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Lucha

Una verdadera revolución

Javier Ramírez

Carlos Marx y Federico Engels definieron la lucha de clases como los conflictos existentes entre dos clases sociales: por un lado, la burguesía, es decir, los dueños de los medios de producción, y, por otro lado, el proletariado, es decir, el ser humano que vende su fuerza de trabajo a la burguesía a cambio de un salario. En otras palabras, la lucha de clases consiste en la permanente pugna entre poseedores y desposeídos, entre ricos y pobres. Su teoría tiene como fuentes históricas la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, que son las tres partes que conforman su concepción revolucionaria.

Vladimir I. Lenin argumentaba que la teoría de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa, en efecto, la teoría de Marx es la más atacada, censurada y tergiversada del planeta entero, a diferencia de otras teorías, de modo que Marx, Engels y Lenin son los dirigentes del proletariado más odiados por la clase adinerada en la sociedad moderna.

Pero ¿qué los hace diferentes al resto de los teóricos? Que de manera científica supieron interpretar la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, las corrientes del pensamiento más avanzadas de su época; pero además de estudiarlas y analizarlas pusieron en práctica toda su teoría y conocimiento al servicio de la clase trabajadora. Marx y Engels, en 1864, fundaron en Londres la primera Asociación Internacional de Trabajadores conocida también como la Primera Internacional, lugar desde donde se organizaba la lucha del proletariado en Europa y el resto del mundo, donde examinaban los problemas en común de los asalariados de los distintos países para luego trazar las líneas de acción con miras a prepararse para tomar el poder político de dichas naciones.

Ahora bien, esta lucha de clases entre burguesía y proletariado, entre patrones y trabajadores, es una lucha que no ha cesado, por el contrario, se agudiza cada vez que avanza y se desarrolla la sociedad moderna, de tal modo que Lenin, el más destacado líder socialista de su tiempo, tuvo la osadía de planificar, organizar y llevar a cabo una propuesta de cambio del orden económico-social en Rusia, y como resultado de la lucha de clases, estalló la Revolución de Octubre en 1917, encabezada por el partido bolchevique. Partido nutrido con obreros, campesinos, intelectuales, artesanos y en general con las clases oprimidas, que fue capaz de realizar esta histórica hazaña.

Quizás mis lectores dirán, pero eso ya pasó hace mucho tiempo, las cosas han cambiado, las clases sociales ya no existen, o como dijo el expresidente AMLO, la teoría de Marx en México no aplica porque las grandes ganancias no vienen de la explotación de los patrones sobre los trabajadores, sino de la corrupción. Sin embargo, los trabajadores no debemos caer en el engaño, debemos tener claro que las clases sociales y la lucha de clases sí existen: los dueños de las empresas y el dinero que diariamente acrecientan su capital y, por otro lado, los trabajadores asalariados mal pagados.

La pobreza en nuestro país se explica no por la corrupción, sino por el sistema económico de explotación en donde la riqueza social producida se la apropian unos cuantos multimillonarios, a costa de la miseria en que viven millones de trabajadores. Solo que para ocultar esa línea divisora los ideólogos de la burguesía, del capitalismo, de los neoliberales o como les quieran llamar a los dueños del dinero, hacen maroma y teatro para quitar de la mente a los trabajadores su realidad y con ello volverlos miopes.

Pero ahí no para el asunto, la clase política también esta inmiscuida en dicho ocultamiento de la realidad, por ello, los protagonistas de color guinda que hoy se han encaramado en el poder político del país, se refieren siempre a la corrupción y no a la explotación capitalista, ganando así un mayor número de adeptos, aunado a la implementación de los programas sociales asistencialistas, a través de la repartición de tarjetitas, como en los viejos tiempos del presidencialismo priista, para mitigar momentáneamente las necesidades inmediatas del pueblo pobre, es decir, engañando a los trabajadores con migajas y espejitos para conservar intacto el sistema de explotación y favorecer así el status quo de la clase adinerada.

La lucha de clases existe y existirá hasta que no haya un nuevo modo de producción y distribución de la riqueza social, donde los trabajadores sean beneficiados por el esfuerzo y el trabajo que realizan. Este gobierno morenista no es más que un títere al servicio del capital, al servicio de las clases poderosas que en este sexenio acrecentaron significativamente su riqueza.

Por tanto, si en verdad queremos un México más justo y equitativo, sin tanta desigualdad y pobreza, los trabajadores no tenemos otro camino que unirnos, organizarnos y luchar en defensa de nuestros intereses. Pongamos manos a la obra. Alea iacta est.

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