Federico Hernández
Hace pocos días se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Estados Unidos, quedando como ganador el republicano Donald Trump, quien iniciará su segundo mandato en enero del año próximo. Durante su primer mandato, de 2017 a 2021, su gobierno se caracterizó, entre otras cosas, por su política agresiva hacia los migrantes y en el terreno económico por su política proteccionista y de guerra comercial hacía China, imponiendo o amenazando con aranceles a quien no se sometiera a sus designios. Baste recordar que obligó al gobierno de AMLO a utilizar al ejército mexicano como barrera de contención en la frontera sur con Guatemala y Belice para contener a los migrantes de Centro y Sudamérica. Dentro de esta política económica también destacó su esfuerzo por hacer que los capitales de empresas norteamericanas regresaran a su país. Recordemos aquí como se malogró la instalación de una planta de automóviles de Ford Motor Company en San Luis Potosí, en el 2017, por un monto de inversión de 1 600 millones de dólares gracias a esa visión del hoy nuevamente electo presidente de E.E.U.U.
¿Qué les espera a los millones de trabajadores mexicanos que trabajan en el país vecino del norte con un status de ilegales?, ¿cómo repercutirá la política en materia económica que asumirá el nuevo mandatario norteamericano en nuestra economía y, por tanto, en la vida de millones de trabajadores que laboran en México?, ¿cuál será la posición que asumirá el gobierno de la 4T ante el embate del nuevo gobernante xenófobo y racista del todavía país más poderoso del planeta? Son interrogantes que debiéramos hacernos los trabajadores pues, querámoslo o no, repercutirá en nuestro, de por sí, deteriorado nivel de vida. Se requiere un análisis más detenido, sin embargo, intentaré dar algunas respuestas sin detenerme en engorrosos datos y cifras que ya son del dominio público.
Para el mundo, como dice el dicho popular, es “tan malo el pinto como el colorado”. Sabemos que el partido demócrata que representa Joe Biden, Kamala Harris, y detrás de ellos, los Clinton, los Obama; como el partido republicano que representa Donald Trump y los Bush, son representantes de las dos caras de lo que conocemos como imperialismo norteamericano, que persiguen el mismo fin, pero por vías distintas, sin que éstas se excluyan absolutamente una de la otra.
Lo diré de manera más explícita: la demócrata Kamala Harris (de haber ganado la contienda electoral) sin dejar de hacer una guerra comercial y proteccionista, hubiera puesto más el acento en el aspecto bélico, pues (como Joe Biden) representa más a las empresas que se dedican a la fabricación de armas de destrucción, el llamado complejo industrial-militar norteamericano, el cual obtiene fabulosas ganancias con los conflictos bélicos como ya lo vemos en las guerras de Ucrania y el genocidio de Israel sobre el pueblo de palestina. Mientras que el republicano Donald Trump, ganador de la contienda electoral, representa más a la burguesía industrial y comercial sin que deje de ser partidario de la guerra pues el imperialismo busca a toda costa el dominio del mundo para hacerse de sus recursos naturales, humanos, financieros y de todo tipo.
En otras palabras, sería una simpleza decir que es lo mismo que hubiera ganado uno u otro grupo de poder en E.E.U.U. Me explico. El imperialismo, como lo definió Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin (1870 -1924), el gran teórico y revolucionario, es la etapa superior del capitalismo, etapa caracterizada por el dominio de los grandes monopolios que concentran a gran escala la producción y el capital, es la fusión del capital industrial con el capital financiero; en ese sentido, es la política de dominio de un país – mejor sería decir dominio de las grandes empresas transnacionales- sobre otros países, que busca hacerse de los recursos naturales a costa de lo que sea y por los métodos que sea: las guerras, “revoluciones de colores”, golpes de estado, robo de activos, el espionaje, el control sobre los demás estados, los bloqueos económicos para debilitar a otros países (caso de Cuba y Venezuela), y muchos etcéteras más. Y estos dos grupos, el que representa Donald Trump y el que representó Kamala Harrison, son, por decirlo así, corrientes o versiones del imperialismo actual, los dos, como lobos hambrientos, deseosos de hacerse del mundo, convertirse en los amos y señores del planeta.
