremios feudales ya no podían satisfacer la demanda ya que, por ejemplo, en el taller del zapatero sólo producían, dado su atrasado modo de producir y excesiva reglamentación, pocos pares de zapatos. Los comerciantes de momento se encuentran en un problema pues hay una gran demanda de mercancías, pero, así como se producía en la sociedad feudal con los gremios, no permitía satisfacerla. Entonces, el comerciante o un maestro artesano enriquecido, que poseía un capital, se propone juntar a los maestros artesanos en un solo local y proporcionarles la materia prima y herramientas. Pero no solo esto: les paga por su fuerza de trabajo, les paga un salario. Aquí esto es muy importante ya que en ese momento histórico aparece la clase obrera. Ya no le pertenecen a esta la materia prima, ni las herramientas, ni el local; además su fuerza de trabajo la ha vendido por un salario con que compra los medios de vida que necesita para reponer su fuerza de trabajo y perpetuar su linaje.

Con esto se da un aumento de la productividad, esto es producir más mercancías por unidad de tiempo. Por el solo hecho de estar concentrados los maestros artesanos, aunque en un primer momento todos realicen los mismo que hacían en sus talleres, juntos en el mismo local, eso crea una competencia entre ellos, hay una emulación. Pero posteriormente en el interior de local se da un avance mucho más importante y trascendente: la división del trabajo. Ahora el maestro artesano ya no realiza todo un producto de principio a fin, no elabora un zapato él solo; ahora cada trabajador artesano realiza una parte del producto: unos cortan el cuero, otros le dan forma, otros cosen, otros pegan las partes, etc. Eso potencia la productividad. Con la división del trabajo al interior del local está naciendo una nueva forma de producir: la manufactura.

Pero esta forma de producir, la manufactura, no se detuvo ahí.  El dueño de esta quiere producir más y más, impulsado por la demanda creciente y por la ganancia que piensa obtener. Se comienzan entonces a inventar las máquinas. Esto sucede a mediados del siglo XVIII. La primera máquina fue el telar de hilar llamando Jenny por su inventor, Hargreaves (1765); más adelante, en 1784, el motor de vapor creado por James Watt, y de ahí para el real. Con la introducción de las máquinas surgen las fábricas. Se aumenta enormemente la productividad. Pero tiene consecuencias importantes: primero, el obrero empieza a ser desplazado pues una máquina puede hacer el trabajo de varios hombres; segundo, se empieza a utilizar la mano de obra de mujeres y niños ya que la máquina ya no requiere tanto de la fuerza y destreza del obrero; tercero, el trabajador se convierte en un apéndice de la máquina, es decir, tiene que limitarse a manipular solo ciertas palancas y vigilar su funcionamiento.

El obrero, que ya no es dueño de los medios de producción ni de su fuerza de trabajo pues la vende al capitalista, es explotado. Y he aquí cómo se da la explotación: el obrero de la fábrica vende su fuerza de trabajo al capitalista y éste la compra. Aquel tiene que venderla pues no tiene medios de producción, no es dueño de la materia prima, de las herramientas, las máquinas, ni del local donde se realiza el proceso de producción. La fuerza de trabajo es una mercancía como cualquier otra, pero es una mercancía muy especial ya que en acción produce un nuevo valor, mucho mayor del que ella encierra. ¿Y cómo es esto? Para que el obrero reponga o tenga condiciones de usar su fuerza de trabajo requiere comer, descansar, curarse. Necesita pues medios de vida. El valor de la fuerza de trabajo, está, por tanto, dado por el valor de los medios de vida que necesita para poder reponer su fuerza de trabajo tras una jornada: lo que cuesta el alimento, el vestido, etc.