El trabajador que pizca en los campos en Arizona, el que trabaja en los restaurantes del frío Nueva York, el que trabaja en la construcción con sus manos callosas, en la jardinería o en el aseo doméstico; todos son gente que cumple un papel productivo y que es explotada. Ahora seguramente estará más en la zozobra ante la amenaza de una deportación masiva que pretende Donald Trump. ¿Qué pasará con los que sean deportados a su país de origen? No podemos decir que su patria los recibirá con “los brazos abiertos”, ¿por qué? porque en México, como en todos los países de donde proceden los migrantes, existen ya millones de trabajadores sin empleo, por lo que los miles y miles que sean retornados se sumaran a la masa de desempleados. Por el momento, el gobierno de la 4T está feliz con las remesas que mandan nuestros paisanos, pero no ha sido capaz de generar suficientes empleos e impulsar una economía fuerte que permita decirle al trabajador migrante: regresa a tu país que aquí encontraras un empleo bien remunerado para sostener a tu familia.
Ahora bien, no sólo la política migratoria afectará a la clase trabajadora que ahora pisa territorio gringo. El endurecimiento de la política proteccionista y arancelaria del vecino país repercutirá, a poco que se medite, en las condiciones de los trabajadores mexicanos. México está atado a la economía norteamericana, exportamos más del 80 por ciento de nuestros productos al vecino país: “Al 1T24 (primer trimestre de 2024) las exportaciones mexicanas sumaron 144 mil millones de dólares (mdd) y las importaciones totalizaron 146 mil mdd. El 82.7% de las exportaciones se dirigen a EUA y las exportaciones manufactureras sumaron 127.1 mil mdp” (wwwbbvaresearch.com, 27 de junio del 2024). Aquí solo apuntemos dos cosas: primera, si bien es cierto hay un superávit en la balanza comercial, esto es engañoso ya que mucho de lo que exportamos son productos elaborados por empresas de capital foráneo principalmente norteamericano; segundo, el famoso T-MEC, diga lo que se diga, no es más que un tratado comercial que beneficia más a Estados Unidos y a Canadá, es pues una camisa de fuerza que no nos permite ampliar nuestras relaciones comerciales con otros países en otras latitudes, por ejemplo, con los BRICS (alianza económica, política y social encabezada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Trump ya no habla de una revisión sino de una renegociación de dicho tratado. Es fácil entender cuál es el mensaje. ¿Qué pasará entonces con este endurecimiento de la política proteccionista norteamericana? pues nuestra economía se verá aún más lastimada y con ello se afectará a la clase trabajadora.
Por último ¿qué actitud debiera asumir el gobierno mexicano? No es fácil dar una respuesta, pero intentaremos hacerlo. Empecemos diciendo que, a pesar de que no tarda en que China lo sobrepase en el terreno económico y tecnológico, Estados Unidos es todavía hoy la primera potencia económica y militar del planeta, ya en decadencia y moribunda es cierto, pero por lo mismo más peligrosa. No valdría entonces una política exterior irresponsable o de balandronadas baratas, como la practicó AMLO. Creo que tampoco debe ser una política de sumisión, lacayuna, al poderoso, cuyos ejemplos sobran y no tiene caso y no hay espacio para mencionarlos. A mi juicio debería ser un posición firme, nacionalista y muy inteligente que sepa saltar los escollos difíciles, pero, sobre todo, debe ser una política exterior respaldada por el pueblo trabajador organizado y concientizado.
Desgraciadamente los representantes de la 4T, que se dicen representar al pueblo y dar la vida él, no hacen nada por cohesionar y politizar a la clase trabajadora, ¿por qué? porque los que hoy gobiernan en México representan los intereses de los dueños del dinero y, por tanto, lo que menos quieren es un obrero, un campesino, un comerciante pobre, un maestro, una trabajadora doméstica o un estudiante consciente de sus intereses y de los del país. De modo que la política de la 4T en materia de relaciones con E.E.U.U. seguramente será una mezcolanza de balandronadas y de sumisión.
Como plantearon los grandes teóricos del proletariado, Marx, Engels y Lenin, el obrero no tiene patria ya que son igualmente explotados por el capital en donde este campee a sus anchas. Los trabajadores debemos tomar conciencia del momento difícil en que vivimos tanto en el plano nacional como en el internacional, y, acorde a ello, luchar por acrecentar y fortalecer nuestra unidad, organización y combatividad, luchar en defensa de nuestros intereses que son los intereses de la inmensa mayoría de los mexicanos.