Pues bien resulta que el obrero, por ejemplo, en una jornada de trabajo de 8 horas, produce el valor de su fuerza de trabajo, que expresado en dinero es su salario, en 3 horas. ¿Y las otras 5 horas? Pues resulta que las restantes 5 horas trabaja gratis para el capitalista. La jornada de trabajo se divide en dos partes: trabajo necesario y trabajo excedente. En la primera parte los obreros producen un valor equivalente a su salario con el que compra medios de vida, la otra parte, trabajo excedente, producen un valor con el que se queda el patrón. Este valor no pagado al obrero es la ganancia (más exactamente la debemos llamar plusvalía). ¿Recuerdan lo que comentamos del siervo de la gleba que le trabajaba gratis la mitad de la semana en las tierras del señor feudal solo porque éste era dueño de las tierras? Pues bien, el obrero tiene que trabajar gratis parte importante de la jornada al capitalista porque este se apropió de los medios de producción: maquinas, herramientas y materias primas. En el feudalismo la explotación era franca y evidente. En el capitalismo es menos evidente, pues se hace creer al trabajador que se le paga su trabajo, pero en realidad solo se le paga su fuerza de trabajo.

Pero el obrero no solo está sometido por la vía económica. Además, para mantenerlo en situación de explotado, se requiere un aparato llamado Estado, el cual está conformado por la burocracia, el ejército, la policía y las cárceles. El Estado, en manos de la clase explotadora, es un aparato de control que sirve para sojuzgar a la clase explotada. Surgió desde el esclavismo cuando la sociedad se dividió en clases sociales: explotados y explotadores. Si todos los obreros y los trabajadores protestaran por sus malas condiciones de vida, por sus bajos salarios, por carecer de vivienda, etc., ahí estaría el ejército, los jueces y las cárceles para someterlos. Pero, además, el trabajador está subyugado por vía jurídica e ideológica. Las leyes en esencia son la voluntad de la clase dominante con pequeñas concesiones a las clases oprimidas, y las ideas dominantes también son las ideas de la clase dominante. ¿No la burguesía, una vez que toma el poder político en la Revolución Francesa dijo que la propiedad privada “era un derecho sagrado e inviolable”? Pero como dice acertadamente Carlos Marx que en la sociedad capitalista para las 9/10 partes de la población esta suprimida la propiedad (de los medios de producción).

La sociedad es una formación compleja. Es, si hiciéramos una analogía, como un gran edificio. Tiene unos fuertes cimientos y, sobre ellos, una superestructura que se alza sobre ella.  Los hombres al producir bienes materiales entablan relaciones entre ellos, llamadas relaciones sociales de producción, y esas relaciones dependen de la relación que tengan con los medios de producción: si la sociedad es dueña de los medios de producción se establecen relaciones colaboración; si los medios de producción pertenecen a una reducida parte de la población se establecen relaciones de explotación (esclavismo, feudalismo y capitalismo). Pues bien, las relaciones sociales de producción en su conjunto forman la estructura o base económica. El Estado, las leyes, la ideología forman la superestructura de la sociedad. Cada modo de producción tiene su base económica y su superestructura. Entre estructura y superestructura hay una relación. La base económica determina la superestructura, y esta, en última instancia, también contribuye a reforzar a aquella. Si en una sociedad no existen relaciones de explotación, las ideas, las leyes y el carácter del Estado, serán diferentes a aquellas donde si existe.

Finalmente, ¿por qué hay pobreza en el mundo?, ¿por qué hay hambre?, ¿por qué hay tanta población enferma? Porque vivimos en una sociedad injusta, una sociedad donde prevalece la explotación del hombre por el hombre. Los que son dueños de los medios de producción, dueños de capital, explotan a millones de trabajadores asalariados en cada país. Extraen de ellos la plusvalía, el trabajo no pagado. Los dueños del gran capital, hoy representado por las grandes trasnacionales, a través de los gobiernos que los representan, promueven guerras como la de Ucrania para hacerse de los recursos naturales de Rusia, genocidios como el de Gaza o provocan hambruna como en África. Por todo ello, los obreros y los trabajadores debemos estudiar y saber cómo está conformada la sociedad en que vivimos y qué papel jugamos en ella y, en consecuencia, debemos unirnos, organizarnos y luchar por la construcción de una sociedad más justa y equitativa para los que, con su fuerza de trabajo, producen toda la riqueza social.

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